17 de septiembre de 2018

Poesía de Ida Vitale


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La obra poética de Ida Vitale (Uruguay, 1923) se presenta como un cuerpo coherente en la actual poesía latinoamericana gracias a una doble actitud crítica que pone bajo la lente de la sospecha al lenguaje y al mundo. La conciencia de pérdida de mundo, de irreparable escisión entre Naturaleza y Hombre —presente siempre en la obra de Vitale— se vincula con la parte más romántica, la cual —ante la algarabía generalizada de una civilización ebria de progreso— dará testimonio de esa falla —en el sentido geológico y en el sentido de equívoco—, de ese corrimiento de los bordes que imbricaban lenguaje y mundo. A partir de ahí la poesía moderna se desnaturaliza, se vacía de mundo y deviene carencia o cardo en el desierto de la significación. Si entonces, a partir de ahí, el mundo está en otra parte, es comprensible que la poesía quiera compensar la carencia objetualizándose, estrenando cuerpo propio en el lugar que ocupara el árbol, el pájaro, la roca. Será la vanguardia quien asumirá esta actitud y la llevará hasta los límites últimos de la experimentación.   Víctor Sosa


Estar solo

Un desventurado estar solo,
un venturoso al borde de uno mismo.¿Qué menos? ¿Qué más sufres?¿Qué rosa pides, sólo olor y rosa,sólo tacto sutil, color y rosa,sin ardua espina?


(1953)
Este mundo

Sólo acepto este mundo iluminado
cierto, inconstante, mío.
Sólo exalto su eterno laberinto
y su segura luz, aunque se esconda.
Despierta o entre sueños,
su grave tierra piso
y es su paciencia en mí
la que florece.
Tiene un círculo sordo,
limbo acaso,
donde a ciegas aguardo
la lluvia, el fuego
desencadenados.
A veces su luz cambia,
es el infierno;
a veces, rara vez,
el paraíso.
Alguien podrá quizás
entreabrir puertas,
ver más allá
promesas, sucesiones.
Yo sólo en él habito,
de él espero,
y hay suficiente asombro.
En él estoy,
me quede,
renaciera.

Obligaciones diarias

Acuérdate del pan,
no olvides aquella cera oscura
que hay que tender en las maderas,
ni la canela guarneciente,
ni otras especias necesarias.
Corre, corrige, vela,
verifica cada rito doméstico.
Atenida a la sal, a la miel,
a la harina, al vino inútil,
pisa sin más la inclinación ociosa,
la ardiente grita de tu cuerpo.
Pasa, por esta misma aguja enhebradora,
tarde tras tarde,
entre una tela y otra,
el agridulce sueño,
las porciones de cielo destrozado.
Y que siempre entre manos un ovillo
interminablemente se devane
como en las vueltas de otro laberinto.

Pero no pienses,
no procures,
teje.


De poco vale hacer memoria,
buscar favor entre los mitos.
Ariadna eres sin rescate
y sin constelación que te corone.

La palabra

Expectantes palabras,
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
aéreas,
airadas,
ariadnas.

Un breve error
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.



Cuadro

Construimos el orden de la mesa,
el follaje de la ilusión,
un festín de luces y sombras,
la apariencia del viaje en la inmovilidad.
Tensamos un blanco campo
para que en él esplendan
las reverberaciones del pensamiento
en torno del icono naciente.
Luego soltamos nuestros perros,
azuzamos la cacería,
la imagen serenísima, virtual,
cae desgarrada.

24 de agosto de 2018

Rosario Castellanos.

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Muro de lamentaciones

I

Alguien que clama en vano contra el cielo:
la sorda inmensidad, la azul indiferencia,
el vacío imposible para el eco.
Porque los niños surgen de vientres como ataúdes
y en el pecho materno se nutren de venenos.
Porque la flor es breve y el tiempo interminable
y la tierra un cadáver transformándose
y el espanto la máscara perfecta de la nada.

Alguien, yo, arrodillada: rasgué mis vestiduras
y colmé de cenizas mi cabeza.
Lloro por esa patria que no he tenido nunca,
la patria que edifica la angustia en el desierto
cuando humean los granos de arena al mediodía.
Porque yo soy de aquellos desterrados
para quienes el pan de su mesa es ajeno
y su lecho una inmensa llanura abandonada
y toda voz humana una lengua extranjera.

Porque yo soy el éxodo.
(Un arcángel me cierra caminos de regreso
y su espada flamígera incendia paraísos.)
¡Más allá, más allá, más allá! ¡Sombras, fuentes,
praderas deleitosas, ciudades, más allá!
Más allá del camello y el ojo de la aguja,
de la humilde semilla de mostaza
y del lirio y del pájaro desnudos.

No podría tomar tu pecho por almohada
ni cabría en los pastos que triscan tus ovejas.

Reverbera mi hogar en el crepúsculo.

Yo dormiré en la Mano que quiebra los relojes.

II

Detrás de mí tan sólo las memorias borradas.
Mis muertos ni trascienden de sus tumbas
y por primera vez estoy mirando el mundo.

Soy hija de mí misma.
De mi sueño nací. Mi sueño me sostiene.

No busquéis en mis filtros más que mi propia sangre
ni remontéis los ríos para alcanzar mi origen.
En mi genealogía no hay más que una palabra:
Soledad.

III

Sedienta como el mar y como el mar ahogada
de agua salobre y honda
vengo desde el abismo hasta mis labios
que son como una torpe tentativa de playa,
como arena rendida
llorando por la fuga de las olas.

