12 de diciembre de 2017

Abigail Mejía fue víctima de sus «iguales»

Ylonka Nacidit Perdomo 
11 de diciembre de 2017



 

¿Para qué quiero mi vida

Abigail Mejía junto a su madre Carlota Solière de Wint
y su hijo Abel Fernández. Santo Domingo, 1939
si me están pisoteando,
y en un pedazo de pan
me dan la cruz del esclavo?
Prefiero dejar mi vida
en las ramas del naranjo.
para que el viento lo mueva,
que no la muevan los amos.
Para que el viento la lleve
como la vela de un barco:
aire convertido en copla,
vida convertida en látigo.
ANÓNIMO VALENCIANO, 1767.
«Ya no hay renacer, ya no hay esperanzas que me entretenga. Estoy como aquella a quien se le ha muerto cuanto alegría. » ABIGAIL MEJÍA
[Nota en su Diario7 de octubre de 1929].
A las escritoras, o a las que se asumen pensantes, les ha costado siglos construir su identidad. La identidad es la única “realidad” que está fuera del espacio aguijoneado por el deseo, y del espejo mínimo del porvenir. Pero sucede que en el transcurrir, en la experiencia vital, y acaso en la multitud de impulsos, otras le dan muerte a la identidad de sus «iguales» sin ningún pretexto posible que no sea el superego.
Por siglos, el sujeto denominado mujer se ha enfrentado a un destino que se puede llamar incierto. Ha tenido que enfrentarse a encarnizadas enemigas, a expresiones humanas de éstas desfavorables para la convivencia, confusas, incompatibles con el deber ser. Cualquier otra daña a la memoria colectiva, no por accidente, sino por rivalidades. Han existidos entre mujeres rivalidades intelectuales memorables, y algunas artificiales. Pero lo que sí es cierto, que siempre hay una que le arruina la vida a la otra, que la persigue descarnadamente, que disocia a los grupos, que se introduce en círculos de estudios para imponer su tendencia de control, sus opiniones, y su lema “divide, y vencerás”. Esas imprevistas «iguales», llegadas tardíamente al encuentro, al grupo que avanza para renovar revolucionariamente la existencia de la mujer, son las que engendran la miseria espiritual más absoluta, las que se apropian del equipaje de sus sueños comunes que se ha ido armando, para imponer con subterfugios su dominio.
Esas «iguales» crueles, ansiosas de poder, sagaces con maldad, que desarrollan de manera inesperada todas las formas de trueques para vender su identidad son las que traicionan las causas nobles de las mártires, las causas de los grupos, de su generación, y por supuesto, las causas nobles de los pueblos. Estas «iguales» con traumas emocionales, con ansias de “crecer”, de tener notoriedad sin importar los medios, no saben lo que cuesta sembrar en las rocas. Enceguecidas por la ambición, por la ilegitimidad usurpada de un status en la Historia oficial, bloquean a su alrededor que se reconozca el valer de otra.
Esta situación enteramente conocida, destructora de identidades, ocurre en todos los espacios y escenarios (en la academia, en las artes, en las ciencias, en el accionar político, en la literatura) donde quiera que exista una disputa por dejar o “imponer” sus huellas las féminas.
Así vemos que, en la Historia oficial por la lucha de los derechos de las mujeres de la República Dominicana, el nombre de  Abigail Mejía [1] no existe, no se recuerda, no se enarbola, o prácticamente se desconoce, o como he escrito anteriormente: no fue legitimado por el poder político, el sistema patriarcal o su grupo de clase. ¿Qué ocurrió? Ocurrió que Abigail Mejía fue víctima de sus «iguales»
Entiendo que, los mitos contemporáneos se entrecruzan de manera incierta, que las miradas que estudian la Historia es rígida, o sin ornamentos cuando se le da el mandato de dividir momentos estelares en los cuales el sujeto femenino ha actuado. Confieso que, ser «mujer» aun no sé lo qué es. Quizás sea un término, una psiquis, una esencia sin arcano. Ser «mujer» puede que sea una construcción fálica. Un sintagma defectuoso que se escribe, que se razona de manera opaca en el mundo, como una alusión lúdica, como una invisible existencia quebrada por la línea del azar. Ese «sujeto» humano que ha reprimido por siglos sus emociones, que gobierna la diestra y siniestra del misterio, aun no es posible descifrar. Pero sé que hierve en rebeldía, que no se agota, que no hace acuerdos con las partículas de la atmósfera, que está irremisiblemente condenado sin consternación a que la Historia no lo haga protagonista.
Las memorias son sombras que nos persiguen. El tiempo, una ilusión que se inventa. Memoria y tiempo oscilan entre la ambigüedad, se perciben, quizás, como un punto cronológico que se lanza hacia la idealidad.
¿Las mujeres intelectuales son víctimas o no de sus «iguales», de otras que le causan amargas experiencias, que provocan que su identidad sea sustituida por las menos capaces?
Se asume, se dice, que la identidad femenina está fragmentada, narrada en cuarta persona, si acaso; novelada en una libreta de apuntes que se declara perdida. Y no existen, pues, las hadas que ayuden a encontrarla. Sólo los ojos de otras «iguales» que miran con odio, con envidia, de manera avasallante, porque sufren de la enfermedad del delirio.
A veces, he creído que el azar se vuelve un árbitro del destino. Entiendo que el azar trae sus exigencias, su tiránica terquedad. Se hace un juguete de sorpresas. Otras veces es un monstruo, un problema, una red onírica, intrigante porvenir, verdugo, incansable codicia, infamia, ávida vanidad, áspera apariencia.
¿Por qué he escrito estas cosas? ¿Por qué hacer nacer estas palabras? Porque simplemente, es falso que la solidaridad entre las mujeres exista. Muchas lo que hacen es simular esa solidaridad bajo un abanico de yoes que las liga en sus existencias. La solidaridad no se práctica entre las mujeres ni en los detalles de la vida cotidiana, sino la competencia. Es sinónimo solo de encuentro o coincidencias temporales, de “opción”  para conversar sobre asuntos distintos en ambientes distintos. Así como se habla despectivamente de hombrecillos, entre ellas, las «iguales» se hablan también despectivamente de mujercillas.
El orden político, la fuerza legal de coerción que se da en la sociedad está llena de «iguales» que simulan practicar la solidaridad. Pero realmente, lo que sucede es que, en lo colectivo presumen de redentoras, de conductoras que ejercen su ambición inescrupulosa con la serena sonrisa de la hiena. Abigail Mejía fue víctima de sus «iguales».
La Historia oficial está llena de «iguales» devotas de los bienes materiales, del laudo comprado a través de dádivas, de hipócritas, de corruptas con cara sonriente y de mirada mordaz. La Historia oficial la hacen también las «iguales», y la dejan agonizante para que en el futuro no se puedan aclarar los enigmas. Es la Historia oficial (a la cual se suman las «iguales») la que ha secuestrado todo, la que ha abrumado a las conciencias, desde la cual se han escrito libelos contras las otras, la que ha hecho del pasado un anodino espejo. Ha sido esa Historia oficial que se practica aquí en las academias, en las universidades, en las escuelas, en los medios de comunicación, la que ha hecho que sea inaccesible re-escribir inequívocamente sobre esa abstracción metafísica que se llama la verdad.
