4 de junio de 2023

Soledades

 


La soledad del ascensor 

Es como la soledad 

Del espejo 

Que te miras

Sin mirar a nadie.

La soledad de los cementerios 

Es una soled concurrida

Por la muerte.

La soledad de la lluvia 

Es húmeda 

Y llena de pasiones.

La soledad de la noche

La acompaña el sueño 

Y una Estrella que no duerme.

La soledad del amor 

Nos acompaña 

Cuando ya se ha ido.

La soledad de un beso

Se comparte 

Entre labios y lenguas.

La soledad del poeta

Está en el verso 

Que nunca ha escrito.

La soledad de la poesía 

Está en cada una 

De sus melancolías.

La soledad de la música 

Puede llegar hasta el cielo 

Con su sola melodía.

La soledad de ti

Soy yo 

con mis sorpresas.


-Francisco Henriquez Rosa.

Tertulia de Orlando 

2 de junio de 2023

Haikus

 Para  “La Maestrilla” 


Y tu sonrisa 

Ardiente y presurosa 

Como abeja en flor


Versos y besos 

A tu imagen florida 

Que me consume 


Quien es el dueño 

De la boca que veo?

Para robarla


Porque te pienso?

Sin saber que me piensas

Lejana imagen 


Me gusta el color 

Que tiene tu sonrisa 

Es un hechizo 


Estoy pensando 

Que pensaría tu boca 

Si llega el beso 


Leer tus ojos 

Cómo libro divino 

Iluminado 


Esos tus versos 

Cómo piedras de ríos 

Buscando el fondo 


Toma mis versos 

Cómo si fueran lunas

Alumbrándote 


-Francisco Henriquez Rosa


13 de mayo de 2023

Un poema de Elías Nandino

  


Silencio en poema

Para poder decirte lo que ansío
busco lo más sutil, lo más celeste,
lo que apenas se acerque al alba pura
de iniciar su existencia,
sin haber sido herido
ni por una mirada
ni tampoco por nadie imaginado.

El aroma del sueño,
la estela sin color que va quedando
cuando la nube avanza,
la oración que se eleva de la espuma
al nacer y morir,
la queja que pronuncia la corola
cuando vuela el rocío
o el íntimo gorjeo
del agua que abandona su venero:
no pueden ayudarme
porque ya están violados sus secretos
y opacan la avidez
del solo intento de querer pensar
lo que anhelo decirte.

No hay palabra, ni canto de paloma,
ni roce, ni suspiro, ni silencio,
que puedan expresar la frase virgen
con que yo quiero hablarte.
Es idioma que traigo sumergido
en estado naciente, inmaculado,
que lucha atravesando mis tinieblas
como la luz de estrellas ignoradas
que viene, desde siglos, descendiendo
para tocar la tierra…
Así es la profunda voz sedienta
que llevo atesorada
como raíz de antigua resonancia
en mi marino caracol de entraña,
y que vive conmigo, desde siempre,
brotando del amor inapagado
del amor primitivo de otros seres
que amaron antes, con el mismo amor,
y prosiguen en mí
fundidos en espera
enamorando aún lo inalcanzable.

Para poder decirte lo que anhelo
me falta lo inasible, lo perfecto,
y al no poder tenerlo:
con sombras duras, con dolor desnudo,
con el creciente caos de mi delirio
y el humo intacto del callar que oprimo,
escarbo el pozo donde entierro a solas
la forma del intento,
el inmóvil temblor
de quererte expresar los inexpresable.

Elías Nandino  (1900-1993)

Nació en Cocula, Jalisco, el 19 de abril de 1900; muere el 2 de octubre de 1993. Poeta. Estudió medicina en la Escuela Nacional de Medicina. Editor y director de Estaciones, Cuadernos de Bellas Artes, Allis Vivere, México Nuevo Campo Abierto. Perteneció al grupo de Los Contemporáneos.

Obra publicada

Autobiografía: Juntando mis pasos, (e.p.), Aldus, La Torre Inclinada, 2000.