Todo mi mar es de pañuelos blancos,
de muelles desolados y de presencias náufragas.
Toda mi playa un caracol que gime
porque el viento encerrado en sus paredes
se revuelve furioso y lo golpea.

IV

Antes acabarán mis pasos que el espacio.
Antes caerá la noche de que mi afán concluya.

Me cercarán las fieras en ronda enloquecida,
cercenarán mis voces cuchillos afilados,
se romperán los grillos que sujetan el miedo.

No prevalecerá sobre mí el enemigo
si en la tribulación digo Tu nombre.

V

Entre las cosas busco Tu huella y no la encuentro.
Lo que mi oído toca se convierte en silencio,
la orilla en que me tiendo se deshace.

¿Dónde estás? ¿Por qué apartas tu rostro de mi rostro?
¿Eres la puerta enorme que esconde la locura,
el muro que devuelve lamento por lamento?
Esperanza,
¿eres sólo una lápida?

VI

No diré con los otros que también me olvidaste.
No ingresaré en el coro de los que te desprecian
ni seguiré al ejército blasfemo.

Si no existes
yo te haré a semejanza de mi anhelo,
imagen de mis ansias.

Llama petrificada
habitarás en mí como en tu reino.

VII

Te amo hasta los límites extremos:
la yema palpitante de los dedos,
la punta vibratoria del cabello.

Creo en Ti con los párpados cerrados.
Creo en Tu fuego siempre renovado.

Mi corazón se ensancha por contener Tus ámbitos.

VIII

Ha de ser tu substancia igual que la del día
que sigue a las tinieblas, radiante y absoluto.
Como lluvia, la gracia prometida
descenderá en escalas luminosas
a bañar la aridez de nuestra frente.

Pues ¿para qué esta fiebre si no es para anunciarte?

Carbones encendidos han limpiado mi boca.

Canto tus alabanzas desde antes que amanezca.

De De la Vigilia Estéril (1950

Rosario Castellanos
Nace en México el 25 de mayo de 1925 y muere en Israel en 1974. Desde pequeña vive en Comitán, Chiapas, donde estudia hasta segundo de secundaria. Regresa a la capital a los dieciséis años e ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras para graduarse de maestra en Filosofía en 1950. Viaja a España y visita algunos países. A su regreso trabaja en el Instituto Mexicano de Ciencias y Arte y dos años después recibe la beca Rockefeller de poesía y ensayo. Más adelante colaborará en diferentes centros y en revistas, periódicos, suplementos culturales con cuentos, ensayos, crítica literaria, etc.

En su producción literaria los textos que más destacaron son los siguientes: Apuntes para una declaración de fe (Eds. América, Revista Antológica, México, 1948), De la vigilia estéril (Eds. América, México 1950), Poemas 1953-1955(Col. Metáfora, núm. 6, México, 1957), Lívida luz (UNAM México, 1960), entre otros. En relato el libro que más destacó fue: Los convidados de agosto (Col. Letras Latinoamericanas, núm. 4, Eds. ERA, México, 1964). Algunas de sus novelas son: Balun-Canan (Col. Letras Mexicanas, núm. 36, FCE, México, 1957) y Oficio de tinieblas (Ed. Joaquín Mortiz, México, 1962) que mereció el premio "Sor Juana Inés de la Cruz". También escribió varios ensayos, así como prólogos a algunos libros.
Pero soy el olvido, la traición,
el caracol que no guardó del mar
ni el eco de la más pequeña ola.
Ante tantos trabajos sobre la Rosario Castellanos feminista, hemos querido, en esta breve antología, ocuparnos ahora de un poeta (poetisa diría ella). El criterio de esta selección prescinde de algunos poemas citados más por otros motivos que por su valor poético. Hemos dejado así "Memorial de. Tlatelolco" y "Kinsey Report" entre otros. Nuestra intención sería la de reivindicar la poesía de una gran poeta que ha sido valorado más por su condición de mujer que por las cualidades que posee. En su poesía se encuentra, vive su condición de mujer; es un tema que recorre el total de su obra pero siempre trenzado con otros, tensado por otros.

A través de esta búsqueda Rosario se descubre y se enfrenta como mujer. Durante toda la lectura de sus poemas se percibe un oleaje de solitario, una soledad en donde la celda forzará la condición de poeta; la ironía de ser todo poeta, de pasar más allá de sus celdas y sus muros, de escribir varios libros en que ella era y al vivirlo decir: Poesía no eres tú. O como en algún nocturno;
No es posible sino soñar, morir,
soñar que no morimos,
y, a veces, un instante, despertar.
Otro de los motivos que hacen de Rosario un poeta violento, crudo, y a veces irónico, es ese juego (duelo y dualidad) del amor y la muerte, soledad de ella misma en relación continua con el "otro", posibilidad de su amor que es espejo y sombra. Un eco inalcanzable será conclusión en varios de sus poemas.

Sin embargo, esto no hará de Rosario una poeta difícil, oscura y oculta. Su modo de adjetivar, sus metáforas son como se llama alguno de sus poemas: "Lo cotidiano". Ella no necesita salir de su transcurrir callado para hacernos ver, a través de su poesía, un tolo que se fragmenta y se reúne continuamente:
porque la realidad es reductible
a los últimos signos
y se pronuncia en sólo una palabra
La relación entre la muerte y el amor cambia de poema a poema. A veces los enfrenta, y el amor es la eternidad redimida: "Entre la muerte y yo he erigido tu cuerpo"; a veces van unidos: "Matamos lo que amamos/lo demás/no ha estado vivo nunca". El amor es la salvación como en "Límite" o la perdición: "más que la derrota, el desamparo".