La Historia oficial ha condenado al suicido emocional a muchas intelectuales que aguijonearon a la falsa realidad, y a lo ficticio del verbo. Muchas quedaron en la quimera, en la órbita vacía del silencio, muertas sin la grandeza de la eternidad, víctimas de la infamia para robarles el protagonismo y la identidad, seguras de que al borrar sus nombres, jamás la población del mundo recordaría ni siquiera a los escombros de su sepultura.
La vida -me digo- hay quienes la hacen de largas esperas o de esperas inmediatas. La espera inmediata se hace un arrebato, el vuelo de un ave de rapiña, un vuelo con cálculos erigido en el engaño, mutilando los sueños e ideales de quienes se saben a sí mismas puras, y están conscientes de que la humanidad toda, tiene un solo destino: la soledad de la muerte.
La única identidad auténtica que tiene la humanidad es la soledad, donde una se encuentra al final de cuentas con el orden infinito. Los demás es artificio, duendes sobre las manecillas del reloj, complejidad de enunciados, la vida hostil, los antagónicos de frente, la esclavitud a lo convencional, o las preguntas sin respuestas.
Abigail Mejía fue víctima de sus «iguales». No entiendo, por qué se vive en pugna, y unas quieren arrebatarle la identidad a las otras, frustrarle la autenticidad de su hacer, y en el mayor de los casos hurtarle la autoría de ideas, de acciones, de hechos.
Esta es una violencia invisible: la que se hace contra el pensar, y el hacer de las otras. Es la violencia ocultada, burladora de la identidad que extermina a la autoría, que se apropia de ella, que no está escrita en un código como la más infame violencia. Esa es la violencia que ejercen las «iguales» de la Historia oficial, las adversas a la incómoda verdad , que aun hoy no han quedado descubiertas, porque son cómplices del sistema para usurpar el destino de otra, y se forjan sobre la identidad de la otra.
No sé porqué en el fondo hay quienes pretenden vivir en la posteridad y/o para la posteridad mediante el engaño, sin dar siquiera asomo de culpabilidad. Cuántas han usurpado el pensamiento de otras de manera deleznable desde las sombras, a causa de su frustración de no tener la condición para el pensar, escribir, reflexionar o hacer.
Darle la espalda a una “amistad” que usurpa la identidad de otra es una acción de repudio, pero al mismo tiempo, la única forma de sobrevivir a la violencia invisible, la más bárbara del mundo, que descubre a los escarabajos en su estupidez de evadir el infierno de la nada.
La nada no es un suceso trivial. Es una línea donde no se guardan trofeos ni preseas materiales. Es el testigo oculto y ocular que construye las cárceles de las paranoias, de las encrucijadas. En la nada, donde lo temporal es en esencia performativo, el prisma del tiempo se erige en ironía, en ironía agonizante.
A veces, no es posible, o se hace muy difícil desanudar a la Historia oficial, puesto que es un montaje en el cual se escogen las fuentes para que los ingenuos la crean cierta. Sin embargo, es cierto que, los accidentes de la Historia y en la Historia existen, y se oponen al «sistema falo-logocentrista».
He comprobado en todo este tiempo que llevo escribiendo, o tratando de aprender a escribir, que
al «sistema falo-logocentrista» se pliegan las «iguales», esas   que en lo colectivo lo asumen como omnisciente, aferrándose a la artificial identidad que le otorgan, en el cual ellas deben sobrevivir a toda costa, sin desmayar, sin caer en vértigo, sin iniciar procesos de búsquedas; puesto que son éstas las que se hacen cómplices del poder del lenguaje del falo, sin borrar las evidencias de su sumisión.
¿No es posible acaso que, en el mundo, en el mundo nuestro, pueda renacer un ser distinto al que está ahora, aun en cautiverio de los imaginarios de las «iguales»? –No tengo respuesta, pero sí sé que desde los imaginarios las «iguales» evaden a la “realidad”
NOTA
[1] Abigail Mejía «en las primeras décadas del siglo XX su pensamiento feminista causó gran impacto, provocando diversas polémicas en los círculos políticos e intelectuales conservadores de la época en la República Dominicana. Escribió y vivió para las causas de la mujer. Fue además una enjundiosa investigadora de la lengua castellana y excelente prosista.
Manuscrito de Abigail Mejía sobre Gabriela Mistral. Junio 22 de 1931
«La notable humanista, feminista, políglota, maestra, biógrafa, y mujer de letras, Abigail Mejía (1895-1941) iluminó la conciencia nacional y trajo al país las nuevas corrientes enciclopedistas que en la vieja Europa eran el paradigma de la igualdad social, política, económica y cultural de la persona. En 1933 da a la luz pública el volumen de su tratado ideológico denominado Ideario Feminista donde planteaba las acciones, vías, medios y estrategias para que la mujer alcanzara su condición de ciudadana, y, por ende, de sujeto portador de derechos.
«Correspondió a esta insigne intelectual educada en Barcelona por María Montessori, graduada de Maestra Normal en 1919, dirigir las jornadas patrióticas en contra de la intervención norteamericana de 1916, fundar el Club Nosotras en 1927, la Acción Feminista Dominicana en 1931, ser la precursora de redactar las propuestas de reformas al Código Penal Dominicano en 1932, así como crear las primeras escuelas nocturnas para obreras, y organizar el Voto de Ensayo de la mujer dominicana en 1934 donde votaron 96,424 mujeres, marcando un hito en todo el continente». [YNP en Abigail Mejía, «Fotógrafa», Clave Digital].
En 1933 Mejía fue designada delegada del país por la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) para participar en la Séptima Conferencia Internacional Americana a celebrarse en Montevideo (1933) para presentar un informe sobre los derechos, la emancipación de la mujer y las reformas constitucionales pendientes. No puedo asistir. Abigail Mejía fue acusada ante Trujillo por sus «iguales» de establecer relaciones internacionales y diplomáticas sin “su permiso”. Minerva Bernardino viajó, entonces, a Uruguay como representante oficial del gobierno de la tiranía.
Carlota Solière de Wint, Mimi, Blanca y Abigail Mejía Solière. Barcelona, 1912
Mejía escribió la primera Historia de la Literatura Dominicana(Santo Domingo: Imprenta Caribes, 1937) el primer compendio publicado que establece en el siglo XX un canon literario nacional.
Las fotografías y manuscritos inéditos que acompañan este artículo se divulgan con autorización expresa del Dr. Juan Justo Fernández Martínez y la Dra. Raquel Abigail Fernández Nivar, herederos universales del patrimonio documental de Abigail Mejía
®Tomado de acento.com.do