Poesía: Canciones, 1924. || Espiral, Norte, 1928. || Color de ausencia, Norte, 1932. || Eco, Mundial, 1934. || Río de sombra, Mundial, 1935. || Sonetos, Ángel Chapero, 1937. || Suicidio lento, Ángel Chapero, 1937. || Poemas árboles, Norte, 1938. || Nuevos sonetos, Cuadernos México Nuevo, 1939. || Nudo de sombras, 1941. || Prismas de sangre, 1945. || Espejo de mi muerte, Isla, 1945. || Conversaciones con el mar, 1947. || Poesía I. 1924-1945, Nueva Voz, 1947. || Poesía II, Nueva Voz, 1949. || Naufragio de la duda (sonetos), Nueva Voz, 1950. || Triángulo de silencios, Guaranía, 1953. || Nocturna summa, FCE, Tezontle, 1955. || Nocturno amor (doce sonetos), Cuadernos del Unicornio, Colección Literaria Juan José Arreola, núm. 9, 1958. || Nocturno día, Estaciones, 1959. || Nocturna palabra, FCE, Letras Mexicanas, núm. 60, 1960. || Poeme de ma parole, Profils Poétiques des Pay Latins, París, 1961. || Eternidad del polvo, Joaquín Mortiz, 1970. || Cerca de lo lejos, FCE, 1979. || Conversación con el mar, Cuarto Menguante, Guadalajara, 1982. || Costumbre de morir a diario, Departamento de Bellas Artes de Jalisco, 1982. || Medio rostro de una vida (1916-1948), Colomos, 1982. || Antología poética 1924-1982, Domés, 1983. || Erotismo al rojo blanco, Domés, 1983. || Todos mis nocturnos, Ayuntamiento de Guadalajara, 1988. || Ciclos terrenales, Plaza Valdés Editores,1989. || Nocturnos intemporales, UNAM, 1990. || Eternidad del polvo/Nocturna palabra, Conaculta, 1991. || La noche y la poesía, Conaculta/INBA, Nuestras Escrituras, 1992. || Banquete íntimo, Secretaría de Cultura de Jalisco, Escritura en Marcha, 1993.

12 de febrero de 2023

Poemas de Mateo Morrison.


Mateo Morrison (Santo Domingo, República Dominicana, 1946), poeta, abogado y ensayista, galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 2010. En 1970 fundó el reconocido Taller Literario César Vallejo. También ha sido director del Departamento de Cultura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, viceministro de Cultura del gobierno dominicano y director, durante dos décadas, del suplemento literario “Aquí”


Vivo aquí donde fallece el viento.

Muero para renacer

tal vez

en tu memoria

La daga que construyes para herirme.

El cuchillo imantado que lanzas a mi pecho.

La tea con que incendias mis pisadas.

La herida en mí descuidado rostro.

Las abejas que entrenas para emponzoñar mi espíritu.

Las aguas infectadas del jardín que cultivas para ensañarte

en mi cuerpo derribado.

El pistoletazo que buscaste en el poema de Maiakosky

para penetrar en mi sien.

Los restos de cicuta que indagas en la historia para que su esencia

destruya mis entrañas.

Las investigaciones que avanzas para aprender y aplicarme

las torturas más sublimes de la postmodernidad.

La cámara de gas que fuiste a conocer para estudiar

la posibilidad de mi holocausto particular.

La mirada que exhibes cada mañana forzando

a refugiarme en la quietud.

¿No son suficientes para detener tus asedios a mi sombra?


II


No

Quizás

Tal Vez

Alumbra rápido

La noche

Podría

Estallar

En nuestras manos.


III

 Lo armonioso viene de tu piel,

suave y húmeda como ciertas cavernas.

Cruzo por tu desierto de espejos,

que me multiplican los sudores del deseo.

Tu sombra me cubre.

Ya puedo entrar en ti

bañado de gemidos.


IV


He aquí donde están colocadas las criaturas

que van a ser estatuas.

Entes tallados sin sudores

y sin nada que circule por sus venas.

Ya están listas lejos de las ciudades donde deambulan

tantos seres anónimos que nunca serán esfinges.

