30 de junio de 2010

Bosch y la alquimia literaria de Miguel Collado


Por José Carvajal

Es interesante notar que el origen de cualquier libro nace siempre de una pasión por poner al descubierto algo que toca el alma del autor. El de “Juan Bosch: Maestro de la narrativa dominicana (Selección de textos críticos)”, editado por Miguel Collado, sería el de un afán tal vez alquímico del bibliógrafo dominicano por dar a conocer lo mejor de nuestra literatura.

El libro reúne casi una cincuentena de ensayos y estudios críticos en torno a la obra narrativa de Juan Bosch. Y lo más novedoso de este último logro es la mezcla de una veintena de extranjeros, de América y Europa, con casi una treintena de dominicanos que analizan los cuentos y las novelas del autor de “La mañosa” y “El oro y la paz”.

La edición, patrocinada con sobrado esfuerzo por el Centro de Estudios Bibliográficos Cedibil, fundado y dirigido por Collado, incluye estudios de críticos tan importantes como el estadoundiense Seymour Menton, el autor de la famosa antología “El cuento hispanoamericano”.

Mi contribución al libro de Collado fue el haberme negado a colaborar en el mismo con la introducción que hice a “Cuentos fantásticos de Juan Bosch”, la antología que preparé hace ya unos tres años con miras a presentar los relatos del autor dominicano al lector extranjero.

Rechacé la inclusión de mi texto porque no me considero un estudioso de la obra de Bosch. Sin embargo, mi satisfacción del deber cumplido queda sellada con el ensayo de Menton, ya que se trata de la presentación que hizo de mi antología en un exitoso acto celebrado en el Centro Cultural Español de Coral Gables, en Miami.

Al rechazar la oferta de Collado, le expliqué mis razones: el ensayo de Menton es suficiente, porque juega la doble función de reseñar la intención de mi antología y la de tocar por primera vez en uno de sus ensayos críticos el elemento fantástico que aparece en algunos de los cuentos de Bosch. Por eso también intercedí por Collado ante Menton, y canalicé el contacto directo entre ambos.

El libro de Collado tiene además la función de celebrar a Bosch en una especie de mano a mano entre los críticos dominicanos y los extranjeros. Cada cual echó en su momento una mirada individual a la narrativa de Bosch, y ahora resulta interesante verlos colectivizados en un trabajo bibliográfico llamado a convertirse en un documento histórico en torno a la obra del mayor escritor dominicano del siglo XX.

Agradezco a Collado su comprensión por mi rechazo a su amable invitación, y ojalá que el "autobús" donde ha reunido a tantos expertos no se encuentre con esos reptiles de la cultura que se arrastran sigilosamente por todos los caminos, con el firme propósito de devorar las ideas de luces para congraciarse con las víboras del poder.

21 de junio de 2010

SARAMAGO Y LAS PALABRAS


Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpa. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras son dadas, cambiadas, ofrecidas, vendidas e inventadas. Las palabras están ausentes. Algunas palabras nos absorben, no nos dejan: son como garrapatas, vienen en los libros, en los periódicos, en los mensajes publicitarios, en los rótulos de las películas, en las cartas y en los carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, conminan, imponen, segregan, eliminan. Son melifluas o ácidas. El mundo gira sobre palabras lubrificadas con aceite de paciencia. Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz y en armonía con sus contrarias y enemigas. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa creyendo pensar lo que hace. Hay muchas palabras.

