24 de diciembre de 2005

Feliz Navidad

Que Dios nos libre



Nicanor Parra

Que Dios nos libre de los comerciantes
sólo buscan el lucro personal
que nos libre de Romeo y Julieta
sólo buscan la dicha personal

líbrenos de poetas y prosistas
que sólo buscan fama personal

líbrenos de los Héroes de Iquique
líbrenos de los Padres de la Patria
no queremos estatuas personales

si todavía tiene poder el Señor
que nos libre de todos esos demonios
y que también nos libre de nosotros mismos
en cada uno de nosotros hay
una alimaña que nos chupa la médula
un comerciante ávido de lucro
un Romeo demente que sólo sueña con poseer a Julieta
un héroe teatral
en connivencia con su propia estatua

Dios nos libre de todos estos demonios

si todavía sigue siendo Dios.

(C) Nicanor Parra

15 de diciembre de 2005

Poemas de CARILDA OLIVER LABRA




SE ME HA PERDIDO UN HOMBRE

Se me ha perdido un hombre.

Y lo busco por cifras y guitarras,
por hierbas y entrepisos,
en el cielo,
en la tierra,
dentro de mí.

Se me ha perdido un hombre.

Y me quedo temblando
como quien no come sino polvo,
como quien ya extravió la sombra.

Pero no,
que no,
que no me ayudan a buscarlo.
¿A quién le importa si su mirada ha derrotado el tiempo?
¿A quién le importa aquella piel
con ganas
de la luz?
¿A quién le importan unos labios transparentes
que no tuvieron hambre,
unas piernas que sólo corrían al amor?

Se me ha perdido un hombre.

Y todos ríen,
se entretienen,
sudan,
mastican
se desenvainan por las noches;
despreciativos,
inefables,
maromeros,
unánimes,
como si sólo se hubiese caído un alfiler
o la hoja más seca
del árbol del bien y del mal,
como si la muerte no hubiera entrado
a destiempo
en nuestra casa.

Y yo pensando que era demasiado joven,
que reunía láminas y piedras,
pedacitos de mundo,
hierros,
cosas del mar.
Yo pensando en su grandeza
de criatura,
en cómo miraba a Venus al atardecer,
en cómo cayó en la trampa.
Yo pensando
en dónde está la mitad del cuerpo mío,
en quién va a cantar ahora para quitarme el miedo,
en las veces que no nos besamos
y en las que nos besamos,
en sus ojos coléricos frente a la injusticia,
en ese silencio con que me responde,
en la herida que nunca le cosí,
en sus manos.

Se me ha perdido un hombre.

¡Ayúdenme a buscarlo!
Pronto...
Siento frío.

Aquí no hay lámparas ni claves,
no tengo redes
ni computadoras.
No tengo flechas ni radares.

¿Dónde estás?
¿Intenta ser mi sombra el desvalido?
¿Se me ha vuelto invisible entre gusanos?



PENSAR QUE YO ESTARÉ MUERTA TAMBIÉN


Pensar que yo estaré muerta también,
tan muerta como tú, de otros comida;
en esa trampa donde al fin, cogida,
a contraluz me clave no sé quién.

Pensar que yo estaré muerta también
es algo que me tiene enternecida,
con ganas de decir: "sigo perdida,
no guardes esa mano ni esa sien,

espérame esta noche. Tuya. Amén."
¿No ves que sueño con andar dormida
donde tus bromas de inocente estén?

¿No ves que yo te estaba prometida
y vuelvo a ti, quitándome esta vida,
porque ya has dicho con la tierra: ¡ven!?


(C) CARILDA OLIVER LABRA
Cuba

14 de diciembre de 2005

Claribel Alegria

Claribel Alegría nació en Estelí, Nicaragua, en 1924. Desde muy niña vivió en El Salvador. Ha publicado una veintena de libros de poesía y narrativa así como testimonios históricos en colaboración con su marido, Darwin J. Flakoll. Entre estos últimos destacan Fuga de Canto Grande (1992) y Somoza: Expediente cerrado (1993).


AUSENCIA

Hola
dije mirando tu retrato
y se pasmó el saludo
entre mis labios.
Otra vez la punzada,
el saber que es inútil;
el calcinado clima
de tu ausencia.


PEQUEÑA MUERTE

Fue una pequeña muerte
tu partida.
Una muerte pequeña que me crece
cuando imagino
a veces que estás cerca
y me obstino en dar vueltas
por las calles
y regreso a mi casa
con la lluvia
cayendo
y me asalta tu voz
en la noche
sin horas.

NO PRECISO CONCEPTOS

No preciso conceptos.
No más divagaciones
ni teólogos discursos
que anestesien mi herida.
Tus palabras preciso,
la imagen de tu rostro
entre las sábanas,
tu último estertor
en mis oídos.