Trasladen ya a los seleccionados para la gloria

y déjennos con nuestra intrascendencia,

dispuestos a morir como llegamos,

emitiendo un pequeño grito.

Arropándonos con la sábana del olvido.



22 de junio de 2022

Poemas de Julia de Burgos

 


Julia de Burgos nació el 17 de febrero de 1914 en el Barrio Santa Cruz, de Carolina.


Canción amarga

Nada turba mi ser, pero estoy triste.
Algo lento de sombra me golpea,
aunque casi detrás de esta agonía,
he tenido en mi mano las estrellas.

Debe ser la caricia de lo inútil,
la tristeza sin fin de ser poeta,
de cantar y cantar, sin que se rompa
la tragedia sin par de la existencia.

Ser y no querer ser… esa es la divisa,
la batalla que agota toda espera,
encontrarse, ya el alma moribunda,
que en el mísero cuerpo aún quedan fuerzas.

¡Perdóname, oh amor, si no te nombro!
Fuera de tu canción soy ala seca.
La muerte y yo dormimos juntamente…
Cantarte a ti, tan sólo, me despierta.


Amor

Amor…
única llama que me queda de Dios
en el sendero cierto de lo incierto.

Aquí,
desesperada,
me contemplo la vida en un hueco del tiempo.

Entrecortando pasa el sendero de luz
que esperancé de sueño.

¡Oh mañanas azules que se quedaron muertas,
volando en el espacio!

¡Oh anudada caricia que amaneces dispersa,
cuando despierta el cuerpo!

¡Oh querer desterrarme de mis pasos turbados…!
¡Multiplican en ecos!

Aquí, junto al continuo gravitar de la nada,
¡cómo asaltan mi espíritu los silencios más yermos!

Mi esperanza es un viaje flotando entre sí misma…
Es una sombra vaga sin ancla y sin regreso.

Mis espigas no quieren germinar al futuro.
¡Oh el peso del ambiente!
¡Oh el peso del destierro!

¡Amor…!
Hasta la leve ronda de tu voz perturbada,
me partió la ola blanca que quedaba en mi pecho.


Yo fui la más callada

Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo…

No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecía
silbando en la redonda sencillez de los vientos.

No pesé la armonía de ambiciones triviales
que prometía tu mano colmada de destellos:
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecías al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mí te seguiste como el sol en los pétalos.

Y caminé en la brisa de tu dolor caído
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso río blando corriendo hacia el desierto.

Un día, por las playas amarillas de histeria,
muchas caras ocultas de ambición te siguieron;
por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos
se colaron las voces sin cruzar tu misterio…

Yo fui la más callada.
La voz casi sin eco.
La conciencia tendida en sílaba de angustia,
desparramada y tierna, por todos los silencios.

Yo fui la más callada.
La que saltó la tierra sin más arma que un verso.
¡Y aquí me veis, estrellas,
desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!


El mar y tú

La carrera del mar sobre mi puerta
es sensación azul entre mis dedos,
y tu salto impetuoso por mi espíritu
es no menos azul, me nace eterno.

Todo el color de aurora despertada
el mar y tú lo nadan a mi encuentro,
y en locura de amarme hasta el naufragio
van rompiendo los puertos y los remos.

¡Si tuviera yo un barco de gaviotas,
para sólo un instante detenerlos,
y gritarle mi voz a que se batan
en un sencillo duelo de misterio!

Que uno en el otro encuentren su voz propia,
que entrelacen sus sueños en el viento,
que se ciñan estrellas en los ojos
para que den, unidos, sus destellos.

Que sea un duelo de música en el aire
las magnolias abiertas de sus besos,
que las olas se vistan de pasiones
y la pasión se vista de veleros.

Todo el color de aurora despertada
el mar y tú lo estiren en un sueño
que se lleve mi barco de gaviotas
y me deje en el agua de dos cielos.


Agua, vida y tierra

Yo fui estallido fuerte de la selva y el río,
y voz entre dos ecos, me levanté en las cuestas.
De un lado me estiraban las manos de las aguas,
y del otro, prendíanme sus raíces las sierras.