Y están los discursos, que son palabras apoyadas unas en otras, en equilibrio inestable gracias a una sintaxis precaria hasta el broche final: "Gracias. He dicho". Con discursos se conmemora, se inaugura, se abren y cierran sesiones, se lanzan cortinas de humo o se disponen colgaduras de terciopelo. Son brindis, oraciones, conferencias y coloquios. Por medio de los discursos se transmiten loores, agradecimientos, programas y fantasías. Y luego las palabras de los discursos puestas en papeles, pintadas en tinta de imprenta -y por esa vía entran en la inmortalidad del Verbo. Al lado de Sócrates, el presidente de la junta domina el discurso que abrió el grifo fontanero. Y fluyen las palabras, tan fluidas como el "precioso líquido". Fluyen interminablemente, inundan el suelo, llegan hasta la rodilla, a la cintura, a los hombros, al cuello. Es el diluvio universal, un coro desafinado que brota de millares de bocas. La tierra sigue su camino envuelta en un clamor de locos, a gritos, a aullidos, envuelta también en un murmullo manso represado y conciliador. De todo hay en el orfeón: tenores y tenorinos, bajos cantantes, sopranos de do de pecho fácil, barítonos acolchados, contraltos de voz-sorpresa. En los intervalos se oye el punto. Y todo esto aturde a las estrellas y perturba las comunicaciones, como las tempestades solares.
Porque las palabras han dejado de comunicar. Cada palabra es dicha para que no se oiga otra. La palabra, hasta cuando no afirma, se afirma: la palabra no responde ni pregunta: encubre. La palabra es la hierba fresca y verde que cubren los dientes del pantano. La palabra no muestra. La palabra disfraza.
De ahí que resulte urgente mondar las palabras para que la siembra se convierta en cosecha. De ahí que las palabras sean instrumento de muerte o de salvación. De ahí que la palabra sólo valga lo que vale el silencio del acto.
Hay, también, el silencio. El silencio es, por definición, lo que no se oye. El silencio escucha, examina, observa, pesa y analiza. El silencio es fecundado. El silencio es la tierra negra y fértil, el humus del ser, la melodía callada bajo la luz solar. Caen sobre él las palabras. Todas las palabras. Las palabras buenas y las malas. El trigo y la cizaña. Pero sólo el trigo de pan.

José Saramago
1922

Despedida

Palabras de despedida de Eduardo Galeano,
al enterarse de la muerte de su amigo José Saramago
Despedida:


“Se fue, pero se quedó. No quiero palabrear las emociones. Digo que en este mundo hay finales que son también comienzos, muertes que son nacimientos. Y de eso se trata. Siempre estuvo al lado de los perdedores. Nos hará falta, pero seguirá resonando desde sus libros. Como dije sobre Mario Benedetti hace un año: ‘Hay cosas que se dicen callando.” Eduardo Galeano.


" No es verdad. El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración...El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje. "
Saramago.

18 de junio de 2010

Adios Saramago

El escritor José Saramago ha fallecido en su casa de Lanzarote a los 87 años

Creador de uno de los universos literarios más personales y sólidos del siglo XX, José Saramago supo aunar su vocación de escritor con su faceta de hombre comprometido que nunca cesó de denunciar las injusticias que veía a su alrededor o de pronunciarse sobre los conflictos políticos de su tiempo.


