20 de octubre de 2011

Crucero de hambre




A los dominicanos que mueren
 en alta mar tratando de llegar
a Puerto Rico.

Se comieron el mar
bebiéndose las piedras,
se alejaron las costas
desnudas de cangrejos.

Nubes amotinadas,
como cocos heridos
secuestraron la luna
que guiaba las balsas.

Las piedras no brillaban,
la arena se encendía,
la isla se enterraba
con el color del frío.

Las tripas anunciaban
escandalosos truenos
el hambre se hizo diosa
del mar y las miradas.

No cruzaron jamás
el amplio enredo
se convirtió la balsa
estropajo de hielo.

Los gritos de burbujas,
los adioses quebrados
mordidos por dos islas:
de Encanto y desencanto.

® Francisco Henriquez
® Ilustracion Hamlet Zurita

19 de octubre de 2011

Plagios y robos literarios


NERUDA RECONOCIÓ QUE EN SU CASO EL PLAGIO FUE UN PECADO DE SU PRIMERA JUVENTUD

Manlio Argueta
San Salvador

En los albores de la información tecnológica, se tuvo como primer extraterrestre insigne a un poeta fenómeno por su temprana edad, como lo había sido Darío: Pablo Neruda, que en su prestigioso “Veinte Poemas de Amor y una canción desesperada” comenzó con un traspié, el poema 15 es una idea íntegra del Nobel Rabindranath Tagore. Años después, el poeta uruguayo Carlos Sabat Ercasty acusó a Neruda de plagiar un poema suyo que el chileno publicó como “El hondero entusiasta”. En ambos casos, hubo razón de la denuncia, aunque Neruda reconoció que solo fue una inspiración en sus maestros.

También se acusó a García Márquez de plagio por “Cien años de soledad”; de la obra “En Búsqueda del Infinito”, de Balzac, la denuncia la hizo otro Nobel, Miguel Ángel Asturias. Y a otro Nobel, Mario Vargas Llosa, se le denunció de plagio por “La guerra del fin del mundo”, basado en “La Guerra de los canudos”, del brasileño Euclides da Cunha.

Denuncias que a ninguno de ellos les resta grandeza, pues las confesaron como pecados de juventud, en el caso de Neruda; o de exagerada investigación policial literaria en el caso de García Márquez y Vargas Llosa.

Lo inexplicable son los plagios del peruano, presidente del Premio Alfaguara en España Alfredo Bryce Echenique a quien conocí en París. Me interesó siempre por una novela con un personaje principal, una salvadoreña que trabajó conmigo como ilustradora de libros infantiles, cuando fui director de la Editorial Universitaria Centroamericana. Escribiré más sobre esta novela, vale la pena.

Hace tres años a Bryce se le acusó de plagiar a 16 periodistas de diversos países, con trabajos sacados de internet. Fue condenado judicialmente a pagar los derechos de autor, algo mortal para cualquiera.

El caso extraño de Echenique se parece al suceso de un salvadoreño, Mario Hernández Aguirre, quien siendo secretario privado del presidente José María Lemus, ganó un premio nacional de poesía con un plagio total del argentino José Portogalo: “El hombre del alba”, dedicado al filósofo José Carlos Mariategui; Mario Hernández tituló su poema como “El hombre a quien la aurora señalaba”, dedicado al maestro Masferrer. En el descubrimiento tuvo que ver el poeta exiliado guatemalteco Otto René Castillo y mi persona que dirigía un periódico universitario. Castillo me mostró las dos obras similares y decidí publicar las versiones, Hernández solo cambiaba cinco palabras. La presidencia de la república sacó un comunicado, diciendo que era una falacia para desestabilizar a su gobierno, y que sabía que el argentino plagió al salvadoreño.

Reproduje en el mismo periódico estudiantil la portada del libro argentino con año de publicación. Mario no había nacido. Nobleza obliga, el coronel Lemus le pidió la renuncia; aunque lo envió con un cargo diplomático a París, ciudad que en las varias visitas que hice estuve tentado de encontrarlo para que me explicara por qué una persona con una carrera diplomática desde joven, con estudios en Europa, había llegado a extremos de delito intelectual.

Nunca lo busqué. Además sucedió algo peor que hundió al compatriota. Desde París ganó el premio centroamericano más importante organizado en El Salvador de la época, con sus ensayos “La rama verde”. Los jurados eran personas maduras, no jovenzuelos como Otto y yo. Al darse cuenta del nombre del ganador, hicieron público la anulación del premio. Estoy seguro de que esta obra no era un plagio, pero los jueces fueron implacables. Tuve tacto en no atreverme a abordar a Hernández, preferí quedarme con el misterio inexplicable.

Si no eres creativo, confórmate con lo que Dios te da.