Cuando mi río subía su caricia silvestre
en aventuras locas con el rocío y la niebla,
con el mismo amor loco que impulsaba mi sueño,
lejos de sorprenderlo, me hospedaba en las sierras.

Pero si alguna sombra le bajaba a los ojos,
me repetía en sus aguas hasta dar en la arena,
y era mi grito nuevo como un tajo en el monte
que anegaba las calles y golpeaba las puertas.

A veces la montaña se me vestía de flores
e iniciaba en mi talle curvas de primavera.

Quién sabe en qué mañana se apretaron mis años
sobre senos y muslos y caderas de piedra!

Se treparon mis ojos al rostro de los árboles
y fueron mariposas sus vivas compañeras:
así es como en los prados voy buscando las flores,
y alas pido en las almas que a mi vida se acercan.

Mis dedos arañaron la fuerza de los riscos,
y juraron ser índices de mis futuras vueltas;

por eso entre los cuerpos doblados de los hombres,
como puntales puros de orientación se elevan.

Yo fui estallido fuerte de la sierra y el río,
y crecí amando el río e imitando la sierra…

Una mañana el aire me sorprendió en el llano:
ya mi raíz salvaje se soltaba las riendas!
Pálidas ceremonias saludaron mi vida,
y una fila de voces reclamaron la prenda…

Mis labios continuaron el rumor de las fuentes
donde entrañé mis años y abastecí las venas.
De ahí mi voz de ahora, blanca sobre el lenguaje,
se tiende por el mundo como la dio la tierra!


Desde 1948 Julia de Burgos padeció de cirrosis del hígado hasta su fallecimiento en Nueva York el 6 de julio de 1953. Tras su muerte, se publicó "Obra poética", que incluye aparte de sus libros los poemas escritos en periódicos y revistas.

13 de abril de 2021

 

7 poemas  de Baudelaire.


El 9 de abril de 1821 nacía en París Charles Baudelaire, el creador maldito, genial demiurgo que dinamitó la literatura clásica reinventando la poesía como forma de arte absolutamente moderna y actual. Dandi y flâneur, borracho y sentimental, el poeta resumió en una palabra, spleen, su tedio ante la vida cotidiana mientras provocaba una revolución devastadora contra los convencionalismos que asolaban la imaginación y los sentidos.

Obsesión

Vosotros, altos bosques, me amedrentáis como catedrales;
aulláis igual que el órgano; y en nuestros corazones malditos,
cámaras de duelo eterno donde resuenan antiguos estertores,
se repiten los ecos de vuestros De profundis.
¡Océano, te odio! Tus brincos y tumultos
los encuentra mi espíritu en sí; la risa amarga
del hombre derrotado, llena de sollozos y de insultos,
yo la escucho en la risa tremenda de la mar.
¡Cómo me gustarías, oh noche, sin esas estrellas
cuya luz habla un lenguaje consabido!
¡Pues yo busco el vacío, y lo negro, y lo desnudo!
Pero las tinieblas son también ellas lienzos
donde viven, brotando de mis ojos a miles,
seres desaparecidos de miradas familiares.

Traducción de Luis Antonio de Villena

Mujeres malditas

En la arena tumbada, cual recua pensativa,
hacia los horizontes del mar sus ojos vuelven,
y con los pies se buscan y sus manos cercanas
desmayos dulces tienen y temblores amargos.

Unas, almas prendadas de largas confidencias,
en el fondo del bosque donde arroyuelos cantan,
de niñeces medrosas el amor deletrean
y graban en el tronco de verdes arbolillos;

las otras, como monjas, marchan lentas y graves
a través de las rocas de apariciones llenas,
donde vio San Antonio surgir sus tentaciones
con los pechos desnudos y purpúreos, cual lavas;

las hay, que al resplandor de chorreantes resinas,
en el mundo agujero de los antros paganos,
te llaman en ayuda de sus aullantes fiebres
¡Oh Baco, que los viejos remordimientos duermes!

