29 de julio de 2009

Premio Neruda Para Cardenal

''Este es un reconocimiento no sólo a su inmensa obra literaria, sino también a su permanente apuesta por un mundo más humano y más justo, donde el amor y la cooperación serán una realidad y no sólo bellas intenciones'', agregó La presidenta Michelle Bachelet








Santiago de Chile, El poeta nicaraguense Ernesto Cardenal recibió el lunes en la capital chilena el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda de manos de la presidenta Michelle Bachelet, informó la Sociedad de Escritores de Chile.

La más alta distinción que concede el Estado de Chile a un poeta iberoamericano recayó este año en el autor de "Epigramas", de 84 años, que es sacerdote católico y partidario de la teología de la liberación.

El premio le fue otorgado por su "logro de remozar la tradición occidental clásica aplicándola a la actualidad contemporánea, su interés y preocupación permanente por los pueblos originarios de este continente y por su compromiso político".


El galardón, instaurado en 2004 con motivo del centenario del natalicio del Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, recayó ese año en el mexicano José Emilio Pacheco, en 2005 en el argentino Juan Gelman, en 2006 en el peruano Carlos Germán Belli, en 2007 en la cubana Fina García Marruz y en 2008 la chilena Carmen Berenguer.

El jurado de esta convocatoria estuvo integrado por la propia Berenguer y el también chileno Oscar Hahn, por el argentino Jorge Boccanera y el colombiano Juan Gustavo Cobo, así como por la filóloga española Selena Millares.

Además, el autor de "Oración por Marilyn Monroe", que optó al Premio Nobel de Literatura en 2005, ofrecerá el próximo martes un recital en la sede de la Sociedad de Escritores de Chile.

Cardenal estudió literatura en México y en Nueva York, luchó en su país contra la dictadura de Anastasio Somoza (1967-1972 y 1974-1979), ingresó en Estados Unidos en la orden de la Trapa y, ya de vuelta en Managua, fue ordenado sacerdote.

Tras la caída del régimen, el 19 de julio de 1979, Cardenal fue nombrado ministro de Cultura del gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), cargo que ocupó hasta 1987.

En 1983, Juan Pablo II, que estaba de visita en Nicaragua, amonestó a Cardenal frente a las cámaras de televisión de todo el mundo por apoyar la teología de la liberación y por formar parte del Gobierno sandinista.

Actualmente, el poeta y político está enfrentado al gobierno del sandinista Daniel Ortega y asegura que en su país hay una "dictadura evidente y prolongada" y es necesario "volver al verdadero sandinismo".

27 de julio de 2009

Rainer María Rilke



Cartas a un joven poeta

Rainer María Rilke
(fragmento)

Yo creo que también en el hombre hay maternidad. Tanto en su espíritu como en su cuerpo. Pues su modo de engendrar es así mismo una especie de parto. También es parto cuando crea al impulso de una íntima plenitud. Acaso haya entre los sexos mayor grado de parentesco y afinidad que el que se supone comúnmente. Y la gran Renovación del mundo consistirá quizás en que el hombre y la mujer, una vez libres de todo falso sentir y de todo hastío, ya no se buscarán mutuamente como seres opuestos y contrarios, sino como hermanos y allegados. Uniéndose como humanos, para sobrellevar juntos, con seriedad, sencillez y paciencia, el arduo sexo que les ha sido impuesto.


También es bueno amar, pues el amor es cosa difícil. El amor de un ser humano hacia otro: esto es quizás lo más difícil que nos haya sido encomendado. Lo último, la prueba suprema, la tarea final, ante la cual todas las demás tareas no son sino preparación. Por eso no saben ni pueden amar aún los jóvenes, que en todo son principiantes. Han de aprenderlo. Con todo su ser, con todas sus fuerzas reunidas en torno a su corazón solitario y angustiado, que palpita alborotadamente, deben aprender a amar. Pero todo aprendizaje es siempre un largo período de retiro y clausura. Así, el amor es por mucho tiempo y hasta muy lejos dentro de la vida, soledad, aislamiento crecido y ahondado para el que ama. Amar no es, en un principio, nada que pueda significar absorberse en otro ser, ni entregarse y unirse a él. Pues, ¿qué sería una unión entre seres inacabados, faltos de luz y de libertad? Amar es más bien una oportunidad, un motivo sublime, que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo; para volverse mundo, todo un mundo, por amor a otro. Es una gran exigencia, un reto, una demanda ambiciosa, que se le presenta y le requiere; algo que lo elige y lo llama para cumplir con un amplio y trascendental cometido. Sólo en este sentido, es decir, tomándolo como deber y tarea para forjarse a sí mismo "escuchando y martilleando día y noche", es como los jóvenes deberían valerse del amor que les es dado. Ni el absorberse mutuamente, ni el entregarse, ni cualquier otra forma de unión, son cosas hechas para ellos, que por mucho tiempo aún, han de acopiar y ahorrar. Pues todo eso es la meta final. Lo último que se pueda alcanzar. Es tal vez aquello para lo cual, por ahora, resulta apenas suficiente la vida de los hombres.