9 de noviembre de 2017

2 Poems by Francisco Henriquez

Image may contain: 1 person, eyeglasses


EL SILENCIO DE LOS POBRES

En la otra cara
el diluvio recobró
su fuerza roja,
y uno a uno
los adelantados
recorrieron
las orillas de fuego...
secarse las lágrimas
con algodones tibios
la mueca del silencio
no alumbró
lo suficiente
para encender la calma
de los seres de cera
A un paso
el gigante se encontraba
cuando estalló
El silencio de los pobres.

THE SILENCE OF THE POOR

On the other face
the flood recovers
its red strength,
and one by one
the advancers
travelled
the fiery edges— 
dry your tears
with warm cotton
the doll of silence
didn’t illuminate enough
to ignite the calm
of the wax beings
Just steps away
you’ll find the giant
when the silence of the poor
explodes.
 

SONETO, 1977

Y seguirán muriendo el sol y el viento
y la lluvia remoja mi destino,
porque el tiempo me vuelve
/un peregrino,
porque sólo es frialdad, lo que
/yo siento.
La tempestad del luto me enloquece
y veo las casuchas navegando
y los niños que aun viven pensando
en la armonía triste que empobrece.
Y morirá el aliento remembrado,
el canto y las gaviotas de mi tierra,
las esperanzas, el sol, que ya
/se entierra...
en el altar solemne desterrado.
y miraré la herida que no cierra
y el llanto en mi casucha acumulado.
 

SONNET, 1977

Now the sun and the wind will continue to die
and the rain soaks my destiny,
because time reverts me
/to a pilgrim,
because it's only coldness that
/I feel.
The storm of mourning drives me crazy
and I see the slums sailing
and the children who still live thinking
of the sad harmony that brings poverty.
And the remembered breath will die,
the song and seagulls of my world,
the hopes, the sun, that
/buries itself
in the solemn altar, banished.
And look at the wound that won’t close
and the cries of my accumulating slums

Image may contain: 1 person, smiling, sitting and eyeglasses
Translator Bio: Ariel Francisco is the author of All My Heroes Are Broke (C&R Press, 2017) and Before Snowfall, After Rain (Glass Poetry Press, 2016). Born in the Bronx to Dominican and Guatemalan parents, he completed his MFA at Florida International University in Miami. His poems have appeared or are forthcoming in The Academy of American Poets, The American Poetry Review, Best New Poets 2016, Gulf Coast, Washington Square, and elsewhere. He lives and teaches in South Florida.
Author Bio: Francisco Henriquez was born in Santiago, Dominican Republic in 1957. He graduated from the Dominican Journalism Institute in 1979 and in the same year immigrated to New York City where he attended Hostos Community College. His poetry has been published in magazines and newspapers throughout Argentina, Dominican Republic, New York, and Florida. He currently lives in Orlando where he is the coordinator of the writing group "La Tertulia de Orlando.”
®http://www.elkejournal.com  

23 de octubre de 2017

Adios Lupo Hernandez Rueda


Image result for lupo hernandez rueda
Murió   a la edad de 87 años el abogado y  poeta dominicano, Lupo Hernandez Rueda , Premio Nacional de la Literatura  del año 1997.
COMO NACIENDO AÚN


         Como naciendo aún, sin descanso, continuo,
interminable,
como um río sin bordes, cae, se precipita, ruedacada día dejando su negrura como polvoen mi piel.¡Oh, la
desesperante levedad de mi cuerpo,
mi llama temporal, mi oleaje de polvo!
desesperante levedad de mi cuerpo,mi llama temporal, mi oleaje de polvo!
formando cien anillos,
formando labirinto que cubre tus orejas
y rodea tu garganta, y cae
sobre tu espalda, suavemente;
y va rodando
múltiple, innumerable
sobre el incêndio de tu cuello;
pequeño mundo mágico
donde me pierdo encendido.
¡Oh, tempo, ven, ocúpame, recórreme
por dentro, acógeme en tu océano sucessivo,
porque voy por tu herida deshaciéndome,
formándome de nuevo,
deshaciéndome,
hasta que por mí quedes,
definitivamente solo!


DEFINICION DEL ARBOL 


Es natural que el árbol abandone su cuerpo. 

Mariposa de tránsito, venturoso existir de la hebra pura, 
el árbol que yo canto es una débil llama, 
un alma vegetal que se elabora apenas. 
Herida por el goce la savia, donde habita, 

desnuda la corriente de su madera 
toda para que un mar posible de sombras la sitúe. 
El árbol sabe entonces, 

que la raíz de aire de sus ramas asciende, 
sostenida en atinada claridad de sombras, 
de otra raíz oculta. 

II 
Canto el árbol a solas en la sangre, 

el árbol que se escapa por la herida del cuerpo. 
Canto el árbol azul de la ignorancia 

que me recorre entero, árbol de sombras sólo, 
de oscuridad exacta. 
Canto para cantarme, 

para cantar el árbol en que habito, 
la dulce morada solitaria del cuerpo que me tiene. 
Canto porque deseo, porque quiero vivir, 

amar, andar libre, sin peso por el árbol. 

