ZURELYS
LÓPEZ AMAYA (La Habana, 1967)
El
viaje es apenas un movimiento
Voy
hacia el tren que disipa mi círculo. El círculo es marcado por el
hábito de no salir hacia el exterior, hacia luces diferentes que
mueven el cuerpo. Es difícil conformarse, guardar el deseo, el
tiempo que llevamos en la orilla donde el ave deja sus huevos y
emigra en retorno incesante. Casi nunca salgo de la Habana.
Me sumerjo entre caracoles dispersos que respiran la sal de cada
día, como pez que mira temeroso el símbolo distante. Aparto el
frágil discurso. Extraño la isla con sus muros y ciénagas. Ellos
soportan la huella del caminante y del animal. No sueño despierta
sobre la isla. Salgo hacia la ventana y miro la Plaza de
siempre con su brillo empinado. Miro el infinito de los hombres.
Recorro sus costas con la ternura del que llora y cree en el mañana.
Pienso en el color de mi sangre, inmersa y repetida por los años,
revolviéndose en mi cuello hasta sentir que no se zafa uno de la
isla, que no abandonamos la bandera por los sueños de conocer el
mundo. La isla es el sueño marcado del que añora.
Navegación
“el
sueño es ver las cosas invisibles...”
-Fernando
Pessoa
Los
puertos son las huellas del caminante que sostiene su esfera. Nada
puede cambiar los ojos hacia el puerto. Él mira hacia los barcos con
banderas diferentes. Mira el puerto con la tristeza de un caminante.
Un niño lo observa detenido en el aire. El hombre mira hacia el
vacío. El niño mira a los barcos con banderas diferentes.
El
cazador
Mi
sueño es un sueño tímido.
Hay
un arco con flecha escondiéndose del árbol,
del
venado libre que mueve su esqueleto para no morir.
Venado
y yo salimos a conocer el bosque
transitado
por arqueros mediocres que desean su carne.
El
rey y su riqueza juntan balas para matar elefantes.
Yo
no diría rey herido y solo,
inmerso
en su juego de matar.
Diría
animal sin principios,
hombre-
animal que juega a la muerte sin prisa.
Mi
sueño es un sueño tímido,
cansado
de mirar reyes que matan elefantes.
Prefiero
descubrir un ave encerrada en el castillo del rey
que
un elefante muerto por el hombre.
La
vida sigue su curso,
los
reyes disfrutan la muerte de alguien que lanza agua con su trompa
para
alegrar a sus crías.
No
diría rey herido y solo,
inmerso
en su juego de matar.
Diría
animal sin principios,
diría
palacio de reyes con alfombras y cabezas de toro,
diría
dinero malgastado que no cubre el hambre del hambriento.
No
gastaría el dinero en matar elefantes para satisfacer un hambre.
Una
cosa es dibujar a una boa comiéndose a un elefante
y
trasmitir el mensaje de la supervivencia
y
otra convertirla en tierra y ceniza.
Exúperi
y su príncipe tuvieron un amigo en común.
® ZURELYS
LÓPEZ AMAYA