El poema "A la mujer que vende frutas en la plaza" es uno de los pocos logrados de ese libro en el cual Rosario trata de dar un giro a su poesía y se acerca a aquello que podemos llamar "un otro" ajeno y al cual casi nunca, en El Rescate del Mundo puede rescatar; el mundo, visto desde este ángulo "costumbrista" se mantiene lejano. Sólo cuando acerca a la persona (en este caso a la mujer, no a la fotografía) logra hacer poético este mundo, logra de verdad rescatarlo:
Tendrías que cantar para decir el nombre
de estas frutas, mejores que tus pechos.
Cuando inserta su mundo personal, su prisión, logra hacer vívidos sus poemas: Y es ahí donde la mujer está presente en toda la dimensión del poeta (en este caso coinciden); volviendo al poema reconocemos en la siguiente cita la coincidencia que hay entre Rosario, el poema y la mujer en continua e infinita soledad:
Y llevas a sentarte entre las otras
una ignorante dignidad de isla
Rosario enfrenta su soledad al mundo. La ironía aparece en el momento en que ella está más desamparada y se siente desierto, "piedra congelada" y el amor ya no es un mundo aparte del mundo sino está inserto en él, la realidad se lo ha robado. El "límite" es ahora la ironía y bajo ella la desconfianza viene al mundo y al poema. Este gesto cruel la mutila y el poema se vuelve un parto que comienza después del punto.

Su primer poema "Apuntes para una declaración de fe" es el fantasma que va a estar presente en un ir y venir, esconderse e ilustrarse durante toda su obra. Estos Apuntes serán, en sus últimos poemas, trazos firmes en los que su búsqueda se convertirá en un conocimiento. Sus poemas ya no serán más proposiciones o preguntas. Otro aspecto que recoge su obra, dejando cimiento sólido en el lector, es el tratamiento (poético) de su realidad. Nos referimos a la habilidad para el manejo de ciertos temas que se repiten; las analogías de una muerte vivida desde la raíz, desde el momento de nacer: "Porque los niños surgen de vientres como ataúdes/y en el pecho materno se nutren de venenos". A partir de lo citado, las metáforas y las imágenes en R.C. se convierten en un aguijón que hace al lector detenerse en el poema, llenándose de un nuevo veneno que lo embarca en una agonía clara y sola.

Rosario Castellanos, como poeta, va más allá de un mero enunciar el mundo, se sumerge en él y se rebela utilizando sus mismas armas. Hay que verla por lo tanto, como un poeta de este siglo que además es mujer.
Pablo Mora y Pedro Serrano



10 de abril de 2018

Poesía de Venezuela




Juan Sánchez Peláez
(Altagracia de Orituco, 1922)
Elena es alga de la tierra VI
Elena es alga de la tierra
Ola del mar.
Existe porque posee la nostalgia
De estos elementos,
Pero Ella lo sabe,
Sueña,
Y confía.
De pie sobre la roca y el coral de los abismos.
En realidad, Elena
Conoce las cosas simples,
Porque antes de ser doncella
Fue Sirena y Ondina,
Y antes de ser
Sirena y Ondina,
Nadó en el torbellino, en el número, en el fuego.
Yo debí caer en la calzada, y rememorar,
Oh huésped delirante;
Allí donde apacigua la tarde y el crepúsculo,
A mí me separaron.
Tuve otro amor
Puro como el éxtasis,
Frágil como la fantasía,
Absoluto como mi otro amor.
Oí una trompeta de bruma en el desierto
Mis halcones salieron del follaje.
En todas las estaciones
En el otoño o en la primavera
Elena es alga de la tierra
Ola del mar.
De Animal de costumbre, 1959.

Filiación oscura

No es el acto secular de extraer candela frotando una piedra.
No.
Para comenzar una historia verídica es necesario atraer en sucesiva ordenación de ideas las ánimas, el purgatorio y el infierno.
Después, el anhelo humano corre el señalado albur. Después, uno sabe lo que ha de venir o lo ignora.
Después, si la historia es triste acaece la nostalgia.
Hablamos de cine mudo.
No hay antes ni después; ni acto secular ni historia verídica.
Una piedra con un nombre o ninguno. Eso es todo.
Uno sabe lo que sigue. Si finge es sereno. Si duda, caviloso.
En la mayoría de los casos uno no sabe nada.
Hay vivos que deletrean, hay vivos que hablan tuteándose y hay muertos que nos tutean,
pero uno no sabe nada.
En la mayoría de los casos, uno no sabe nada.
De Filiación oscura, 1966.

VII
A Malena
Yo no soy hombre ni mujer
yo sólo tengo resplandor propio
cuando no pierdo el curso del río
cuando no pierdo su verdadero sol
y puedo alejarme libre, girar, bogar,
navegar dentro de lo absoluto y el
mar blanco
entonces sí soy
el hombre rojo lleno de sangre
y sí soy la mujer: una flor límpida, un
lirio grande
y también soy el alma
y clarean los valles hondos
en nuestro mudo abrazo eterno,
amor frío
Ðy qué más
qué más por ahora
piragua azul
piragüita.
De Aire sobre el aire, 1989.


Ramón Palomares
(Escuque, 1935)
Volviendo de las sombras...