III 
Cuando ama el árbol se deshace, 

huye, proclama su levedad de hojas, 
publicación de verdes regalados o canción diluía, deleite de su rama carnal, de su escondrijo de azuladas raíces en espera. 
Cuando ama el árbol se diluye en alegre corriente de la madera dulce. Cuando ama el árbol del amor... 
Hueco de soledad que te pronuncia a solas, quizás, el árbol del amor duerme en olvido, en apretada soledad más pura. Porque el oro de mi risa no basta para llenar su límite, se abre como un sol para ofrecerse entero cuando ama, el árbol del amor. 

IV 
Hay almas que no mueren en las hojas del canto aunque no encuentren otra manera posible de escapar, aunque no exista otro refugio, apetecido vaso, ardido recipiente, olorosa unidad de carne viva que ocupe su lugar, su desmedido espacio, porque una muerte existe en cada hoja vacía de substancia, y una huidiza llama. 
Hay almas que se pudren en las hojas del cuerpo por su origen oscuro, porque después, pudiendo libertarse, darse a todos, sin interés ni esfuerzo, asumen la condición de pájaros comunes. 
Hay almas que se nutren a la sombra de todos con los apetecidos metales de la sangre, de cuantos, humanamente sanos, confiados, se acercan a su espacio para entregarse solos a su gran apetencia. 


Es posible que el árbol sepa entonces que atado definitivamente al mar de soledad que habita carece de toda libertad para decir las cosas que humanamente vive repitiendo. 
Es posible, oh Dios, crecer cada domingo en desmedido arroyo de alabanzas. 
Es posible, oh vida, que el árbol de la sangre se derrame y el universo todo de mi isla sea pequeño para su inacabado límite. 
Es posible, oh sangre, que dolorosas hebras formulen una noche más honda que la nuestra. Pero también, oh libertad, es posible que el árbol conmovido, tomando agudas fuerzas, -no sé de dónde-, acierte en una furia libertada y con ello motive su justo crecimiento. 

VI 
Porque las raíces de los árboles todos pululan en lo oscuro, en el vientre crecido de la tierra. Porque una lluvia de hombres se traduce en finísimo polvo, la tierra estará llena de raíces amargas, de inacabados ríos de lágrimas. 
La alegría de los frutos, la rosa regalada, la humedad de los huertos, la fiesta de oro de los días alegres ignoran la raíz, su propiedad de abeja, porque la raíz es un árbol de sombras, es un árbol de sombra rodeado de oscuro. 
Pero todas las humanas raíces se aúnan en un río de trabajo en la noche completa del árbol. Y la madre de todas, las amorosas madres esperan una muerte, una ola de savia en fruto consumada, su semejante amando, que respire unidad en un río subterráneo interminablemente largo, como una noche más en la noche de todos. 


Como Naciendo Aún 


A Luis Morales Peña 


Como naciendo aún, sin descanso, contínuo, interminable, como un río sin bordes, cae, se precipita, rueda cada día dejando su negrura como polvo en mi piel. ¡Oh, la desesperante levedad de mi cuerpo, mi llama temporal, ni oleaje de polvo! ¡Oh, tiempo, ven, ocúpame, recórreme por dentro, acógeme en tu océano sucesivo, porque voy por tu herida deshaciéndome, formándome de nuevo, dehaciéndome, hasta que por mí quedes, definitivamente solo! 

PEQUEÑO MUNDO MAGICO 


Con el dios de mil tallos de sus hebras formando cien anillos, formando laberinto que cubre tus orejas y rodea tu garganta, y cae sobre tu espalda, suavemente; y va rodando múltiple, innumerable sobre el incendio de tu cuello el pelo tuyo, pequeño mundo mágico donde me pierdo, encendido. 


CUANDO LLEGAN LOS MUERTOS 
A Virgilio Díaz Grullón 

Cuando llegan los muertos y han llovido sobre ellos muchas lágrimas, cuando sobre sus rostros, alguna vez hermosos, se pasea la noche, y la hierba crece como sus cabellos; cuando llegan innumerables y establecen su asiento bajo el pasto viviente, bajo las catedrales y los árboles, sus cuerpos endurecidos crecen en la inmovilidad, en el umbral de la memoria como un beso, como una moribunda llama. Sólo la sombra de sus vidas queda sobre la tierra, y el deseo y el sueño de los vivos, y el Tiempo que ni muere ni padece, y la sedienta Muerte como de una cuerda tirando de nosotros. 