Y hay otras, cuyo cuello ama el escapulario,
que, escondiendo el cilicio bajo sus largas ropas,
mezclan en los boscajes, las noches solitarias,
la espuma del placer y el llorar del tormento.

¡Oh mártires, oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos,
cuyas almas tan grandes la realidad desprecian,
satiresas, devotas en busca de infinito,
ora llenas de gritos, ora llenas de llantos,

a vosotras, que mi alma persiguió en vuestro infierno,
amo, pobremente hermanas, y a la par compadezco,
por vuestras tristes penas, vuestra sed insaciable
y las urnas de amor que vuestros pechos colman!

Traducción de Alain Verjat y Luis Martinez de Merlo


Sueño parisiense

I

De aquel terrible paisaje
Como nunca vio mortal,
Esta mañana, aún la imagen
Vaga y lejana perdura.

¡Lleno está el sueño de magia!
Por un singular capricho
Desterré de ese espectáculo
Al barroco vegetal,

Y, pintor fiel de mi sueño,
En el cuadro saboreé
La monotonía embriagante
De agua, mármol y metal.

Babel de arcos y escaleras,
Era un palacio infinito
lleno de fuentes y aljibes
En oro bruñido o mate;

Y rumorosas cascadas,
Como cortinas de vidrio,
Se suspendían destellantes
Sobre murallas metálicas.

No árboles, sino columnas,
Ceñían estanques dormidos,
Donde gigantescas náyades
Como damas se miraban.

Capas de agua se extendían,
Por muelles rosas y verdes,
Durante miles de leguas,
Hacia el fin del universo;

Había piedras inauditas
Y olas mágicas; había
Inmensos hielos absortos
Por lo que ellos reflejaban.

Taciturnos y distantes,
Ganges en el firmamento,
Arrojaban sus tesoros
En diamantinos abismos.

Arquitecto de mis magias
Hacía, a mi voluntad,
Bajo un enjoyado túnel
Pasar un manso océano;

Y hasta los negros colores
Parecían claros y limpios;
Fundía su gloria el líquido
En el rayo cristalino.

No había vestigio de astros,
¡Ni siquiera el sol poniente,
Para alumbrar los prodigios
Que con su fuego brillaban!

Y sobre esas maravillas
Planeaba (¡atroz novedad!
Presente el ojo, no el oído)
Un infinito silencio.

II

Al abrir mis ardientes ojos,
Miré el horror de mi cuarto
Y sentí, de nuevo en mi alma,
De la inquietud el aguijón;

El fúnebre son del péndulo,
Me recordó el mediodía;
Caía la oscuridad
Sobre el embotado mundo.

Traducción de Antonio Martínez Sarrión

Al lector

La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.

Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;
Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.

Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto
Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.

¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.

Cual un libertino pobre que besa y muerde
el seno martirizado de una vieja ramera,
Robamos, al pasar, un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.

Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,
En nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios,
Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
Desciende, río invisible, con sordas quejas.

Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,
Todavía no han bordado con sus placenteros diseños
El canevás banal de nuestros tristes destinos,
Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.

Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos,
Los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
En la jaula infame de nuestros vicios,

¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!
Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos,
Haría complacido de la tierra un despojo
Y en un bostezo tragaríase el mundo:

¡Es el Tedio! -los ojos preñados de involuntario llanto,
Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
-Hipócrita lector, -mi semejante, -¡mi hermano!

Traducción de Luis Antonio de Villena

El albatros

A menudo, por divertirse, los hombres de la tripulación
cogen albatros, grandes pájaros de los mares,
que siguen, como indolentes compañeros de viaje,
al navío que se desliza por los abismos amargos.

Apenas les han colocado en las planchas de cubierta,
estos reyes del cielo torpes y vergonzosos,
dejan lastimosamente sus grandes alas blancas
colgando como remos en sus costados.

¡Qué torpe y débil es este alado viajero!
Hace poco tan bello, ¡qué cómico y qué feo!
Uno le provoca dándole con una pipa en el pico,
otro imita, cojeando, al abatido que volaba.