Fuente: Listin Diario

9 de octubre de 2011

Chismes de famosos escritores


Pasiones, odios y miserias de los monstruos sagrados de la literatura. Historias de golpes, celos, provocaciones y excesos con el alcohol.
Por Mónica López Ocón

Existen géneros literarios considerados menores, marginales. Tal es el caso de las recetas de cocina, los horóscopos, la amplia gama de predicciones que van desde el milenario tarot a los mensajes cifrados del chicle Bazooka. Muchos de ellos, sin embargo, han sido reivindicados por grandes escritores como Günter Grass que, en “El rodaballo”, ha rescatado la receta de cocina de su desprestigiada existencia hogareña, para hacerla refulgir en un maravillosa historia basada en la enumeración de ingredientes y procedimientos culinarios. Ítalo Calvino, por su parte, elevó al tarot a la categoría de máquina generadora de historias en “El castillo de los destinos cruzados” y “La taberna de los destinos cruzados”.

Al chisme, en cambio, parece ser la televisión quien mejor lo ha explotado.

Edgardo Cozarinsky, autor de “Museo del chisme”, lo reconoce, sin embargo. como una forma “plebeya, incipiente, de literatura” que, como todo género, tiene sus propias reglas: “Puede concebirse que se cuente una trivialidad de un alguien prestigioso, o un algo insólito de un sujeto oscuro; difícilmente, una trivialidad de un desconocido, y no es frecuente que coincidan personaje y proeza”. Además, el chisme se caracteriza por tener vocación de leyenda: nunca se sabe bien cuál es su fuente y, dado que es, sobre todo, un género oral, nunca se repite de manera idéntica. Otra de sus marcas distintivas es que, para ser bien sabroso, tiene que ser políticamente incorrecto: tiene que hacer quedar mal a su protagonista o a un tercero. Por eso es que los chismes referidos a los “monstruos sagrados” tienen tanto púbico: permiten asomarse al “lado oscuro” del quien siempre muestra su lado claro.

Los chismes sobre Gabo. El libro de Cozarinsky no es el único empeñado en darle al chisme un status literario. “De cuando Mario Vargas Llosa noqueó a Gabo”, de Luis Fernández Zaurín, cuenta casi 300 chismes relacionados con escritores y “Borges” de Adolfo Bioy Casares puede ser leído como un compendio monumental –tiene más de 1.600 páginas– sobre su relación con Borges en la que no faltan los chismes sobre él y sobre otros personajes de la cultura, muchos de los cuales resultan destruidos por el comentario mordaz, por esa ironía hiriente que se reserva sólo para la intimidad.

