La obra poética de Ida Vitale (Uruguay, 1923) se presenta como un cuerpo coherente en la actual poesía latinoamericana gracias a una doble actitud crítica que pone bajo la lente de la sospecha al lenguaje y al mundo. La conciencia de pérdida de mundo, de irreparable escisión entre Naturaleza y Hombre —presente siempre en la obra de Vitale— se vincula con la parte más romántica, la cual —ante la algarabía generalizada de una civilización ebria de progreso— dará testimonio de esa falla —en el sentido geológico y en el sentido de equívoco—, de ese corrimiento de los bordes que imbricaban lenguaje y mundo. A partir de ahí la poesía moderna se desnaturaliza, se vacía de mundo y deviene carencia o cardo en el desierto de la significación. Si entonces, a partir de ahí, el mundo está en otra parte, es comprensible que la poesía quiera compensar la carencia objetualizándose, estrenando cuerpo propio en el lugar que ocupara el árbol, el pájaro, la roca. Será la vanguardia quien asumirá esta actitud y la llevará hasta los límites últimos de la experimentación. Víctor Sosa
Estar solo
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Un desventurado estar solo,
un venturoso al borde de uno mismo.¿Qué menos? ¿Qué más sufres?¿Qué rosa pides, sólo olor y rosa,sólo tacto sutil, color y rosa,sin ardua espina?
(1953)
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Este mundo
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Sólo acepto este mundo iluminado
cierto, inconstante, mío. Sólo exalto su eterno laberinto y su segura luz, aunque se esconda. Despierta o entre sueños, su grave tierra piso y es su paciencia en mí la que florece. Tiene un círculo sordo, limbo acaso, donde a ciegas aguardo la lluvia, el fuego desencadenados. A veces su luz cambia, es el infierno; a veces, rara vez, el paraíso. Alguien podrá quizás entreabrir puertas, ver más allá promesas, sucesiones. Yo sólo en él habito, de él espero, y hay suficiente asombro. En él estoy, me quede, renaciera. |
Obligaciones diarias |
Acuérdate del pan,
no olvides aquella cera oscura que hay que tender en las maderas, ni la canela guarneciente, ni otras especias necesarias. Corre, corrige, vela, verifica cada rito doméstico. Atenida a la sal, a la miel, a la harina, al vino inútil, pisa sin más la inclinación ociosa, la ardiente grita de tu cuerpo. Pasa, por esta misma aguja enhebradora, tarde tras tarde, entre una tela y otra, el agridulce sueño, las porciones de cielo destrozado. Y que siempre entre manos un ovillo interminablemente se devane como en las vueltas de otro laberinto. Pero no pienses, no procures, teje. De poco vale hacer memoria, buscar favor entre los mitos. Ariadna eres sin rescate y sin constelación que te corone. |
La palabra |
Expectantes palabras,
fabulosas en sí, promesas de sentidos posibles, airosas, aéreas, airadas, ariadnas. Un breve error las vuelve ornamentales. Su indescriptible exactitud nos borra. |
Cuadro |
Construimos el orden de la mesa,
el follaje de la ilusión, un festín de luces y sombras, la apariencia del viaje en la inmovilidad. Tensamos un blanco campo para que en él esplendan las reverberaciones del pensamiento en torno del icono naciente. Luego soltamos nuestros perros, azuzamos la cacería, la imagen serenísima, virtual, cae desgarrada. |