La mujer
Maya Cu-Choc
se acerca a un ciprés oloroso a invierno deja que la cobije su sombra se acomoda entre sus ramas moviéndose ambos al ritmo del viento las hojas dejan escapar su olor la mujer abre sus poros y deja también su olor en la copa del ciprés
Te debo
las ganas del regreso a repetir cada verbo hasta desnudarlo sacarle de cada astilla canciones de cada raíz estrellas de cada hoja tristezas
te debo la necesidad de repasar los nombres en la rueca donde tejí óvulos y piel a una raíz: el círculo donde me reconozco
RAZONES
Si la memoria no me falla hay en mi árbol genealógico una madre abatida por trabajo, hambre, abandono… algún hermano desterrado por padecer cierta lepra moderna una hija sobreviviendo a un padre ausente más allá hay dos abuelas cuyas bisabuelas parieron frutos híbridos quienes a su vez parieron otras frutas poblando siglo tras siglo este Paraíso Violado del otro lado del océano llegó un abuelo cuyo abuelo cruzó la puerta de los esclavos en las isla de Goré de ellos heredé la terquedad del ritmo aun cuando el espíritu agonice deberás comprender entonces lo difícil que es olvidar este dolor que nació conmigo como herencia familiar tendrás que sumarle además la rabia de saberme mujer no nacida amante mutilada arco iris abortado -recuerda que fui parida durante la guerra eterna- que no te extrañe entonces si a tu pedido de bondad alegría y olvido respondo justicia ahora que conoces esta historia personal te pido: no apresures tu reacción o tu discurso détente escucha por ahí en algún espacio de vida corre todavía un riachuelo que, si lo dejas inundarte te convertirá en la continuación de mi cauce de esperanza
© Maya Cu, "La rueda"
Estamos hechos de recuerdos
Ana Maria Rodas
Estamos hechos de recuerdos
de un pelo rubio
de un pecho de
cuatro cigarrillos moribundos.
De rítmicos movimientos. El ron se hunde,
ruidoso, en la garganta
-10,000 células muertas-
y el deseo ametralla
en los dedos.
Asumamos la actitud de vírgenes
Asumamos la actitud de vírgenes. Así nos quieren ellos.
Forniquemos mentalmente, suave, muy suave, con la piel de algún fantasma.
Sonriamos femeninas inocentes.
Y a la noche clavemos el puñal y brinquemos al jardín abandonemos esto que apesta a muerte.
Lavémonos el pelo
Lavémonos el pelo y desnudemos el cuerpo.
Yo tengo y tú también hermana dos pechos y dos piernas y una vulva.
No somos criaturas que subsisten con suspiros.
Ya no sonriamos ya no más falsas vírgenes
Ni mártires que esperan en la cama el salivazo ocasional del macho.
® Poemas de la izquierda erótica / Ana Maria Rodas
Melodía de arrabal
Marco Antonio Flores
Cómo no voy a sentir que el pecho se me parte
cuando oigo a Gardel cantarle al barriosi yo nací en el barrio del Gallito.Si yo jugué con polvo de sus calles,y fui pirata entre sus lodazales,y cada esquina me sirvió de línea Maginot,y sus piedras eran balas treinta treinta,y mi pandilla era el Ejército Rojo de la cuadra(los pandilleros éramos Anzueto y yoy mis hermanos, que no alzaban un palmo de la tierra).Si ahí perdí a mi padre, y lo seguíy me colgué del bomper de su carro, yme arrastró;si ahí me atropelló un carruaje cuandotuve cinco años y sus caballos me hundieronsus cascos en las piernas;si ahí conocí el llanto seco, duro, constantede mi madre;si ahí me iba a juzgar, detrás de un cerco de izotalesal loco de mi barrio, que usaba muñequeras de cuero,y cantaba tangos todo el díaechado en una hamaca, y en la nochesalía a cotorrear a las patojas;si ahí aprendí a cantar esos tangosque ahora canta ese loco de Gardel.
El estanque
Tuve un amigo. Un poetaque se bebía las noches con cerveza.Solíamos libar díasenteros hablando de recuerdos, de viajes,de poemas, de mujeres amadas.Era inclinarse en el estanque.Cuando nos capturaron marchó al exilio.Al volver traía una obsesión atravesada:la montaña y las armas.Los poemas arrumbados.No duró tres meses. Teníamos treinta años.Lo capturaron vivo y lo quemaron.Busqué sus restos y me llené las manos de cenizas.Estuve varios días doliéndome de mí.La soledad ardía.El solía decir: "Mi exilio era de llanto".
©Marco Antonio Flores
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