La anécdota que le da título al libro de Zaurín, según parece, tuvo lugar hace más de treinta años y tiene como protagonistas absolutos a dos de los máximos exponentes del boom “latinoamericano”. En 1976, Vargas Llosa y García Márquez confluyeron en México en una sala en la que se proyectaba “La odisea de los Antes”. Al terminar la proyección, “Gabo” se acercó al autor peruano para saludarlo y recibió a modo de respuesta una trompada en el mentón que lo dejó tendido sobre la alfombra poniendo de manifiesto una inesperada agresividad de su colega. Antes de asestarle el golpe que lo derribó dejándole el ojo morado, el escritor peruano habría dicho: “¿Cómo te atreves a querer abrazarme después de lo que hiciste a Patricia en Barcelona? Patricia era su esposa. “Algunos cronistas explican que Vargas Llosa –dice Zaurín– había abandonado a su familia para perseguir a una modelo norteamericana (…) y Gabo, tratando de consolar a su mujer, Patricia, le aconsejó pedir el divorcio y tomar acciones legales por abandono del hogar”. Cuando en el 2000 Vargas Losa presentó su libro “La fiesta del chivo”, le preguntaron sobre ese lejano encontronazo con Gabo, respondió que era mejor dejar el tema a los historiadores. Es posible que si no los hubiera separado aquel suceso, igual habrían terminado separándolos sus diametralmente opuestas posiciones políticas.
Otros autores latinoamericanos. El mexicano Juan Rulfo y el uruguayo Juan Carlos Onetti tenían varias cosas en común, lo que explicaría la amistad que mantuvieron y la alegría que les daba encontrarse en los congresos de escritores. No sólo se convirtieron en dos autores insoslayables de la literatura latinoamericana, sino que a ninguno de los dos les bastó la literatura y la fama que obtuvieron con ella para aplacar la angustia de existir. Ambos, además, necesitaron del alcohol. Zaurín dice que Rulfo, con frecuencia, protagonizaba “desnudos involuntarios”. Bebía de una forma tan desmedida que a menudo lo encontraban dormido en las veredas de Ciudad de México; “Su estado de inconsciencia era tan profundo que la cantidad de alcohol que corría por sus venas le imposibilitaba darse cuenta de que le robaban la ropa”. Cuando se encontraba con Onetti en algún congreso, su forma de comunicación más habitual era el silencio. Ambos se sentaban frente a frente, botella de whisky de por medio, y se miraban a los ojos sin decirse nada, porque el alcohol hacía innecesarias las palabras.
A Pablo Neruda no sólo le gustaban los mascarones de proa y los caracoles, sino también los perros. María Rita Figueira da cuenta de su pasión perruna en “Los ladridos de la Historia”, más precisamente en el capítulo “Es tan corto el 'guau' y tan largo el olvido”. A fines de la década del '20, el poeta chileno partió a Asía. Allí fue cónsul en Birmania, Ceilán y en Yakarta, que en ese momento pertenecía a las Indias holandesas, hoy Indonesia. Allí tuvo un perro que se llamó Cutaca. Un mucamo fiel y exageradamente amable se ocupaba de la alimentación del perro y continuamente interrogaba al poeta sin que este entendiera lo que quería decir. La lengua era una barrera infranqueable. Luego de varios días de distracciones, compromisos y viajes, el cónsul poeta se enteró de que Cutaca había muerto. El inentendible interrogatorio del mucamo al que Neruda no le dio importancia estaba referido a la dieta del animal y como las preguntas quedaron sin respuesta, el perro murió de hambre. Lo sucedido sólo puede entenderse dentro de los parámetros de una cultura en la que la obediencia a los superiores es un mandato tan fuerte que prima sobre el sentido común. De la anécdota es posible extraer por lo menos dos moralejas. Hay situaciones en que resulta imprescindible tomar decisiones por cuenta propia. Además, es sumamente útil saber idiomas.
Made in Argentina. En la casa de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, Jorge Luis Borges conoció a Estela Canto, una escritora y traductora de la que se enamoró. Ella fue la inspiradora del famoso cuento “El Aleph” y la poseedora del manuscrito original que Borges le llevó para que lo pasara a máquina. Bioy cuenta en “Borges”: “Estela quería que Borges se acostara con ella. Una tarde, en la calle, se lo dijo brutalmente: 'Nuestras relaciones no pueden seguir así. O nos acostamos o no vuelvo a verte'. Borges se mostró muy emocionado, exclamó: 'Cómo, ¿entonces no me tenés asco?' y le pidió permiso para abrazarla. Llamó a un taxi. Ordenó al chofer: 'A Constitución', y agregó, para Estela: 'Vamos a comer a Constitución. We must celebrate'”.

Borges, según parece, era muy enamoradizo, pero la mayoría de las veces no era correspondido. Bioy cuenta su amor sin esperanza por otra escritora: “Borges estaba muy enamorado de Silvina Bullrich. Un día ésta le preguntó: '¿Qué hiciste anoche, cuando volviste del Tigre?´. Borges: 'Fui caminando a casa, pero pasé frente a la tuya: tenía que pasar frente a tu casa esa noche'. Silvina: 'A esa hora yo estaba en mi cuarto, en mi cama, con un amante'”.
A Bioy y a Borges no sólo lo unía una amistad hecha de amores literarios comunes, sino también de odios compartidos. Ambos detestaban a Ernesto Sabato. Dice Bioy en el libro citado: “Sabato también desaparecerá (antes se había referido a Mallea), sin dejar rastro, después de su muerte. Es curioso el caso de Sabato: ha escrito poco, pero ese poco es tan vulgar que nos abruma como una obra copiosa”. Borges agrega: “Nunca le tuve afecto”. Otras perlitas de Bioy referidas a las actitudes políticas de Sabato: “Ya verás, va a quedar como el hombre que protestó por las torturas. Va a quedar en la Historia como un negro Falucho” y “Borges me asegura que le ha tomado tanto odio a Sabato, que ya no imagina su cara tal como es, sino en caricatura”.

Como se ve, los chismes les restituyen a los escritores famosos el costado humano que les quita la celebridad.

Fuente: http://www.revista-noticias.com.ar

8 de octubre de 2011

Gallinero del libro dominicano en Nueva York

¿qué más se puede esperar de la mediocridad? Sería como pedirle peras al olmo; y las peras no se verían bien en ese magnánimo gallinero del libro dominicano que se celebra en Washington Heights.


Por José Carvajal

No hay nada más vergonzoso que la cultura administrada desde el oficialismo. Vergonzoso porque para gozar del beneficio de esa administración los intelectuales infelices tienen que doblegarse; deben convertirse primero en corderitos de líderes populistas que en la mayoría de los casos no generan ni siquiera un pensamiento consecuente con la errada política que practican.