Volviendo de las sombras se alumbró la llanura
y despertó sus toros y caballos y mulas salvajes,
igual la manada de corzos matacanes
se juntaban en su orgullo de soledades...
Y la ilusión apareció
y en el instante de la mudanza
sobre lagos fantasmas
el aire hizo sus torres y desaparecieron
porque no eran sino falsos navíos,
terromonteros y embellecidas magias
*
Las mulas cargadas...
Las mulas cargadas de avíos y equipajes de cristal
cruzaban el mundo bajo un cielo de aullidos
y erraba todo el tiempo como un tañido de campanas.
Pero también hay un silencio en los viejos cauces
y vive allí una muerte sola en los pantanos.
Entonces un caserío viejo va brotando de algún pastizal,
un sonido de peltres se va cortando por los aires
y hay una puerta oscura por donde asoma un buitre.

Hay algo triste...
Hay algo triste y lúgubre en la visión de esas estepas
la tierra como un mar cubierto de sargazos
el viento quieto a la altura de las mulas
y el calor sofocante abrasado de arena.
Pequeños torbellinos se batían al ras
y como si fuéramos en chalupa
el mar alzaba su horizonte
y las llanuras ascendían.
Se veían sobre los bancos de vapor
esas palmeras como barcos
y percibíamos el acecho de peligros y fatigas.
Apuraban los baquianos
y al voltear advertíamos los rezagados con las bestias
del bagaje.
Por entonces la nubecilla que volaba al Zenith
anunciaba las lluvias.
De Alegres provincias, 2011.

Reynaldo Pérez Só
(Caracas, 1945)
Veo el día...
veo
el día cerrarse
desde la puerta
veo
una ventana
abrirse hacia la puerta
me miro
en el suelo
sin levantar
un esfuerzo
para decir
hoy este día
me pertenece
porque
el sol está afuera
y también es mío

*
Unos labios...
unos labios
que miro
romperse
en el silencio
de una boca
de un cuarto
que siento
despertar
mientras
me froto
las manos
sin nada decir
sin nada ver
sin
nada
unos labios
apenas
contra la pared del cuarto
De Reclamo, 1992.

Edda Armas
(Caracas, 1955)
Apamates en flor

Dame luz
¿acaso puedes?
calla si no,
y alivia tus alforjas
de pertenencias inútiles
trae el vino en el ánfora
entre flores silvestres
recién encontradas
en el camino hacia mí,
y de sandalias
sin evadir el polvo
de cabello suelto
para que en el almíbar de la flor
levitemos la plenitud.
Para que no nos talen
nos sembraremos a la sombra
de los apamates,
y envueltos en su rosado frágil
tierra nos haremos
filtrada memoria
sin el amago del amanecer.

*
La vida tiene...
La vida tiene sus rincones.
Accedemos a ellos como gatos al sillón.
Sin etiquetas es laboriosa tarea ubicarlos.
Orillas tu cuerpo abriéndole esquinas
En este momento de heridas.
Minúsculo suceso es el grano despuntando
alguna verdad hecha secreto,
a la incierta hora en que nadie la espera.
De Sin negativo ni estaciones, 2012.


Alberto Barrera Tyszka
(Caracas, 1960)

Deuda

Los amigos muertos a veces vuelven,
con sus cabellos aún mojados;
entran a casa,
beben vodka, escuchan
los discos de Emerson, Like & Palmer,
preguntan demasiado.
Yo sirvo la mesa, lleno
cada vaso, estoy
casi feliz.
Después de algunas horas,
los platos parecen naves solitarias,
ciudades tristes sobre el mantel.
La noche, entonces,
se encoge,
cruda,
terrible.
Y de repente estoy otra vez solo,
arañando la envoltura de unos nombres.
Los amigos muertos a veces
regresan.
Se sientan a la mesa, piden
más hielo, dejan
sus labios enredados sobre el aire.
Y se van. Desaparecen. Vuelven.
a dejarme,
repitiendo este ensayo fatuo,
el inútil equilibrio de la madrugada.
Jamás he escrito sus nombres. Jamás
he escrito lo que siempre
debí escribir.
Amén por ello.
Amén
por todos ellos.
De Coyote de ventanas, 1993.


*
Es turbio...
para Javier Lasarte
Es turbio mi país
difícil para el descanso o la inocencia
         ¿y estos versos al final para qué sirven?
yo podría escribir poemas pedagógicos
         ¿para qué entonces
tanto dolor de geografía?
es decir yo podría
antes de ‘p’ y ‘b’
va ‘m’              no lo olviden o
recuerden que toda palabra terminada en ‘on’
va acentuada               (copien corazón)
y podría hablar de mis amigos
como de hecho lo hago:
Tato tocando violín
ebrio en re menor toda la noche
Armando llenando la sala de alpiste
para que Dios baje a comer       Rafael
soñando las colinas de Italia y leyendo a Proust
Javier hablando de cuando Floyd Patterson
¿te acuerdas?/ y llenarme la boca con Olga
María Lola
(ellas sí son obras completas
tangos desenfrenados)
podría también vender champú con mi poesía
o escribir en papel milimetrado
ganar concursos y llorar
a mi otro yo que ya se fue
pálido a París
                                    pero no
dale con este marxismo fuera de moda
y de esta maldita obsesión           es turbio mi país
cómo jode
esta gramática hedionda a gasolina
lleva un odio en sus acentos
y existe en su diccionario íntimo
la palabra Pinochet                     y Reagan por la ‘r’
también existe
y sabe que ningún verso
tumbará a ningún gobierno
y aún sueña
con el día en que ya nadie cree:
copien                   ahora
corazón
De Amor que por demás, 1985

.
Luis Enrique Belmonte
(Caracas, 1971)
Apuntes del carnicero
no quise hacerlo yo no
si las nubes están cargadas de cenizas
si los clarinetes partidos las mejillas sonrojadas
este oficio no quise rasguñar esta carne estas palabras
perdonen el ruido la miga sobre el piso
sólo quería saber qué fue lo que cayó sobre mi mesa
de dónde venía la gotica de sangre sólo eso
no quise ser jifero de reses sin enumerar
tanto hueso en astillas tanta página fracturada
toda esta tinta no quise
perdonen la hora es de mal gusto
este zumbido de moscas
estos minutos huyendo de mi cuerpo.
De Paso en falso, 2004.