 Lupo Hernandez Rueda nació en Santo Domingo el 29 de julio de 1930.
Poeta, ensayista, abogado y profesor universitario. Se graduó de Doctor en Derecho de la Universidad de Santo Domingo. Además, realizó estudios de postgrado en Derecho Laboral comparado en Italia, Suiza y España. Dirigió la Escuela de Relaciones Laborales de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña y la Asociación Dominicana de Derecho del Trabajo y de Seguridad Social.  Obtuvo el premio Nacional de Poesía en cinco ocasiones, a saber el dominicano que mayor cantidad de veces ha obtenido este importantísimo galardón. En 1980 recibió el Premio Nacional de Ensayo por su obra La generación del 48 en la literatura dominicana, y en 1997 el codiciado Premio Nacional de Literatura por su valiosa trayectoria en las letras dominicanas.
Entre sus obras literarias más conocidas podemos señalar Como Naciendo Aún (Premio Nacional de Poesía 1960), Santo Domingo Vertical, Del Tamaño del Tiempo (Premio Nacional de Poesía 1979), Muerte y Memoria (Premio Nacional de Poesía 1963), Crónica del Sur, La Generación del 48 en la Literatura Dominicana (Premio Nacional de Ensayo 1980), Cuanza (Premio Nacional de Poesía 1984), Con el Pecho Alumbrado (Premio Nacional de Poesía 1988), Por el Mar de Tus Ojos y la Antología La ciudad y el amor ( que lo incluye a él, a Marcio Veloz  Maggiolo, a Tony Raful y a Tomás Castro Burdiez) la cual se puede conseguir gratuitamente en la internet. Y en lo jurídico ha producido importantes otras como Jurisprudencia de trabajo, Nociones de Derecho de Trabajo y La seguridad social en Santo Domingo entre muchos títulos más

16 de julio de 2017

Carmen Natalia

Ylonka Nacidit-Perdomo: Encuentro a solas con Carmen Natalia. Acento.com.do.

¿Qué es una tumba sino la última morada donde se rinde cuentas de la jornada de la vida; donde las aves en acción de gracias se posan, y celebran al espíritu que espera la resurrección prometida?


He vuelto a estar a solas con mi alma
y no le he dicho nada.
En silencio, tal vez, le di mi verso
Carmen Natalia, el día de su bautizo. 4 de septiembre, 1917. Capilla Arzobispal
y ella, en silencio, acaso lo guardara.

¿De qué hablaba mi verso?
Nació sólo por ella, por mi alma.
Nació en sus blandas fibras
que tiemblan ante el raro
prodigio de la vida y en ella se desgarran.