Sin embargo, los únicos culpables de que la cultura caiga en manos del oficialismo son esos intelectuales desesperados por lograr con las relaciones sociales esa fama que nunca alcanzarán con las obras malogradas que acumulan en su historial de vida.

En ese panorama cae sin miedo a equivocarme la Feria del Libro de Nueva York, organizada por el Comisionado Dominicano de Cultura, y dedicada este año al ex jefe de esa dependencia del gobierno, Franklin Gutiérrez, que a lo próximo que aspira, sin lugar a dudas, es ganar el Premio Nacional de Literatura.

No pongo en tela de juicio la trayectoria académica del homenajeado, ni el aporte que haya hecho a la literatura dominicana, pues todo activista, por más malo que parezca, algo aporta a su alrededor, aunque sea una sarta de mediocridad intelectual en una obra cargada de imprecisiones y falta de vuelo creativo, como la de Franklin Gutiérrez.

Pero los trabajadores de la cultura que se sirven del oficialismo pierden todo derecho de cuestionamiento, y a veces carecen de una amplitud del sentido común que no los deja darse cuenta cuándo sus acciones rayan en lo ridículo. Porque ridícula fue la Feria del Libro de Nueva York dedicada a Jorge Piña, y ridícula es también ésta (del 7 al 9 de octubre) dedicada a Franklin Gutiérrez.

El año pasado la Feria se utilizó como una plataforma política para acercar más a Piña al oficialismo, y este año sería quizá la última oportunidad del actual gobierno dominicano para agradecer, mediante un homenaje ridículo, el aporte de Franklin Gutiérrez a la creación del mismo Comisionado Dominicano de Cultura.

Por supuesto, ¿qué más se puede esperar de la mediocridad? Sería como pedirle peras al olmo; y las peras no se verían bien en ese magnánimo gallinero del libro dominicano que se celebra en Washington Heights.

4 de octubre de 2011

Marcio en Argentina



Esta tierra caliente

Escritor, antropólogo y arqueólogo, Marcio Veloz Maggiolo lleva escritos muchos libros entre poesía, ensayos y novelas que retratan el mundo diverso y múltiple de República Dominicana y más ampliamente del universo del Caribe. De paso por la Argentina, el escritor nacido en Santo Domingo habla de su literatura, de sus inicios conflictivos en los años ’60, cuando una novela suya quedó finalista en España mientras Franco y Trujillo tenían muy buenas relaciones, y de la hibridez cultural entre Dominicana y Haití. Además, una presentación de los libros de Maggiolo que ahora pueden conseguirse en la Argentina.

Por Fernando Bogado

Si hay una zona por excelencia que se ha convertido en un punto determinante para pensar la historia de toda América es, sin lugar a dudas, la zona de las Antillas, el Caribe, esos pequeños países ubicados en el centro del inmenso continente. Límite entre el Norte y el Sur, no sólo es una coordenada geográfica sino también una metáfora que marca la diferencia económica, la división en cuanto al trato con la cultura europea y el transcurrir tanto de los procesos de colonización como de la suerte final en ese complicado juego de dominantes y dominados que marca a fuego todo el irregular territorio. Ese pequeño espacio, denominado con un nombre tan general como “el Caribe”, es también sede de diferencias tajantes que hacen sospechoso el uso de un solo término para englobar experiencias tan disímiles: como lo indica Antonio Benítez Rojo en la introducción al libro Entre el vudú y la ideología, “se puede asegurar que la cuenca del Caribe, a pesar de comprender las primeras tierras de América en ser conquistadas y colonizadas por Europa, es todavía, sobre todo en términos culturales, una de las regiones menos conocidas del continente”.

Razones como éstas hacen que la reedición de cuatro novelas fundamentales del escritor y arqueólogo dominicano Marcio Veloz Maggiolo se vuelva un hecho trascendente que pone en perspectiva la historia de Dominicana, la historia del continente.

Nacido en 1936 en Santo Domingo, Veloz Maggiolo pasó por segunda vez por la Argentina con una apretada agenda de conferencias en torno de temas que reclaman su costado de investigador profesional pero, claro, el objetivo determinante es la presentación de cuatro novelas seleccionadas de su vasta obra que Siruela ha publicado en los últimos años y se han traído especialmente a la Argentina. Cultor de una novelística personal, preocupada más por los mundos interiores y el desarrollo del punto de vista del personaje antes que por el dato realista, Veloz Maggiolo no sólo ha combinado la antropología con la escritura sino también con diversas labores oficiales que lo han llevado a más de un ministerio, siempre enfocado en la cultura.