La misma banda sonora

Nadie los ve.
Compran su ticket
en silencio,
                   lloran y aplauden
en silencio.
Cuando encuentran a otros de su misma especie
hunden sus manos en los bolsillos
y se miran como roedores en un laberinto.
Salen pensativos, cabizbajos,
          buscando su voz
en el murmullo de voces somnolientas.
Afuera se cruzan sus sombras,
sus zapatos, sus ticket rotos.
Y no es que dejen de estar solos,
sino que a veces atraviesan el mismo pantano,
el mismo sueño, la misma banda sonora.
De Cuartos de alquiler, 2005.


Jairo Rojas Rojas
(Caracas, 1980)
Madre
(fragmento)

no hay luz suficiente / no hay luna / bombillos no hay
dejó de florecer el sol
y flotan las voces de la noche deseando el día
para descansar,
huérfanas
de
paz,
lo que era tierra, eso que eran cuerpos,
aquello que eran animales,
gente que sembraba sin muerte
ahora desnudos
ahora círculo de gente con fuego en su centro
y las mismas caras; pisadas de caballos encima,
voces de hombres afuera;
el aliento que se lleva el llanto de los niños, huesos que chocan entre sí;
batir de alas, en la cara; bestias flacas que aúllan,
la luna que se va
detrás de los perros espantados,
el paisaje que no es,
–lo que no puede retratarse–
una urna en medio de la nada, su silencio,
el equívoco de esta vasta apariencia,
es el ruido ése, el ruido,
la bulla, los pasos, esa voz, esa voz,
el ruido,
la ira que deformó la sangre

*
Padre
(fragmento)

el camino es de agua y relampaguea para que él vea la huella que deja encima del río. El cielo se despoja de sus lágrimas y celebra al que camina, muerto de hambre, a llevar pan a su madre, al que camina sobre piedras y encima de los huesos que enseñan a leer / sin alfabeto. Caminante de la mano tosca que toca la tierra que resplandece a lo lejos. Tierra húmeda donde se siembra la alegría (el viento sembró ahí su origen). El verde sabe lo que hace, son los compases de las ramas al moverse, al despertar. Este es el albergue de lo inabarcable y el niño contempla el paso de la nube como gente envuelta en harapos ululando ululando. Se escucha el rumor de los que estuvieron primero. El niño no sabe que en esta montaña viene el tiempo a acabarse, sin más
De Los plegamientos del agua, 2014

Fuente: Suplemento Jornada Semanal, Mexico  
Domingo 4 de enero de 2015 Num: 1035

3 de abril de 2018

Miguel Hernández un día como hoy

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Tal día como hoy hace 76 años, el poeta moría en una cárcel de Alicante castigado por la represión, enfermedad y la desnutrición.


Un día como hoy moría Miguel Hernández en la prisión de Alicante. La enfermedad, la desnutrición y las represivas condiciones carcelarias de la inmediata postguerra acabaron con él, a la edad de 31 años. No se cumple hoy una cifra redonda ni de su muerte ni de su nacimiento, y quizás por ello tenga más valor y sentido el recordarlo aquí y ahora, pues dudosa memoria es aquella que solo responde al capricho aritmético de las conmemoraciones.
La corta vida de Miguel Hernández se vio marcada por dos grandes pasiones: por su amor a la naturaleza y, en el plano literario, desde muy joven, por su atracción por la palabra poética. Y conste que no decimos por la poesía, sino, en términos más amplios, la palabra poética, ya que la primera vocación suya fue la de ser autor teatral, no poeta. Con el teatro pensaba que podría ganarse la vida. Lo primero que Miguel Hernández escribió fue precisamente una pieza teatral, Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, en la línea de los autos sacramentales de nuestra Edad de Oro.
Volviendo sobre su pasión por la naturaleza, Miguel fue como una criatura surgida de ella –“elemental naturaleza desnuda”, lo llamó Juan Ramón Jiménez–, todo vitalidad, todo entusiasmo, y en el secreto íntimo de lo que es la tierra: sus floraciones, sus frutos, el nombre de cada árbol, el canto de los innumerables pájaros, que él sabía imitar como nadie. El muchacho de Orihuela se sentía hijo de la naturaleza, con clara conciencia de lo que eso suponía. Un don terrenal, una forma elemental de sabiduría que se tiene pero que no se aprende. Sentía fascinación por el agua y, a poco que pudiera, se iba al río a bañarse o, si llovía, se exponía gozosamente al caer de las gotas hasta empaparse de aquel maná purificador y sagrado. Aleixandre lo recuerda echándose de bruces al agua de los arroyos para beber. Y le gustaba trepar a los árboles y lo solía hacer, para sorpresa de los amigos que iban con él, en plena ciudad. “¿Dónde está Miguel?”, se preguntaban. Y Miguel se había encaramado a la copa de un árbol y desde allí imitaba el canto de un jilguero

