14 de mayo de 2024

Adiós a Paul Auster (1947-2024).

 

Paul Auster nació en Newark (Nueva Jersey) en 1947 en una familia judía de origen polaco: los recuerdos familiares de esos ancestros alimentan unas cuantas páginas de Baumgartner. Estudió literatura francesa en la Universidad de Columbia y vivió largamente en París. Su relación con la literatura francesa se refleja en sus ensayos y en La invención de la soledad, donde además de recordar la obra de Pascal y de Mallarmé, evoca su relación con el poeta Francis Ponge, a quien tradujo.


Autobiografía del ojo


Cosas invisibles, enraizadas en el frío, creciendo hacia esta luz disipada en todo lo que alumbra. Nada tiene fin. La hora regresa al comienzo de la hora en que respiramos: como si nada fueran. Como si yo no pudiera ver nada que no es lo que es.

En el límite del verano y su calidez: cielo azul, colina púrpura. La distancia que sobrevive. Una casa hecha de aire, y el flujo del aire en el aire.

Como estas piedras que se deshacen sobre la tierra. Como el sonido de mi voz en tu boca.



Desapariciones



1. Empieza de nuevo, a partir de la soledad:

como si ahora respirara por última vez,

y es ahora, por tanto,

cuando respira por vez primera más allá del abrazo de lo singular.

Vive, y no es por tanto sino lo que se aloja en el insondable hueco de su ojo,

y lo que ve es todo lo que no es: una ciudad del hecho indescifrable,

y, por tanto, un lenguaje de piedras, pues sabe que en el total de la vida una piedra dará paso a otra piedra

para hacer un muro

y que todas esas piedras formarán la monstruosa suma

de pormenores.

* * * * *

3. Oír el silencio que sigue a la palabra de uno mismo. Murmullo

de la más mínima piedra

tallada a imagen de la tierra; y que los que hablen no sean más

que la voz que los habla al aire.

Y dirá de cada cosa que vea en este espacio, y se lo dirá al muro mismo que crece ante él:

y también para esto habrá una voz, aunque no será la suya.

Incluso a pesar de que habla.

Y porque habla.

* * * * *

5. Frente al muro

adivina la monstruosa suma de pormenores.

No es nada. y es todo lo que él es. Y si él nada fuera, déjalo empezar donde se encuentre a sí mismo, y como cualquier otro hombre que aprenda el habla del lugar.

Pues también él vive en el silencio que viene antes de la palabra de sí mismo.

* * * * *

7. Está solo. Y desde el instante en que empieza a respirar,

no está en ningún sitio. Muerte plural, nacida

en las mandíbulas de lo singular,

y la palabra que construiría un muro a partir de la piedra más interna de la vida.

Pues nada: de lo que habla es él; y a pesar de sí mismo, dice yo, como si también él empezara a vivir en todos los otros

que no son. Pues la ciudad es monstruosa, y no hay en la boca fugas que no devoren la palabra de uno mismo.

Por tanto, están esos muchos, y están todas esas vidas talladas en las piedras de un muro,

y aquel que fuera a respirar aprenderá que no hay más destino que éste.

Por tanto, empieza de nuevo,

como si, por última vez, respirara.

Pues no hay más tiempo. Y lo que empieza

es el final del tiempo

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