Acomodado en un sillón de la embajada dominicana, con la mirada meditativa y amena, Marcio –sí, lo podemos llamar por el primer nombre– apoya una mano sobre su oreja derecha y transmite cierta calma frente a cada una de las preguntas: la excusa perfecta para entrar en un mundo literario alucinante, casi en el sentido en que la literatura de nuestras costas, después de tantos y tantos maravillosos escritores, ha sabido adoptar como adjetivo de absoluta preferencia.
Su trabajo como antropólogo, en alguna medida, es usado en algunas de sus novelas, como por ejemplo La mosca soldado. Allí, incluso, aparece la idea de un vínculo entre literatura y antropología.

–Bueno, fíjate, La mosca soldado no es una novela creada desde la antropología, es que la antropología emerge en la novela. Yo vivo de la antropología, pero muero en la literatura. O sea que no, en esa medida en que uno vive de un tema, que ese tema forma parte de la vida cotidiana de uno, ese tema de cualquier manera emerge, aflora. Y si ese tema tiene elementos que pueden funcionar como elementos de la imaginación, entonces el escritor lo aprovecha. Y no es que aprovechar el tema sea una cosa tan fácil. Yo diría: una literatura que no utiliza los recursos de la cotidianidad pierde mucho.
Es evidente en varias de sus obras un intento de que la literatura salve lo que la ciencia no puede atrapar. En el mismo sentido se podría pensar la relación de su literatura con el pasado: volver sobre el pasado para recuperarlo. ¿Cómo es este esfuerzo por recuperar lo que ya ha sucedido?

–Yo pienso que el pasado siempre es nuevo, porque el pasado es una etapa que se ha fijado en la conciencia bergsonianamente, pero que cuando tú vuelves a él, vas a encontrar que hay cosas nuevas siempre. El pasado es una “realidad” que no se agota. El que se agota es uno, el escritor sigue con la muerte, pero el pasado pasa de uno, de una persona a otra, de una experiencia a otra. Si volvieras cien años después, ese pasado no lo reconocerían los demás, se ha transformado. Yo pienso que es el elemento clave de una literatura que, como en el caso nuestro, antillano, tiene una historia bastante triste y bastante pobre desde el punto de vista de su interpretación. Entonces, claro, muchas veces el escritor prefiere ser él el “historiador”, ser él el creador de una historia que a veces ni ha existido. Y ésa es la parte de creatividad que hay que tener en cuenta para hablar de escritura. La escritura de creación, digo, porque no hacemos nada con repetir con diálogos, y con una prosa mejor y con metáforas, lo que ya la gente ha dicho desde el punto de vista de la historia misma. Ahora, si yo hablo de un personaje de la historia y le invento un pasado, y además digo “debió ser así” y además se me permite hacer eso porque todo escritor debe ser un poeta –sabiendo que hay una licencia de la que uno no puede abusar porque, si no, se derrumbaría la narrativa–, en definitiva, hay una historia que tú puedes manejar para hacer más viva la vida, y eso es lo que uno busca siempre. Como en El hombre del acordeón, que es un tema ligado a la frontera entre República Dominicana y Haití, lo que hay allí son temáticas que uno rescata como una piedra preciosa que está oculta en la parte vasta y se la puede descubrir, sacarle una arista, un brillo: ésa es una de las características del escritor.
Además de la historia y de la antropología, hay un elemento muy presente en sus libros y es la música. Sobre todo el bolero, el merengue y esos ritmos caribeños.

–Es que todo eso que está en las novelas, eso musical que mencionas, son vivencias. Si tú escribes sobre una época y tienes las vivencias, te es más fácil llegar. Yo he sido siempre amante del bolero junto con mi esposa Norma. Tengo un libro con dos o tres autores más sobre el bolero. Se llama El bolero: visiones y perfiles de una pasión dominicana, junto a Pedro Delgado y José del Castillo. La parte emocional, que es la primera parte, la que escribo yo, bueno, ahí hay todo, todo; digamos: lo que he manejado de manera personal. El bolero siempre aparece en mis novelas, menos en aquéllas de temática prehistórica. Son vivencias manejadas con un sentido estético. Tengo una novela que se llama Materia prima, que no ha podido entrar en estas reediciones y en la que, como en Ritos de cabaret, el bolero es fundamental. Lo que hay es una memoria musical, está en forma de memoria musical: en Ritos..., lo que hace el personaje es filtrar todas las mujeres que ha tenido. El padre, el que estuvo con ellas en un principio, le dice al hijo: “Tienes que continuar la saga, tú eres mi heredero”.
NACIONES RAYANAS

República Dominicana carga sobre sí el peso de una huella enorme: la de Colón y el resto de la tripulación de las carabelas, las primeras de una serie de visitas que se repetirían con el tiempo y que harían de la isla la sede del primer gobierno español en territorio americano, pero también el primero en ser abandonado y arrojado a su suerte una vez avanzado el proceso de conquista. La isla La Española también es fruto de otro corte aun más radical: el que se registra entre la ya citada República Dominicana y Haití, dos Estados soberanos que comparten el espacio y que llevan un complicado vínculo casi siamés entre lenguas, culturas e historias compartidas.
¿Cómo vuelca en su novelística la relación entre República Dominicana y Haití?