Estereotipos

De Miguel Hernández circuló durante muchos años un estereotipo que poco tenía que ver con su realidad biográfica. Se le vio como de familia pobre y poco cultivado, porque –se decía– apenas había podido ir al colegio de niño. Lejos de la verdad, como su biógrafo José Luis Ferris pone de manifiesto en su excelente libro Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, ese cliché del poeta-pastor, al que el propio Hernández contribuyó en buena medida, ha enturbiado la clara imagen de su persona y lastrado el reconocimiento de su poderosa y siempre emocionante poesía. Para empezar a desmontar esa falsa imagen hemos de decir que no fue un niño pobre, sino un niño de familia modesta, pero con recursos para salir adelante en la España deprimida de comienzos del XX. Y no casa tampoco con la verdad que fuera un joven sin formación. Fue a la escuela hasta los 14 años, lo que pocos niños del medio rural podían permitirse entonces. Pasó por tres colegios distintos, y el último, el de Santo Domingo, un colegio privado de los jesuitas. En él Miguel estudió gracias a la “generosidad interesada” de los profesores, conscientes de su talento, y con la expectativa de poderlo orientar hacia su seminario. La imagen de un poeta algo “asilvestrado” no se corresponde por tanto con la realidad.
En lo físico era un joven fibroso, delgado, de estatura media; su rostro, siguiendo la descripción de Neruda, tenía algo de patata en su hechura, con pómulos marcados, ojos verdes claros, y coronada la cabeza por escaso pelo, que él además se empeñaba en llevar muy corto. Le atraía el esfuerzo y el ejercicio al aire libre. Y si lo hacía en compañía de amigos, la delicia era para él completa. Jugar a la pelota era su deporte favorito. En su equipo del pueblo se le conocía, según cuenta Ferris, por “el Barbacha”, que quiere decir “caracol”, porque, aunque buen jugador, era algo lento en sus movimientos. Algún poema temprano escribió sobre el fútbol.
Cuando llegó a Madrid a finales de 1931 pocos poetas de su edad tenían una formación literaria más sólida y completa que él. Conocía bien a Virgilio, fray Luis de León y San Juan de la Cruz, a Góngora y Quevedo. El teatro de Lope y de Calderón le eran familiares. También Verlaine y Gabriel Miró vendrían a conformar su gusto. Pero Miguel se da cuenta de que sus tentativas poéticas resultaban algo trasnochadas si se comparaban con lo que estaban escribiendo por entonces los poetas del 27, generación a la que él por estricta cronología pertenece.

A la zaga

Cuando vuelve a Orihuela decide cambiar y ponerse al día, y lo hace subiéndose al tren del neogongorismo, sin darse cuenta de que ese tren era ya cosa del pasado. El problema de Miguel Hernández es que va siempre a la zaga de los movimientos estéticos dominantes: desemboca en el gongorismo (Perito en lunas,1933) cuando había dejado de ser un acto reivindicativo y se había convertido en reliquia; luego se dedica al soneto y al arte medido (El rayo que no cesa, 1936) cuando lo que imperaba era el verso libre, y pasará por el surrealismo en sus odas a Neruda y Aleixandre, lo menos personal de su poesía, cuando la avanzadilla del 27 empezaba a dejar atrás ese estilo
Durante la guerra escribirá dos libros en los que empieza a percibirse una gradual depuración expresiva: Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha(1939), pero no será hasta Cancionero y romancero de ausencias, editado póstumamente en 1958 –para la crítica, hoy, su mejor y más auténtica obra–, cuando la voz del poeta se afine, se adelgace y pierda todo el formidable artificio retórico que la había caracterizado. Llega Miguel entonces a la máxima desnudez y a la mayor eficacia expresiva. Son poemas muchos de ellos compuestos en la cárcel, en condiciones lamentables. Abatido y vuelto de muchas cosas (al enterarse de que Stalin había firmado un pacto con Hitler se encoleriza), se repliega en lo más hondo de su intimidad: su esposa, su nuevo hijo, el recuerdo de su tierra natal, de sus antepasados, que parecen convocarle desde el más allá a perpetuar su sangre.
Porque Hernández es quizás de los poetas que con mayor vigor ha exaltado la sexualidad desde la poesía, y no por el placer erótico, sino por su fatalidad instintiva, su necesaria obligación y obediencia al mandato bíblico de “creced y multiplicaos”. Del sexo tiene un sentido primordial, genesíaco, como si fuera un regalo más de la naturaleza que él tanto amó, y de la que saltará, como una simiente, la viva chispa del hijo. El beso en la noche de los esposos tiene su perfecta encarnación en el hijo.
De ahí, de ese amor primario por la vida, nace el Cancionero y romancero. Bellísimas canciones que no recuerdan en absoluto ni a las de Lorca ni a las de Alberti, escollo que supo evitar admirablemente, y en las que Miguel Hernández ha sabido convertir su dolor y su desaliento en la mejor y más perdurable poesía.
Elpais.com.es

20 de marzo de 2018

Y las Gordas Que?