Nacido en 1926, hijo de José de Sousa y María la piedra, una pareja de campesinos sin tierra y sin recursos económicos, José Saramago siempre identificó su carácter como proveniente de ese origen, incluso el hecho, que parecería hoy baladí si no gracioso, de que el funcionario encargado de registrar su nombre se equivocara y en vez de ponerle Sousa de apellido le colocase ese Saramago que es el nombre de una planta que crece por el Alentejo con cierta profusión, contribuyó a ello.
El que luego sus padres emigraran a Lisboa y José de Sousa tuviese que ejercer de policía, el que José tuviera que dejar los estudios porque no podían pagarle la escuela, el que entrara a trabajar en una herrería mecánica para luego ir mejorando y entrar de auxiliar administrativo de la Seguridad Social y poco a poco ir decantándose por la literatura hasta dar el salto con dos novelas, «Tierra de pecado» y «Claraboya», de las que no vendió nada; el hecho, incluso, de que el periodismo le salvara, entrando a formar parte de «Diario de Noticias», haciendo de él una versión fatalista, como sucedía en España e Italia, de un peculiar y dramático «self made man»; el hecho, también, de entrar a formar parte del Partido Comunista, una organización que ha gozado de muchas simpatías en Portugal porque en cierta época se la identificó como un modelo moral, todo ello ha contribuido a que el destino del Portugal moderno y el de Saramago se confundieran hasta el punto de que, a pesar de vivir en Lanzarote y de las polémicas que le han acompañado en su país desde la novela sobre el mensaje evangélico, que chocó con las instituciones católicas y sociales, es obvio que todo el mundo fuera de Portugal identifica a Saramago con aquel país como su representante cultural más acendrado.
Saramago ha representado como nadie al Portugal que se integró en la Unión Europea, al Portugal que supo desligarse del destino secuestrado al que Salazar le mantuvo durante unos años de hierro, al Portugal que mira por primera vez desde hace muchos años hacia adelante. Y lo cierto es que Saramago ha abierto los caminos para que la literatura portuguesa sea conocida fuera de sus fronteras y en cierta manera no se puede entender la fama que posee Antonio Lobo Antunes en Francia, pongamos por caso, sin atender a la brecha profunda que años antes ofreció José Saramago.
Todo, pues, ha contribuido a que su vida y su leyenda fuese de la manera que ha sido. Incluso la publicación tardía contribuyó a ello, pues hizo que su figura fuese conocida en el momento justo en que tenía que serlo. Bien puede decirse que el caso de Saramago tiene mucho de providencial porque da la impresión de que tenía que haber sido inventado si no hubiese existido.
Todo esto es muy portugués y el fatalismo que determina cada uno de sus libros, en especial «Ensayo sobre la ceguera», que publicó en 1995, del que muchos opinan que es su mejor novela, ese especial ahínco en determinar con precisión la decadente visión de nuestro mundo y, a la vez, de salvarlo gracias al personaje que no acepta ese estado de cosas, parecería hecho aposta, como si sólo él hubiese podido descubrir en mil y una facetas el imaginario del alma portuguesa, las fantasías en las que se sustenta.
Prácticamente fue el año 80 cuando Saramago comenzó a publicar en serio con «Alzado del suelo», hasta entonces sus obras anteriores pueden ser calificadas de ensayos preparatorios. Una edad ya avanzada para alguien nacido en el 26. Pero conmueve y asombra repasar, aunque sea de manera somera, la cantidad de obras que Saramago ha publicado desde aquella fecha, más de veinte libros con títulos tan significativos, aparte de los ya mencionados, como «Historia del cerco de Lisboa», «La segunda muerte de Francisco de Asís», «Todos los nombres», «La caverna», «El hombre duplicado»…
En fin, una serie de títulos que nos hablan de una capacidad de trabajo poco común, una capacidad que no le ha abandonado desde que a la edad de doce años tuvo que ponerse a pensar en la mejor manera de sobrevivir y no se le ocurrió otra cosa que meterse en una escuela industrial mientras se leía toda la biblioteca municipal de su barrio. Quizá no haya mejor imagen del escritor que ésta a sus doce años. Lo dice todo.

10 de junio de 2010

Libro de Angelita Trujillo: Una Porqueria





Ponencia del Dr. Roberto Cassá, en el conversatorio sobre el libro "Trujillo, mi padre en mis memorias" de Angelita Trujillo. 1ra parte










“Parto de la premisa de que el libro no es “de Angelita”, sino una obra colectiva, en la cual se ha pretendido validar el trujillato con idénticos argumentos y procedimientos que los utilizados en su momento por los alabarderos del régimen.”


Carece de importancia quiénes han sido los autores de esta obra, puesto que al parecer participaron movidos por el interés mercurial.
Lo interesante es que han aunado esfuerzos en el propósito para presentarse como la emanación actual del discurso despótico.

De paso, cabe constatar la indigencia intelectual de esta capillita trujillista, que hace presencia en un libro muy mal escrito, plagado de faltas ortográficas, disparatoso, carente de todo ingrediente intelectual y de cualquier consistencia expositiva. Posiblemente estos señores han llegado a la conclusión de que el ordenamiento democrático vigente ha dado muestras de tal grado de incapacidad que hace creíble que se reproduzca al pie de la letra el discurso ideológico de antaño. A pesar de la indignación que suscita la intención malévola que guía este libelo de manchar las reputaciones de los antitrujillistas, en seguimiento de los moldes del discurso de la Era, no se le puede evaluar de manera emotiva, puesto que lo que requiere es de una refutación política. En el meollo del asunto, lo que está en juego es desmontar el supuesto balance favorable a la tiranía de los treinta y un años, que según ellos se define no más que por sus magnas realizaciones materiales.


Ante sus seudo-argumentos del “libro de Angelina”, puesto que no trae nada nuevo, lo que queda es reiterar posturas que asumieron los antitrujillistas en sus luchas por la libertad. La “importancia” es del todo punto insustancial porque está hecho en pura clave retrospectiva. El libro parece estar escrito en 1961, como si el tiempo de la historia se hubiese detenido y la verdad horrorosa del esquema trujillista de dominación no se hubiese hecho inconcusa. Aquí se encuentra, por lo demás, una señal de uno de los rasgos de la elaboración ideológica del trujillato, que fue la alteración flagrante de la realidad de las cosas. La mentira hiriente se renueva en la tónica dominante de este libro, que intenta pasar por alto los charcos de sangre que dejó detrás de sí la larga noche del terror de Chapita.