–Yo creo que el problema de Haití y República Dominicana, como en el caso de El hombre del acordeón, es que estamos descubriendo una sociedad que llamamos allí “rayana”, una sociedad domínico-haitiana, que cuando está en la parte de Haití es haitiana, y cuando vienes de este lado, cuando estás dentro de la línea es dominicana. Tiene las dos culturas, tiene las dos creencias, maneja los mismos elementos lúdicos y en el fondo no sabemos si es dominicana o haitiana. Rayano es una calidad de personaje de la patria en Haití y personaje de la patria en República Dominicana. Es un personaje que tampoco es un invento: yo conocí en la frontera sur a un señor al que le decían el Turco. El Turco tenía una familia en Haití y una en la parte dominicana. La familia de Haití era haitiana, la de República Dominicana, dominicana; el turco hablaba en patois en Haití y hablaba en español en República Dominicana. Son elementos de la vida cotidiana los que obligan a una vida de varios valores, cuando tú hablas varias lenguas eres bilingüe, cuando tú vives en el punto de vista de varias culturas, tú eres bicultural o tricultural. Pero eso no se había trabajado nunca, aunque Manuel Rueda (un poeta importante nacido en Montecristi, en la frontera, casi un rayano, una persona de un amplio valor, también músico y dramaturgo) tiene un poema llamado “El rayano” en donde describe ese personaje: yo leí el poema luego de escribir El hombre del acordeón, pero si lo hubiera leído antes, me habría enriquecido.
En varias de las historias que narra hay zonas de intercambio, de mezcla de culturas y creencias.

–En La mosca soldado tenemos todas las creencias: el vudú, la magia, el batey (una creencia haitiana), la creencia española en brujas voladoras de la zona de Cataluña, todo un mundo de mezcolanza, de mestizaje. Porque tenemos este elemento que vive en nosotros. Fue el primer territorio a donde llegaron esclavos negros, en 1511. Es un mundo lleno de mezcla, de mixtura, que es lo que nos da nuestra personalidad, aunque no queramos saberlo. Incluso no querer saberlo es parte de esa identidad. Nosotros éramos un país mestizo a comienzos del siglo XVI: el censo de esa época nos daba más negros que mestizos y que blancos. Y después con la presencia de Francia en la parte occidental que toma el territorio, la presencia africana de 5 millones de africanos moliendo la caña y sin dónde ir, obliga a una emigración a la parte oriental de la isla que constituye nuestro basamento de país, donde el negro es fundamental y donde la apertura misma, por las razones que fueran, del gobierno colonial español genera un proceso de mestizaje. Por eso es que cuando se hace el censo de finales del siglo XVIII la mayoría de la población es mulata, pero se llamaban a sí mismo “blancos de la tierra” para diferenciarse del esclavo negro. Y mantuvieron siempre una tradición hispánica, la religión, las cofradías, incluso el negro se unía a las cofradías, y las había de todos los grupos tribales, cada una con sus lenguas.
¿Cómo sitúa su propia literatura dentro del ámbito literario de la zona antillana?

–Bueno, yo soy un escritor al que se me ha reconocido en los últimos diez o quince años, pero creo que debo satisfacerme de que hay un reconocimiento; hay incluso varias tesis en torno de mi trabajo. La primera persona que trabajó sobre un libro mío fue una profesora de Harvard, Dolly Summers, que hizo un largo estudio de una novela que se llama De aquí en adelante, la cual hace veinte años que no se publica. Ella hizo un estudio señalando las novedades en la narrativa dominicana de la novela en comparación con la otra literatura del Caribe, eso fue lo que le llamó la atención. En esa época yo estaba leyendo mucho la literatura francesa de esos años, estaba dentro de la línea del surrealismo, pero después me fui saliendo. Lo mismo que en la novela Los ángeles de hueso: las dos produjeron impacto porque se salían del realismo de la novela dominicana, entrando en el terreno de la novela psicológica. En Los ángeles de hueso, un personaje narra la muerte de un hermano en la guerrilla, que inventa un mundo mental en donde las cosas pasan como le da la gana al que la está pensando. Yo surgí en la época en que el boom latinoamericano estaba en auge, en los ’60. Fue con la novela De aquí en adelante, presentada al premio Seix Barral con el título Esta tierra caliente. Tuvo una historia triste esa novela. Fue finalista junto con una novela de Bryce Echenique cuando ganó Donoso con Ese obsceno pájaro de la noche: no se pudo publicar mi novela en España por razones muy políticas. Yo estudiaba en España el doctorado, Franco estaba vivo, la novela habla mucho de Trujillo, Franco era aliado de Trujillo, la novela hacía algunas observaciones sobre el hijo de Trujillo, Ramfis, que tenía grandes inversiones en España. Sé que una importante editorial dijo que le quitaba una serie de cosas. Yo la engaveté. Se publicó en Santo Domingo cinco años después. Allí tuvo buena recepción, la crítica fue benévola con ella, pero nunca más ninguna editorial de cierta importancia de afuera tuvo algún interés en publicarla.
El lugar con límites