El Poeta es semejante al príncipe de las nubes
que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero;
desterrado en el suelo en medio de los abucheos,
sus alas de gigante le impiden caminar.

Traducción de Enrique López Castellón

Confesión

Una vez, una sola, mujer dulce y amable,
En mi brazo el vuestro pulido
Se apoyó ( sobre del denso fondo de mi alma
Ese recuerdo no ha palidecido);

Era tarde; al igual que una medalla nueva,
La Luna llena apareció,
Y la solemnidad nocturna, como un río,
Sobre París dormido se extendía.

Los gatos, por debajo de las puertas de coches,
Deslizábanse furtivos
El oído al acecho o, como sombras caras,
Nos seguían despacio.

Y de súbito, en medio de aquella intimidad,
Abierta en la luz pálida,
De Vos, rico y sonoro instrumento en que vibra
La más luminosa alegría,

De vos, clara y alegre igual que una fanfarria
En la mañana chispeante,
Una quejosa nota, una insólita nota
Vacilante se escapó,

Como un niño sombrío, horrible y enfermizo
Que a su familia avergonzara,
Y al que durante años, para ocultarlo al mundo,
En una cueva habría encerrado.

Vuestra discorde nota, ¡mi pobre ángel! cantaba:
«Que aquí abajo nada es firme,
Y que siempre, aunque mucho se disfrace,
El egoísmo humano se traiciona;

Que es un oficio duro el de mujer hermosa
Y que es más bien tarea banal,
De la loca y helada bailarina fijada
En maquinal sonrisa;

Que fiar en corazones es algo bien estúpido;
Que es todo trampa, belleza y amor,
Y al final el Olvido los arroja a un cesto
¡Y los torna a la Eternidad!»

Esa luna encantada evoqué con frecuencia,
Ese silencio y esa languidez,
Y aquella confidencia penosa, susurrada
Del corazón en el confesionario.

Traducción de Antonio Martínez Sarrión

Spleen

Yo soy como ese rey de aquel país lluvioso,
rico, pero impotente, joven, aunque achacoso,
que, despreciando halagos de sus cien concejales,
con sus perros se aburre y demás animales.
Nada puede alegrarle, ni cazar, ni su halcón,
ni su pueblo muriéndose enfrente del balcón.
La grotesca balada del bufón favorito
no distrae la frente de este enfermo maldito;
en cripta se convierte su lecho blasonado,
y las damas, que a cada príncipe hallan de agrado,
no saben ya encontrar qué vestido indiscreto
logrará una sonrisa del joven esqueleto.
el sabio que le acuña el oro no ha podido
extirpar de su ser el humor corrompido,
y en los baños de sangre que hacían los Romanos,
que a menudo recuerdan los viejos soberanos,
reavivar tal cadáver él tampoco ha sabido
pues tiene en vez de sangre verde agua del Olvido.

Traducción de Ignacio Caparrós

7 de enero de 2021

 Poeta Guadalupe Grande


“Estas ruinas que una vez fueron carne y voz / están hoy abandonadas a nuestro cuidado / somos los responsables de su eternidad”, escribió Guadalupe Grande en El libro de Lilit.


Azogue

Vivimos de costado

pasamos de puntillas

Gracias a dios nadie quedará para recordar

en nombre de quién

habrá de dirimirse la venganza

Cuando el tiempo se escapa sin rostro de las manos

dejando un polvo amarillo en el azogue

es menester estar atentos.

Cuando los días huyen a hurtadillas

despreciando nuestro estupor

(mientras se pudre el grano en el almiar)

es menester ser precavidos.

Cuando la vida se oculta en los rincones

y no hay perro de caza que pueda hallar su rastro

solícitos acudimos a las puertas del miedo.

El bosque de certezas ardió hace tres noches.

Y yo he venido a pregonar

la escarcha de la duda.

(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento, 1995)

Junto a la puerta 

La casa está vacía

y el aroma de una rencorosa esperanza

perfuma cada rincón

Quién nos dijo

mientras nos desperezábamos al mundo

que alguna vez hallaríamos

cobijo en este desierto.