"En alguna noche de "Las mil y una noches" se cuenta que la más apetecible criatura del harén de Harun Arrashid era una joven de caderas tan abundantes que debía permanecer siempre acostada, pues, si se poniía de pie, perdía el equilibrio y se caía (debería decir, tal vez, se derramaba). Identificar la belleza con la flacura es occidental y moderno, un prejuicio probablemente anglosajón y seguramente protestante. En los pueblos antiguos, en las culturas primitivas, en las sociedades rurales del mundo católico, la delgadez produce repugnancia o espanto porque se asocia al hambre y a la enfermedad. La tradición grecolatina estableció un canon de belleza fundado en la armonía de los miembros, lo que no excluía la robustez, más bien, en la mayor parte de las épocas históricas, la reclamaba. Todavía hoy, en la España rural, la palabra "hermosa", aplicada a una persona, quiere decir gorda."
(La Suntuosa abundancia, Mario Vargas Llosa)

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25 de enero de 2018

Nicanor Parra en la memoria



A los 103 años ha muerto este martes el poeta, matemático, físico y académico chileno Nicanor Parra El deceso del premio Cervantes 2011, una de las mayores leyendas de la literatura hispanoamericana del siglo XX, se ha producido de madrugada. Hermano mayor de una familia de genios, como la cantautora y artista Violeta Parra, el autor de Poemas y antipoemas pasó sus últimos años de vida en su casa de la localidad costera de Las Cruces, a unos 120 kilómetros de la capital chilena. Su muerte, sin embargo, ha ocurrido en su hogar del municipio de La Reina, en Santiago.

SENSACIONES


I. ENSUEÑO 
Los ojos rebosan de plumas cansadas 
y yo voy dilatándome 
cual la niebla olorosa se dilata en la sombra. 
Los caminos se están diluyendo en los parques 
y una acequia está quieta. 
Yo no sé si es que parto o que llego 
si es que hablo o que callo. 
En las puertas distantes y opacas 
los amigos de antaño 
se están envolviendo en la tenue penumbra 
de las plumas que llueven. 
Hay paisajes de bronce en los charcos 
y en los acantilados 
suenan rondas de niños de palo 
y de niñas de mármol. 
Caminando por las avenidas y llanos 
yo dejé mis recuerdos guardados 
en los charcos de bronce. 
Me quedé con la risa brincando 
en la lágrima helada 
mientras cruzan la tenue penumbra 
los amigos de antaño. 
Entretanto le busco el manubrio 
a mi bicicleta 
que da volteretas de cien pejerreyes 
sobre un cometa torcido. 
He llegado cargado de plumas risueñas 
al portón de mi casa. 
Y no sé si volver o quedarme 
si quedarme o seguir. 
Yo me siento bajo un eucaliptus 
mientras pasa a mi lado 
equilibrando un remolino en la cabeza 
una gallina de cristal. 
Mi madre me trae en tres ampolletas de plumas 
un puñado de pepas menudas. 
Yo me vuelvo hacia atrás.
(DE REVISTA NUEVA (1935-1936).



REMOLINO INTERIOR


Me gusta que no me entiendan 
y que tampoco me entiendan, 
camisa de seda tengo, 
pero también tengo espuelas. 

Si digo que yo te quiero 
no es cierto lo que dijera, 
y acaso no te saludo 
no es cierto que te aborrezca. 

Cuando recorro la plaza 
me gusta que no me entiendan, 
pastillas de menta compro 
para corretear la pena. 

Voy a sentarme a la plaza 
de pena, de pena, pena, 
y acaso a la plaza llego 
la plaza, plaza me alegra. 

Si digo que por las piedras 
circula una voz de seda, 
quiero decir que en el río 
me bebo la luna llena. 

Y como quiero que nadie 
sepa lo que me interesa 
me pongo a amansar potrancas 
celestes sobre la arena. 

Y como Chile es mi fundo 
me gusta seguir la cueca, 
con una chaqueta corta 
y un pañuelito de menta. 

Al viento lo voy siguiendo 
con un chicote de abejas, 
el viento, viento se esconde 
detrás, detrás de las puertas. 

Si vendo a mi negra vendo 
todo lo que a mí me queda, 
pero la vendo y la vendo 
para que nadie me entienda. 

Y acaso quiero que nadie 
me pida mi yegua yegua, 
le digo que si es de noche 
se asusta de las estrellas. 

Y acaso es de día claro 
se asusta de las espuelas, 
yo quiero que nadie entonces 
me entienda ni que me entienda. 

Cuando me subo a los árboles 
es luna mi calavera, 
me gusta, me gusta, gusta, 
me gusta que no me entiendan. 

Pero hablando en serio serio 
que nadie me niega niega 
que cuando subo a caballo 
me pongo mis dos espuelas.

DE CANCIONERO SIN NOMBRE (1937)




IMAGEN DE MI PADRE


Yo tenía un fiel amigo 
de lento mirar cansado 
triste como un jardinero 
y puro como un relámpago. 

Tenía las manos suaves 
como el corazón de un pájaro 
al andar casi danzaba 
y hablaba casi cantando. 

Como ríos paralelos 
vagábamos por los campos 
yo lo confundía a veces 
con la sombra de algún árbol. 

El cielo que lo cubría 
no podía ser más alto 
y el nardo azul de su alma 
no podía ser más nardo. 

Si hubiera sido de agua 
¡qué compañero tan claro! 
serenos como sus ojos 
nunca se verán dos lagos. 

Amigo dulce dormido 
que nunca será olvidado 
ni en el día en que se cierren 
para mí todos los astros.