El hombre del acordeón
Marcio Veloz Maggiolo
Siruela
152 páginas

La figura “del rayano”, como bien menciona Veloz Maggiolo, es una suerte de personaje límite entre Haití y República Dominicana, esto es, una encarnación del límite mismo. Recuperando la historia del hombre del acordeón, estrictamente de Honorio Lora, un “Papá Dios” del merengue revivido por los relatos entre inventados y veraces de Vetemit Alzaga, un cuentero profesional que colabora con Trujillo y su feroz dictadura, el relato se concentra en los sucesos que ocupan a la isla La Española en su totalidad a comienzos del siglo XX, revisando precisamente los intercambios a nivel inmediato entre la cultura de un país y el otro.

Flota en todo el texto una multitud de fantasmas: los muertos en la “Masacre del Perejil”, ocurrida en 1937, en donde varios militares armados sólo con machetes fueron enviados por el propio dictador para asesinar a decenas de miles de haitianos, bah, a los que creían haitianos, ubicados en la todavía movediza frontera entre un país y otro. El autor logra en la novela trabajar con la médula del relato popular: la posibilidad de crear sin tener datos veraces, sólo a partir de los relatos heredados que muerden el mito y las bondades de la creación casi fantástica del “chisme” de pueblo. La figura de Trujillo aparece aquí, también, como una suerte de sombra, sólo que más ominosa, un centro que toca cada una de las historias.
Arráncame la vida

Ritos de cabaret
Marcio Veloz Maggiolo
Siruela
152 páginas

El vínculo entre padre e hijo, se sabe, arrastra muchas veces los pecados del primero a la historia individual del segundo. Muy de vez en cuando, también, las bondades: en Ritos de cabaret asistimos a una historia en donde el vástago de Papo, amante del bolero y dueño de un cabaret, acompaña a su padre en un viaje personal que el progenitor emprende con el objetivo de reencontrarse con las amantes de su pasado. A través de las páginas asistiremos a una transformación fruto de la herencia: esas mismas amantes pasarán a convertirse en las de Papo Jr., quien hasta muy entrada la lectura no tiene ninguna preferencia sexual, ni siquiera aprecia la música que vuelve loco a su padre (música que le sirve de recuerdo: cada mujer, cada situación invita a citar el extracto de alguna que otra canción). Conectándose aquí con otro de los grandes hechos de la historia dominicana, la “Guerra de Abril” de 1965, la lista de personajes del texto verá desfilar a más de una persona comprometida con el trujillismo abrazar cualquier causa con tal de salvarse de un próximo fin.

Sueños, brujos, un hermafrodita que ve los sucesos por venir y un toro campeón cierran el paisaje de Villa Francisca, espacio de la historia, en donde ninguno de los acontecimientos narrados deja de tener esa música de fondo emergiendo del cabaret, claro está, una de las más concurridas “iglesias” de la comunidad.
La caja de Pandora

La mosca soldado
Marcio Veloz Maggiolo
Siruela
224 páginas

Una constante en las cuatro novelas es la presencia de la capacidad imaginativa popular como raíz de cualquier relato: la “poesía” se convierte en un don del pueblo para poder articular sus mitos, contar los sucesos de cada día, relacionarse con el pasado o regocijarse con la música que escucha. En La mosca soldado, esa capacidad imaginativa se pone a prueba en el relato de un narrador que elige, invitado por un antiguo compañero de expedición de nombre Ernesto, rememorar las vicisitudes de un trabajo arqueológico realizado hace varios años y que marcó a fuego el camino profesional del personaje.