Quién nos hizo creer, confiar,

—peor: esperar —,

que tras la puerta, bajo la taza,

en aquel cajón, tras la palabra,

en aquella piel,

nuestra herida sería curada.

Quién escarbó en nuestros corazones

y más tarde no supo qué plantar

y nos dejó este hoyo sin semilla

donde no cabe más que la esperanza.

Quién se acercó después

y nos dijo bajito,

en un instante de avaricia,

que no había rincón donde esperar.

Quién fue tan impiadoso, quién,

que nos abrió este reino sin tazas,

sin puertas ni horas mansas,

sin treguas, sin palabras con que fraguar el mundo.

Está bien, no lloremos más,

la tarde aún cae despacio.

Demos el último paseo

de esta desdichada esperanza.

(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento, 1996) 

Bodegón 

Las nueve y la cocina está en penumbra:

estoy sentada ante una mesa tan grande como el desierto,

ante unos alimentos que no sé cómo mirar,

y si les preguntara, ¿qué me contestarían?

Son naranjas de una cosecha a destiempo,

mandarinas sin imperio,

acelgas verde luto,

lechugas verde olvido,

apios sin cabeza,

verde nada,

verde luego,

verde enfín.

(Bandejas de promisión

en el condado del desamparo.)

La tarde se dilata en la cocina

y aquí no llega el sonido del mar.

La soledad de las naranjas se multiplica:

no hay pregunta para tanta opulencia,

aquí, en la serenidad de esta banqueta de tres patas,

rodeada por una muralla de mandarinas huérfanas,

una legión de plátanos sin mácula,

un bosque de perejil más frondoso

que la selva tropical.

Alimentos mudos y sin perfume:

os miro y sólo veo una caravana de mercancías,

el sueño de los conductores,

una urgencia de frigoríficos

y un rastro de agua sucia atravesando la ciudad.

(De La llave de niebla. Edit. Calambur, 2003)

Letanía sin nosotros 

Es en este tiempo incierto, intacto,

es en este instante desnudo,

sin palabras, sin nosotros, tan sólo

tendido suavemente en el olvido.

Es bajo esta lluvia muda y ciega,

esta lluvia sin nosotros,

esta hora sin nosotros,

Este agua sin sed.

Es. Es sin siempre, es sin memoria,

es sin llanto y sin risa,

es sin miedo y sin gracias te sean dadas.

Es, como si eso fuera poco,

sin causa y sin remedio,

a pesar nuestro,

Y es, desde luego, sin calles ni avenidas,

sin fuentes ni estaciones,

sin la tristeza que da mirar el firmamento.

(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento, 1996)

La ceniza 

Diccionario inventario

lista número preciso

cómputo de un idioma

que no podemos entender

Digo que no existe el olvido;

hay muerte y sombras de lo vivo,

hay naufragios y pálidos recuerdos,

hay miedo e imprudencia

y otra vez sombras y frío y piedra.

Olvidar es sólo un artificio del sonido;

tan sólo un perpetuo acabamiento que va

de la carne a la piel y de la piel al hueso.

Así como las palabras primero son de agua

y luego de barro

y después de piedra y de viento.

(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento, 1996)


La poeta, ensayista y crítica Guadalupe Grande Aguirre (Madrid, 1965-2021), es autora de El libro de Lilit, Premio Rafael Alberti, La llave de nieblaMapas de cera y Hotel para erizos. Sus poemas figuran en revistas y en antologías de ámbito nacional e internacional. Junto a Juan Carlos Mestre realizó la selección y traducción de La aldea de sal, antología del poeta brasileño Ledo Ivo. Hija de los poetas Félix Grande y Francisca Aguirre se licenció en Antropología Social por la UCM y fue responsable de la actividad poética de la Universidad Popular José Hierro, San Sebastián de los Reyes, Madrid, ciudad en la que falleció el pasado 2 de enero.

Soledades

  La soledad del ascensor  Es como la soledad  Del espejo  Que te miras Sin mirar a nadie. La soledad de los cementerios  Es una soled concu...