A la luz del tiempo presente, esta operación adolece de falta de eficacia. El solo hecho de que estemos congregados aquí para cada quien expresar sus criterios de manera libre delata un progreso histórico que inutiliza los alegatos contenidos en el libro. Bajo el trujillato la mínima disidencia conllevaba muerte, tortura o exilio. El hecho de que todavía tengamos que afrontar este debate tiene una causa: Tras el ajusticiamiento del tirano no hubo una drástica solución de continuidad y no se ajustaron cuentas con los criminales materiales e intelectuales. De todas maneras qué bueno que este adefesio de libraco pueda circular, porque nos ayuda a ratificar el develamiento de las matrices ominosas del trujillismo.

Visto el contenido del libro, no es solo desfasado, sino sobre todo resulta infamante sin apelación. Por tal motivo, carece de objeto discurrir acerca de sus afirmaciones, todas cargadas de una perversidad inaudita. Nada lo hace merecedor de un debate historiográfico especializado o de una ponderación profesional como fuente. El libro destila mierda, es el peor desecho que puede emanar del ser humano, en este caso un excremento de un concierto de individuos que, desde sus antepasados legitimadores de la mentira y el crimen, perdieron la honra y, por ende, el atributo de la humanidad bien entendida. Solo hay que ver cuánta infamia recorre sus pestilentes páginas, cuando asevera mentiras flagrantes para traspasar los crímenes del tirano a otros. Es el caso de la trama fantasiosa para exculpar al inefable “papá” del crimen de las hermanas Mirabal, hecho que no puede negarse y que tiene que ser recogido por el espíritu malicioso como procedimiento para obviar miles de crímenes y de pasada y a conveniencia endilgar a otros algunos de ellos.

Fuente: Archivo General de La Nacion

7 de junio de 2010


Reseña del libro La breve y maravillosa vida de Óscar Wao (Casa de las Américas, 2010)


Maldiciones y conjuros caribeños que llegan hasta la familia Kennedy, fantasía nórdica, juegos de roles, spanglish, momentos claves de la historia dominicana: Hatuey, las intervenciones norteamericanas, Cuba, los haitianos, el trujillato y la diáspora. “Todo mezclado” —diría Guillén—, para crear una obra maestra que narra, de manera hilarante y en ocasiones dolorosa, la búsqueda de la belleza desde la condición de emigrante, negro, y joven amante de la ciencia ficción.

Con imaginación y humor —y quienes la lean sabrán que no es un recurso retórico— literalmente a prueba de balas, Junot Díaz no ha escrito aquí una sola página en que no nos conmueva y a la vez provoque nuestra admiración.

La breve y maravillosa vida de Óscar Wao, editada en Cuba por Casa de las Américas de cara a la XIX Feria del Libro, es una fiesta que no debemos perdernos. Su protagonista, el antihéroe insólito y al mismo tiempo creíble, que sueña con ser el Tolkien dominicano, capta desde sus primeras apariciones nuestra simpatía.

Si su autor recibió por este libro en 2007 el National Book Critics Circle Award y en 2008 el Premio Pulitzer, es porque con esta novela rompe demasiados esquemas para ser ignorado: escrita originalmente en inglés y repleta de referentes anglosajones —el mismo nombre del personaje central es una alusión a Óscar Wilde—, puede ser incluida entre la mejor literatura latinoamericana; es un desborde de imaginación y sus referencias históricas —como lo demuestran sus muy exactas y no menos irónicas notas al pie— son absolutamente rigurosas; da espacio a las realidades sociales más terribles y a la denuncia de todas las discriminaciones sin dejar de ser divertida; y así pudiéramos seguir largamente en una enumeración paradojal que hace ver en esta obra el surgimiento de algo nuevo y deslumbrante.