¿Qué se encontró en esa expedición? Los huesos de una joven de las épocas precolombinas hallados por la citada expedición (a la que llaman “Pandora”) permiten revisar no sólo las prácticas propias del territorio y la compleja conexión del Caribe con la cultura del norte de Sudamérica y, por extensión, de todo el continente, sino también que ahonda en el vínculo secreto que une al presente con el pasado. El relato del ya viejo profesor funciona como una suerte de repaso a todas las formas visitadas por el autor no sólo en las novelas aquí mencionadas sino en toda su obra: la voz del personaje y del propio Veloz Maggiolo parecen, por momentos, confundirse, como el propio pasado, en el cruce de reverberaciones despertadas hace quién sabe cuántos años atrás, antes de que el tiempo fuera tiempo.
La otra dictadura

La biografía difusa de Sombra Castañeda
Marcio Veloz Maggiolo
Siruela
200 páginas

Todo autor latinoamericano tiene su gran novela de dictadores, mal que nos pese históricamente. Ahora bien: la literatura se levanta siempre frente a esta atrocidad a fuerza de ficción, rabiosa ficción: lo prueba Yo, el supremo de Augusto Roa Bastos o El otoño del patriarca de García Márquez. Sumemos un nombre a la lista ahora: el de Veloz Maggiolo.

En La biografía..., el autor pone en relación los últimos momentos de la dictadura de Trujillo con otra dictadura, otra tiranía, una inventada por Esculapio Ramírez en medio de un delirium tremens producido un poco por el alcohol, un poco por la locura misma que implica ser un opositor. En palabras del propio escritor: “Allí de lo que se trata es de la desintegración final del dictador, porque se lo nombra a Trujillo, su voz es oída por el borracho. Ese borracho, el beodo, comienza a pensar en otra dictadura que él va armando”.

La “otra” dictadura es una de especie alucinante, mitad ritual vudú, mitad escena mística cristiana, en donde el personaje de Sombra Castañeda armará su gobierno entre lagartijas y grillos: a través de una fuerte estructura narrativa que hace suceder una voz después de la otra, lo que encontramos es el esqueleto mismo de la (siempre doble) historia latinoamericana: cuerda y loca, serena y salvaje. Si bien Veloz Maggiolo es difícil de encasillar dentro de los grandes nombres del boom, quizás esta novela se acerque muchísimo a los textos más sólidos del movimiento.
Tomado de "Pagina 12"  Argentina

2 de octubre de 2011

Maria Kodama, La Ridícula.



La ex secretaria y viuda del escritor Jorge Luis Borges, María Kodama, demandó a la Editorial Alfaguara
Por la publicación del libro El hacedor (de Borges), 'Remake'.del escritor español Agustín Fernández Mallo.
La administradora de los derechos de Borges, no considera legítima la obra de Fernández Mallo y considera que por lo menos el autor debió pedir permiso.
El demandado escritor afirma sentir "muchísimo el enfado de María Kodama" añadiendo que nunca pensó que debiera pedir permiso para homenajear al que considera uno de sus maestros. ¿La razón? "Borges fue el primero en usar las mismas técnicas de apropiación y reescritura que yo".
Dice Fernández Mallo que "el 98%" de El hacedor (de Borges), 'Remake' es "material original" dado que el conjunto nació a partir de las ideas que le sugería la lectura de El hacedor borgiano: "De ahí que repita los títulos de las prosas y los poemas pero el contenido no sea ni remotamente el de Borges".
La heredera de Borges, conoce muy poco de literatura y quizás menos la de su finado esposo y hay que entender que ella no tiene ninguna mala intención en la demanda mas bien es el resultado de frustración al no poder representar verdaderamente a Borges como el merece, cayendo en la ridiculez de criticar la elaboración literaria de un libro que, ni es un plagio ni una falta de respeto al autor de “El Hacedor”, obra que la Kodama desconoce.
Debemos entender a la Kodama de Borges porque no hay otra forma en que ella sea noticia si no es a través de Borges, porque, que yo sepa, no escribe, ni canta y quien sabe, ni baila.
La viuda está “defendiendo” la obra de su marido, de su jefe, de su todo. Una cosa es defender y proteger el derecho de la obra de Borges el escritor y otra es Borges, el marido.
A la Kodama lo que le molestó fue que no la tomaran en cuenta y no realmente lo del permiso.
Pueden ver cuan desorientada está en lo literario y lo legal que dice que "Imagine que si se retiró [el libro] es porque es algo muy grave", cuando realmente no lo es, corroborado por Alfaguara cuando dice “Atendiendo los reclamos de María Kodama, hemos decidido retirar voluntariamente el libro del comercio”. Alfaguara, como para afirmar el analfabetismo literario de Kodama dice “jamás sospechamos que el libro pudiera ser leído de una manera negativa contra la persona o la obra de Jorge Luis Borges”.
Concluye Alfaguara en su comunicado, diciendo “Justamente por ello, pensamos que el suyo es un gran homenaje a la persona que inventó para la literatura española este tipo de procedimientos de apropiación y juego. Borges ideó una forma de hacer literatura de la que Fernández Mallo es un heredero fiel y agudo. Como sus editores, lamentamos que este libro no se hubiera entendido en esa clave".
Fuente: Diario El Pais, España.

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