Nació porque mi alma, serenamente, ama
todas las cosas buenas,
todas las cosas tristes,
todas las cosas bellas…
Nació en sus blandas fibras
y ha de morir en ellas…
Carmen Natalia, fragmento de «He Vuelto a Estar a Solas con mi Alma».
Un poema premonitorio. Una reflexión, sin dudas, de un alma alejada del concepto terrenal de la muerte, que no percibe en el sepulcro el término de« todo», de todas las cosas buenas, todas las cosas tristes, todas las cosas bellas, porque se abraza a los elementos del orbe, a la belleza par excellence interior, no a la superficialidad de lo corporal; una voz poética que une sus ideas a lo placentero de la quietud con sus versos alegóricos al vuelo espiritual, a la guarda de las horas, no a la prisión sentenciosa del final. Una composición que nos despierta a comprender que el cadáver enterrado de la poeta en una tumba es sólo la representación de su existencia, que aparentemente se clausura cuando el féretro es entregado a todas las criaturas que se encuentran al lado del «prodigio de la vida y en ella se desgarran».
Carmen Julia Bonilla Atiles, y su hija Camen Natalia, ca. 1917
Estos son los versos de Carmen Natalia (1917-1976) que pertenecen, quizás, al contemptu mudi, que la miseria de la condición humana no coloca como un lema, en el pórtico, en la entrada de las sepulturas, para que se entienda que descendemos a la tumba con la inocencia pura en los labios en ese memento mori del ansiado reposo, que significa sueño eterno.
Carmen Natalia falleció en Santo Domingo en la noche del martes seis de enero de 1976. Su cuerpo inerte, amortajado, que no dudo esté en estado de incorruptibilidad reposa en cristiana sepultura en el cementerio Cristo Redentor del sector Los Girasoles, en la misma tumba familiar sencilla donde su madre Carmen Julia Bonilla Atiles fue entregada al misterio de la muerte por sus seres queridos, con una tarja o lápida que recuerda literalmente a la memoria  cuándo nació, y cuándo falleció, sin ninguna escritura emblemática, sin exaltar la grandeza de sus valores literarios para cuando los visitantes se encuentren  a solas con su alma, rodeada del amor aun presente que inspiran sus poemas, sin mencionar que padeció el destierro de su patria, y el oprobio de una dictadura, sin mayores palabras, sin ninguna vanidad, que no sea la dignidad de su nombre: Carmen Natalia.
Pedro Mir al leer ante la tumba de Carmen Natalia el Panegírico, el poema que le escribiera «Despedida», también hizo una segunda premonición sobre su alma, le dijo entonces a la amiga-poeta que se desprendía a solas de la danza de la vida, estas estrofas: «Ahora nosotros vámonos. La historia triste, lejos de ti, tal vez nos junte. / Y entre tanto la vida que pregunte/ y tú sola contéstale a la gloria. » [2]
Y así fue. La historia -después de andar unidos en ideales, en luchas, y en la literatura entre los vivos, de nacer en el mismo terruño, en San Pedro de Macorís- los juntó en el Cementerio Cristo Redentor. Al morir, Pedro Mir fue sepultado en el mismo camposanto donde está Carmen Natalia, del cual partirá ahora él, es decir, su alma -por decisión de sus familiares- mañana 11 de julio, para dejar a Carmen Natalia allí, sola, a fin de que sea ella que les conteste a los visitantes por los dos, sobre la gloria de ambos.
Ahora, que inicio mi encuentro a solas con Carmen Natalia, me pregunto ¿qué es una tumba?- Y me respondo: ¿Acaso un accesorio a la agotada vida que se fue lejos, que partió de las cosas terrenales con significantes? ¿Acaso una noble sepultura es el último eslabón donde se yace en silencio con boato o sin boato, el encierro, la clausura que nos da la colectividad social como tributo, el espacio que nos acoge para que el rocío continúe sobre las rosas o las yerbas silvestres como un tributo de las lágrimas de los ángeles cuando nos dejan a solas?
Carmen Natalia, diciembre de 1921. Col. Isabel Martínez de Roques
¿Qué es una tumba?-¿Un nuevo “trono” para la vanidad de los que quedan, donde la piel que se cansa de su lozanía se hace elemento vegetal, elemento   mineral, elemento natural, huésped del frío, del calor, del suelo, de la oscuridad? ¿Acaso es el suelo que nos espera para desvestirnos de las molestias que trae ser corroído al pasar el tiempo, puesto que nos “arruinamos”, y no retoñamos como las plantas al ser cortadas?
¿Qué es una tumba sino la última morada donde se rinde cuentas de la jornada de la vida; donde las aves en acción de gracias se posan, y celebran al espíritu que espera la resurrección prometida? ¿Qué es una tumba sino una armadura para la inclemencia del clima tropical que nos otorgan como un voto de amor un amigo, un ser querido o un familiar que solo espera como atributo para el nicho la solemnidad del silencio, la sencillez sin murmuraciones, sin pedidos de majestad, sin encanto más noble que dejarnos soñar allí, lejos de los cálculos banales materiales que se justifican en la arrogancia?