La industria editorial española, aunque la incluyó entre las diez mejores novelas del año 2008 en la península, no mostró con ella el mismo entusiasmo que con La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa —libro con el que Díaz polemiza aquí de modo lateral y al que a mi juicio supera en toda la línea—; aquella vez hubo giras por América Latina, reseñas en las principales páginas literarias del continente, entrevistas a bombo y platillos, y tribunas políticas para un libro que, aunque conserva el oficio, dista mucho de los valores de Conversación en La Catedral y La guerra del Fin del Mundo.

Díaz, nacido en República Dominicana en 1968 y residente desde los siete años en Estados Unidos, rompe todos los límites y penetra, amena y agudísimamente, en temas cruciales de nuestro tiempo y de la condición humana, con un disfraz de ingenuidad casi adolescente que no es sino grandeza literaria, profunda cultura y honestidad intelectual. En un mundo de emigrantes, con los hispanos creciendo hasta convertirse en la minoría más numerosa en territorio norteamericano y con el drama haitiano en el orden del día, este texto no nos dará respuestas pero nos hará comprender mejor ese otro que también somos.

Es posible que el relato del fukú terrible que persigue a la familia Cabral desde el trujillato hasta estos veranos en que “los aeropuertos se traban con gente demasiado arreglada; los cuellos y los portaequipajes gimen bajo el peso acumulado de las cadenas y paquetes de ese año, y los pilotos temen por sus aviones …”, sea un intento de zafa salvador y divertido contra esa dinámica de uno mandando y otro mandado, culpable de tantos abusos e injusticias en este Caribe que el también dominicano Juan Bosch bautizó como frontera imperial.

Si los veranos acaban “en un pari grande; un pari grande para todos salvo los pobres, los prietos, los desempleados, los enfermos, los haitianos, sus niños, los bateyes y los carajitos que a ciertos turistas canadienses, americanos, alemanes e italianos les encanta violar…”, los versos de Derek Walcott que abren el libro sintetizan las intenciones del narrador: “si amar estas islas ha de ser mi cruz, de la podredumbre mi alma tomará alas”.

Para los lectores cubanos, no sólo por la simpatía y el cariño con que se refiere a nuestro país —incluso a su pasado más reciente—, muy lejos de cualquier concesión, será una lectura inolvidable. La relación entre dominicanos y cubanos es algo a lo que el libro, en historia y ficción, no deja de hacer guiños de principio a fin, con la feliz coincidencia de que la traducción al español es obra de la escritora cubana Achy Obejas.

Para terminar, sólo una aclaración sobre el título de esta reseña: no es que la novela de Junot Díaz sea precisamente breve, es su lectura sin sosiego la que nos lo hace parecer. Este es de esos libros de los que no podemos desprendernos hasta terminar y que —como los buenos platos— mientras nos vamos acercando al final nos hace tratar de espaciarlo para que no se nos acabe sin paladearlo como merece.

Así pues, compartamos con Óscar Wao la bienvenida a la belleza, o mejor dicho, su búsqueda interminable y riesgosa; sabido es ya que resulta inasible y efímera, como el fugitivo instante quevediano, el único que permanece y dura.


Fuente: Rebelion.org
http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=5531

3 de junio de 2010

Cultura de Masas?

UMBERTO ECO

Si la cultura es un hecho aristocrático, cultivo celoso, asiduo y solitario de una interioridad refinada que se opone a la vulgaridad de la muchedumbre (Heráclito: «¿Por qué queréis arrastrarme a todas partes oh ignorantes? Yo no he escrito para vosotros, sino para quien pueda comprenderme. Para mí, uno vale por cien mil, y nada la multitud»), la mera idea de una cultura compartida por todos, producida de modo que se adapte a todos, y elaborada a medida de todos, es un contrasentido monstruoso.


HERACLITO

La cultura de masas es la anticultura. Y puesto que ésta nace en el momento en que la presencia de las masas en la vida social se convierte en el fenómeno más evidente de un contexto histórico, la «cultura de masas» no es signo de una aberración transitoria y limitada, sino que llega a constituir el signo de una caída irrecuperable, ante la cual el hombre de cultura (último superviviente de la prehistoria, destinado a la extinción) no puede más que expresarse en términos de ApocaIipsis.

Umberto Eco, “Apocalípticos e integrados”

Poema de Francisco Henriquez

  Pregunta   En que bolsillo de mi alma Guardaré tu ausencia? En que mirada de la muchedumbre  Encontraré la tuya? Cuando el suelo me hable ...