DE 8 NUEVOS POETAS CHILENOS (1939)


XII

Que mi salud es débil, 
Que no resisto los rigores del trabajo intelectual, 
Que mi pensamiento es inestable y que a menudo me 
equivoco en mis apreciaciones sobre la verdad de las 
ciencias y las magias del arte, 
Que soy descuidado para con mi persona, 
Que no me baño con regularidad 
Y que mis cabellos y mis uñas crecen sin control, 
Que he derrochado mi hacienda en beneficio de los pobres 
de espíritu, 
Que he favorecido más de lo justo y necesario a los 
enfermos, 
Que he permanecido largas horas en los cementerios 
Disfrutando paganamente de la soledad y del silencio 
consagrado a los muertos, 
Que en momentos de desesperación y orgullo he escupido 
el rostro de los ídolos, 
Que he vuelto ebrio al templo y caído dormido en los 
bancos de las plazas y en los tranvías, 
Y que gasté mi juventud en viajes inútiles y estudios 
innecesarios.


DE EJERCICIOS RESPIRATORIOS


CATALINA PARRA


Caminando sola 
Por ciudad extraña 
Qué será de nuestra 
Catalina Parra. 

Cuánto tiempo ¡un año! 
Que no sé palabra 
De esta memorable 
Catalina Parra. 

Bajo impenitente 
Lluvia derramada 
Dónde irá la pobre 
Catalina Parra. 

¡Ah, si yo supiera! 
Pero no sé nada 
Cuál es tu destino 
Catalina Pálida. 

Sólo sé que mientras 
Digo estas palabras 
En volver a verte 
Cifro la esperanza. 

Aunque sólo seas 
Vista a la distancia 
Niña inolvidable, 
Catalina Parra.





II
AUTORRETRATO


Considerad, muchachos, 
Esta lengua roída por el cáncer: 
Soy profesor en un liceo obscuro, 
He perdido la voz haciendo clases. 
(Después de todo o nada 
Hago cuarenta horas semanales.) 
¿Qué os parece mi cara abofeteada? 
¡Verdad que inspira lástima mirarme! 
Y qué decís de esta nariz podrida 
Por la cal de la tiza degradante. 

En materia de ojos, a tres metros 
No reconozco ni a mi propia madre. 
¿Qué me sucede? -Nada. 
Me los he arruinado haciendo clases: 
La mala luz, el sol, 
La venenosa luna miserable. 
Y todo para qué, 
Para ganar un pan imperdonable 
Duro como la cara del burgués 
Y con sabor y con olor a sangre. 
¡Para qué hemos nacido como hombres 
Si nos dan una muerte de animales! 

Por el exceso de trabajo, a veces 
Veo formas extrañas en el aire, 
Oigo carreras locas, 
Risas, conversaciones criminales. 
Observad estas manos 
Y estas mejillas blancas de cadáver, 
Estos escasos pelos que me quedan, 
¡Estas negras arrugas infernales! 
Sin embargo yo fui tal como ustedes, 
Joven, lleno de bellos ideales, 
Soñé fundiendo el cobre 
Y limando las caras del diamante: 
Aquí me tienen hoy 
Detrás de este mesón inconfortable 
Embrutecido por el sonsonete 
De las quinientas horas semanales. 

EPITAFIO


De estatura mediana, 
Con una voz ni delgada ni gruesa, 
Hijo mayor de un profesor primario 
Y de una modista de trastienda; 
Flaco de nacimiento 
Aunque devoto de la buena mesa; 
De mejillas escuálidas 
Y de más bien abundantes orejas; 
Con un rostro cuadrado 
En que los ojos se abren apenas 
Y una nariz de boxeador mulato 
Baja a la boca de ídolo azteca 
-Todo esto bañado 
Por una luz entre irónica y pérfida- 
Ni muy listo ni tonto de remate 
Fui lo que fui: una mezcla 
De vinagre y de aceite de comer 
¡Un embutido de ángel y bestia! 


DE POEMAS Y ANTIPOEMAS (1954)


COPLAS DEL VINO


Nervioso, pero sin duelo 
A toda la concurrencia 
Por la mala voz suplico 
Perdón y condescendencia. 

Con mi cara de ataúd 
Y mis mariposas viejas 
Yo también me hago presente 
En esta solemne fiesta. 

¿Hay algo, pregunto yo 
Más noble que una botella 
De vino bien conversado 
Entre dos almas gemelas? 

El vino tiene un poder 
Que admira y que desconcierta 
Transmuta la nieve en fuego 
Y al fuego lo vuelve piedra. 

El vino es todo, es el mar 
Las botas de veinte leguas 
La alfombra mágica, el sol 
El loro de siete lenguas. 

Algunos toman por sed 
Otros por olvidar deudas 
Y yo por ver lagartijas 
Y sapos en las estrellas.


DE LA CUECA LARGA (1958) 


LA MONTAÑA RUSA


Durante medio siglo 
La poesía fue 
El paraíso del tonto solemne. 
Hasta que vine yo 
Y me instalé con mi montaña rusa. 

Suban, si les parece. 
Claro que yo no respondo si bajan 
Echando sangre por boca y narices. 

ADVERTENCIA


Yo no permito que nadie me diga 
Que no comprende los antipoemas 
Todos deben reír a carcajadas. 

Para eso me rompo la cabeza 
Para llegar al alma del lector. 

Déjense de preguntas. 
En el lecho de muerte 
Cada uno se rasca con sus uñas. 

Además una cosa: 
Yo no tengo ningún inconveniente 
En meterme en camisa de once varas.


DE VERSOS DE SALÓN (1962)


Nicanor Parra

Poema de Francisco Henriquez

  Pregunta   En que bolsillo de mi alma Guardaré tu ausencia? En que mirada de la muchedumbre  Encontraré la tuya? Cuando el suelo me hable ...