Sin embargo, hay tumbas que tienen un significado histórico-cultural, y no yerro al decir que una de ellas es la de Carmen Natalia. Su tumba acoge la costumbre de recordarla, de apreciar la luz cuando se descompone para liberar a nuestros ojos del asombro, para que observemos el jardín donde crecen los árboles y se hacen por su verdor motivos para cantarles, porque la conciencia sobre el significado de una tumba no se hace sólo de fines para pedir recompensas. El amor al que se ama se hace sagrado cuando el duelo no se convierte en codicia, en solicitud de rangos o en petición de provechos.
Toda tumba que se piensa, que se hace, o se pretende erigir en base a cálculos materiales, le “arrebata” al fallecido más de la mitad de su gloria. Le quita la tranquilidad de dormir en paz. Lo restablece a los designios de los otros -de los que tienen vida, y están vivos-; lo hace parte del juego del poder, de esa flota de expedicionarios que se hacen a la mar de lo público para “colectar” adulaciones.
Carmen Natalia con su sobrina Isabel Roques Martínez. 1958, Col. Isabel Martínez Vda. Roques.
Una tumba no es una “tienda” donde se cree que es lo mismo una cruz cristiana, que una escritura pomposa con noticias de su “dueño”. Pulgada a pulgada es un dominio que se consiente, a veces, al vaivén de los tiempos, que se agrieta, que duele.
Quizás sea cierto, y esté equivocada, pero las tumbas de los poetas se cuidan muy pocos como monumento sepulcral, y se olvidan. Al parecer se le atribuye el mismo escaso valor que a cualquier cosa pública que no ofrece plusvalía. En ninguna normativa ni ley está estipulado que las tumbas de los poetas deben reflorecer vivamente por cada aniversario de su nacimiento o muerte. Sólo se sabe que, de ellas se levantan sus almas para encontrarse frente a frente con las más ruines bastardías, y que se dejan oír a través de sus versos, y no esperan como mayor ofrenda que vestirse de la nada, esa misma nada que sí pernota a su lado, que es únicamente su compañera como esfera para elevarse al infinito. Una tumba sólo da el fruto de la eternidad a los que el pueblo hace sus poetas.
Pedro Mir, el Poeta Nacional -cuya alma parte mañana del Cementerio Cristo Redentor para dejar a solas a Carmen Natalia contestándole a la gloria, dijo de ella, nuestra Poeta de la Patria: «Su poesía, no solamente no se alistó en el ejército del absolutismo imperial, sino que consagró sus voces más puras a glorificar a los patriotas que se inmolaban en la lucha contra la tiranía dominicana. De este momento es lo más gallardo, permanente y formidable de su canción. Sus versos volvieron a andar de boca en boca. Su nombre fue otra vez besado como en los días de su infancia por las madres conmovidas. Otra vez, aunque en una nueva dimensión y en una nueva época, su nombre retumbó en esa gran caja de resonancia que es la nacionalidad satisfecha y adoptó la posición de los grandes vuelo por los dominios de la posteridad. » [3]
Carmen Natalia con su sobrino Eurípides Roques Martínez. Col. Isabel Martínez Vda. Roques. ca. 1954.
En este año del centenario del nacimiento de Carmen Natalia se cumple la profecía de Pedro Mir: el nombre de Carmen Natalia vuelve a estar de «boca en boca», y no está muy lejano el día en que « las madres conmovidas» de este país vuelvan a besarlo «en una nueva dimensión y en una nueva época» en «grandes vuelo por los dominios de la posteridad. »
La posteridad de Pedro Mir (el Poeta Nacional) y de Carmen Natalia (la Poeta de la Patria) los unió en el Cementerio Cristo Redentor. Ahora, en aquella ciudad de sueño eterno mi encuentro será a solas con Carmen Natalia, más aun cuando ahora, en el presente, las poetas sufrimos del desencanto, y evocamos al desarraigo como naufragio, como experiencia de catarsis o dolor.
Desde ahí, desde el naufragio, desde esas aguas que se hacen mares, y desde el agua de las lágrimas que nos deja el no comprender los enigmas de la vida, hacemos del oficio un arbusto que florece, una piel que se renueve cuando la estación de la primavera nos atrae a las tonalidades de la luz hecha metáfora o geografía que reúne la síntesis única que sugiere a la naturaleza advertir en ella los senderos por los cuales iremos para evocar al sueño, a la existencia, y cortejar a las canciones que desde la latitud Sur trae el viento. Ya lo dijo, sencillamente, Carmen Natalia en los versos finales de su poema «He Vuelto a Estar a Solas con mi Alma»:
   Por eso, cuando quise decirle tantas cosas
no pude decir nada
y le ofrendé, temblando, mi verso silencioso.
¡Quieres saber ahora lo que dice este verso!
¿Tú no sabes que nadie
podría comprenderlo?