FRONTERAS

Fui la nube
y la lluvia
y el mar
y quiero ser la tarde
y la muralla
y tú

4 de diciembre de 2005

Tres Poemas de Rosa Silverio


MI TRISTEZA

Mi tristeza es mía, única, egoísta,
con nadie quiero compartirla
y a nadie hago responsable de ella.
Es un lagarto que me observa desde el techo.
Veo su cola alargada y sus patas diminutas,
sus ojos que miran hacia ninguna parte,
su serenidad oscura y milenaria.
Mi tristeza es cosa de un momento,
de unos días, de un mes,
de un tiempo secreto y solitario,
pues cuando todos me ven sonreír
yo todavía arrullo este sentimiento sutil y delicado
que se estira como el cuello de un cisne.
Mi tristeza es una ola.
En ocasiones me derriba y me lleva mar adentro.
Yo me dejo ir... ¿Acaso tengo otra salida?
Siempre abro los brazos cuando ella viene a mi encuentro.
No le preceden huracanes, ni desgarres, ni huidas innecesarias.
Hay en mí una predisposición natural,
una voluntaria placidez ante esta forma de estar
que nadie comprende
y que no espera ser comprendida por el mundo.
Mi tristeza es un refugio en el que me arrincono
cuando naufragan los barcos y estallan explosivos.
En su seno me duermo y olvido a los peces voladores,
las lenguas de serpientes y los dragones azules.
Mi tristeza es un estanque y un pájaro.
Mi tristeza es un ancla.

SENTIRSE SOLO

Sentirse solo no es carecer de compañía.
Es algo mucho más siniestro y delicado.
Es una sensación de pájaro y agua,
entendiendo que el pájaro ha caído mar adentro
y resulta inútil pedir socorro a la bandada.
Es una línea que se resigna a su viaje solitario,
un copo de sombra perdido en la claridad.
Sentirse solo es abrir los brazos y no recibir golpes,
balas, arañazos, o un corazón abierto y vulnerable
dispuesto a sentir tu corazón.
Es una ausencia de barcos, de peces,
un naufragio, una caída, un ala rota,
una piedra que no habla
y le hace creer a todos que no siente,
pero dentro de ella...
ay, dentro de ella el llanto y la espuma,
murciélagos nocturnos,
alma de tigre y espanto,
blancura y cascada,
suave palpitación de la carne,
temblor secreto que estremece su interior.
Porque sentirse solo es más triste que estar solo.
No hay risa o caracol que disfrace esa melancolía oscura,
esa rotura en el pecho, ese vivir de los recuerdos,
de lo que pudo ser, de la pérdida.
...silencio.
Sentirse solo es más triste que una isla.

LA ESPERA

No sé si es temprano o tarde,
si debo esperar un poco más
o si debo avanzar cuando escuche el gong de las campanas.
No sé si el reloj me anunciará la hora exacta,
el preciso segundo en que debo abrir las ventanas
y volar hacia el jardín de los fantasmas y las sombras.
He esperado mucho tiempo, he perdido las fuerzas,
he visto el sol ponerse cientos de veces
y he aprendido a peinarme los sueños,
a recolocarme los dientes,
sólo para estar lista en el momento
en que ella venga y rasgue todos mis vestidos.
Sin embargo, no sé si esta espera ha sido en vano,
si arrancarme la cabeza aplacará la sed de los gusanos,
o si la angustia se extenderá más allá del derramamiento.
No sé si olvidaré el filo del cuchillo, la tristeza de la carne,
o si inevitablemente cargaré con la memoria, los errores,
las mareas, las serpientes, las dudas y los años
en los que imaginar era mi forma de estar viva.
Es tarde, estoy cansada,
les aseguro que la espera ha sido larga.
¿Falta mucho más para el ocaso?

DIME

Dime, Corazón,
en dónde guardas las sombras y los fantasmas
y allí depositaré los míos.
Dime dónde ocultas el polvo y las telarañas,
dónde encarcelas las tarántulas y los demonios,
en cual vasija de tu interior reposan la sal y los gusanos.
Dímelo al oído, Corazón,
y allí iré yo cuando amanezca
o si lo prefieres,
esperaré a que el sol se pierda entre las montañas
y viajaré sin linternas, sin brújulas, sin mapas.
Andaré desnuda y sin equipajes,
a pesar del frío y de las fieras que puedan atacarme.
Seguiré el viejo camino ensangrentado
hasta llegar al lugar en donde guardas
todas mis dulzuras y secretos,
mis dolores imaginarios,
mi resaca y mi angustia,
la felicidad que aún me resisto a descubrir.
Dime, Corazón,
si hago bien en ir a tu búsqueda,
si es correcto suplicarte que me muestres tus caminos
y que me indiques en dónde,
en dónde guardas las heridas y los recuerdos putrefactos,
en dónde entierras las malezas, el cardo y la locura,
en qué rincón o en qué poema debo yo verter
las soledades, las carencias, los días,
y este miedo a saberme descubierta y vulnerable
ante la terrible inmisericordia de los hombres.

(C) Rosa Silverio

La poesía de Enriquillo Sánchez

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