Si nos fuese posible ver más allá de cuanto alcanza y abarca nuestro saber, y hasta un poco más allá de las avanzadillas de nuestro sentir, tal vez sobrellevaríamos entonces nuestras tristezas más confiadamente que nuestras alegrías. Pues son ésos los momentos en que algo nuevo, algo desconocido, entra en nosotros. Nuestros sentidos enmudecen, encogidos, espantados. Todo en nosotros se repliega. Surge una pausa llena de silencio, y lo nuevo, que nadie conoce, se alza en medio de todo ello y calla...

10 de julio de 2009

Adios Jorge Enrique

El destacado escritor, político y poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum murió el pasado 3 de Julio a los 83 años de edad en Quito, Ecuador, de un paro cardio-respiratorio. Nacido en la ciudad de Ambato, capital de la provincia de Tungurahua, se destacó por sus obras de temas sociales, recibió varios premios nacionales e internacionales y fue nominado al Premio Cervantes.
Entre sus mayores y más conocidos éxitos aparecen la novela Entre Marx y una mujer desnuda, publicada en 1976, que fue llevada al cine en 1996 por el realizador ecuatoriano Camilo Luzuriaga.
Su primer libro Ecuador amargo fue publicado un año después y recibió comentarios de Pablo Neruda y Carlos Drummond de Andrade. Se desempeño también como redactor cultural del Diario del Ecuador, de Quito, colaboró con numerosas revistas latinoamericanas de cultura y fue profesor de literatura en diversas instituciones. Publicó otros libros de poesía, entre ellos Notas del hijo pródigo (1953) y Relato del extranjero (1955), y uno de ensayos críticos Poesía del siglo XX, que abarca estudios sobre Paúl Valery, Rainer María Rilke, César Vallejo, entre otros. En 1960 obtuvo con su obra Dios trajo la sombra, tercer volumen de los cuadernos de la tierra, el premio de poesía en el primer Concurso de la Casa de las Américas de la Habana. Posteriormente, publicó el cuarto volumen, El dorado y las ocupaciones nocturnas. Ha traducido al español la poesía de T.S. Elliot, Langston Hughes, Jacques Prévert, Yannis Ritsos, Vinícius de Moraes, Nazım Hikmet, Fernando Pessoa, Joseph Brodsky, y Seamus Heaney.

POESIA DE JORGE ENRIQUE ADOUM.


No es nada, no temas, es solamente América

Cuando supe

(porque yo soy así, aquel que se levanta

a golpes, se desentierra, se pone el cuerpo

que dejó en la silla, la esperanza que ya no

le servía sino como una mala dentadura,

y sale, más bien se saca, para ver cómo han ido

los días de allá afuera, cómo sigue la insolente

estatua de los dictadores, casco arriba y casco

abajo, animal de baraja, poniéndose mala

madre por su cuenta, mala hostia en el verano

enamorado, mala piedra en su rocío, su memoria,

solo para que tropiece el desterrado, caiga

apenas, a duras penas, crea que se equivoca,

que no tiene razón en su raíz)

me desperté

asustado. En dónde estoy, grité, después

de tanto esfuerzo, hasta cuándo

es antes todavía, cómo me llamo

entonces, para qué me llamo.

(Porque todo

olía a siempre, a sufrimiento viejo, muerte

de ayer que no valió de nada, absurdo

en que han quedado restos de la telarañada

cena, y todavía, todavía hay que poner

la mesa, camareros, perezosos profetas

consuetudinarios, ponerle voluntad al pan,

servir el desayuno de los pobres, sin tanto

regresar a hoy, error de fecha, digo,

y tantos siglos sin lavar la servilleta.)

Y no pude seguir desaprendiendo a pura

historia, y no pude apretarle el cinturón

al corazón para que aguante. Mejor nos fuimos,

prójimo y yo, a rehacer lo roto, los vestidos,

a preparar las vísperas.

Aún no he vuelto

y no sé cuándo volveré a morir: no tengo tiempo.


© Jorge Enrique Adoum
(Ecuador, 1926-2009)

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