   No tuvo el viejo molde de las palabras hueras,
Carmen Natalia en 1939 cuando publicó su primer libro de poemas Alma Adentro. Col. Isabel Martínez de Roques
ya te lo dije antes,
nació porque mi alma
ama todas las cosas de la vida.
Nació en sus blandas fibras,
por ella y para ella.

   Fue un verso silencioso,
sin palabras, sereno…
¡Solamente mi alma podría comprenderlo!

Carmen Natalia
(1917-1976)


NOTAS
[1] Poema publicado por primera vez en el periódico La Nación, el domingo 11 de enero de 1942 «Página Literaria» de “La Nación”. Página 6. Posteriormente aparece en Carmen Natalia, Alma Adentro. Obra poética completa. 1939-1976. (Santiago: Universidad Católica Madre y Maestra, 1981): 189-190. Edición con un Prólogo Altamente confidencial ¿«A dónde, a dónde fueron tus gritos vegetales»? de Pedro Mir; «A Manera de Epílogo. C. N. En dos notas telegráficas y dos poemas» por Alberto Baeza Flores y «Carmen Natalia. Datos biográficos» de O. M. (Maricusa Ornes), publicado por Danilo de los Santos, Director de la Colección de la PUCMM, corregido por José Alcántara Almánzar.
Carmen Natalia, primera de izq. a derecha junto a familiares. Febrero, 1956
[2] El Caribe(8-I-1976): 1, 13.
[3] El Caribe(17-I-1976): 4. María Ugarte compuso para El Caribe una página completa con una nota formada por ella (M. U.) donde reprodujo los poemas de Carmen Natalia: «La miseria está de ronda», «Llanto sin término por el Hijo nunca llegado (Llanto Séptimo) », «Oración Final», «Canto a la Tierra», «Poema de la Eterna Búsqueda» y «Oda Heroica a las Mirabal», así como dos párrafos del prólogo escrito por Pedro Mir para el volumen que recopilaría las poesías completas de la autora recién fallecida que se anunciaba como Versos de Carmen Natalia.

Poema de Francisco Henriquez

  Pregunta   En que bolsillo de mi alma Guardaré tu ausencia? En que mirada de la muchedumbre  Encontraré la tuya? Cuando el suelo me hable ...