13 de diciembre de 2015

Pedro Peix: Otra forma de nombrar la nostalgia



Un dandy, al estilo Lord Byrond, un príncipe de la palabra, un narcisista, un bacante, misógino, temerario y de temer, lujurioso, paradójico y maldito, al  estilo Celine, irreverente y escandaloso, desdeña el reconocimiento, abomina de los espíritus intelectuales rendidos ante las mieles envenenadas del poder. 


Por Ángela Hernández



“Pedro Peix es un verdadero rebelde de las letras dominicanas, tanto en lo personal como en su crítica social. Pudo haber sido un político, pero el podría afirmar con  Kipling que el mundo no es que este mal hecho:
/es que está sin hacer. Podemos impacientarnos y pedirle un orden, pero es más deseable recrearlo y darle un orden verbal, una posibilidad de ensueño, una creación/, sin pretender que /un universo de palabras sea una solución a la realidad sino realidad en sí, construcción desde la mirada/[1].
Vistas así las cosas, me animo a entrar al universo de Pedro Peix como a una realidad en sí. (“El hombre tiene un reino interior contra el que nada pueden las palizas de afuera”[2]).  Enseguida me percato de dos situaciones:
La primera. El análisis siempre puede sesgar, o bien cegar, un texto. Hay que andarse con cuidado, sobre todo, como es el caso que nos ocupa, cuando se trata de una obra abundante, que ha mantenido un dinamismo expresivo y estético que lejos de anquilosarse parece nunca agotar las aventuras de la imaginación y de la forma. (Parece coincide con la norma de Kipling: “En cuanto veas que sabes hacer algo, haz algo que no sepas”[3]).
La segunda. Los textos de nuestro autor se prestan a tan variadas lecturas que es un tanto difícil elegir un ángulo o tema marginando otros. Pero, como uno de los pecados frecuentes de método es abarcar más de la cuenta, cayendo en divagaciones o pretenciosas fórmulas,  estaba conminada a elegir un aspecto de la obra o un texto particular.
Me permito decir que esta exposición solo quiere convertirse en el punto de partida que me desafíe a continuar conociendo y trabajando, en la mejor manera que pueda hacerlo, la cuentística de Pedro Peix.
PEDRO PEIX: DEFINICIÓN Y PERFIL

De él se hacen y se seguirán formulando numerosas y contradictorias calificaciones. Ante su personalidad no es posible guardar indiferencia. Un dandy, al estilo Lord Byrond, un príncipe de la palabra, un narcisista, un bacante, misógino, temerario y de temer, lujurioso, paradójico y maldito, al  estilo Celine, irreverente y escandaloso, desdeña el reconocimiento, abomina de los espíritus intelectuales rendidos ante las mieles envenenadas del poder, infatigable…
De mi parte, algo me atrevo a afirmar. Pedro Peix es un espíritu libérrimo, sin medir costos ni riesgos. En atmósfera amiga, irradia una energía hermosa e incitante. Y, aun cuando no se disienta de sus ideas o enfoques, obliga al respeto por simple contraste. Es que estamos asfixiándonos en un mar de arreglos, concesiones, labilidad mental, trueques y cálculos oportunistas.  Un espíritu, como el de Peix, que se atreve a defender su palabra, aunque censuren sus artículos y traten de anular su voz,  que desafía todos los duros poderes que rigen la vida social dominicana, ha de admirarse porque en verdad mueve a respeto.

Nadie ha percibido a Pedro Peix con mayor definición que el extraordinario escritor italiano Danilo Manera. Tal vez porque este amigo oriundo de la patria de Dantes y Marco Polo posee un ojo verdaderamente privilegiado puesto que aúna rigurosa perspectiva académica y un alma apasionada que con vocación por las rupturas y los descubrimientos.  Manera describe a Peix, y no podemos dejar de sentir una corriente de afinidad entre estos dos hombres, pertenecientes a esa fraternidad del mar,  aquella que acerca los signos y destinos, mediante los viajes, las aventuras y encuentros posibilitados por la imaginación.
[Pedro Peix] Es un dandy incómodo, intemperante y con la genialidad del artista maldito, viajero empedernido y asiduo de la noche. De sangre ardiente tanto en la polémica intelectual como en lo carnal, se declara consagrado a explorar hasta el fondo la existencia; elitista y heroico, de mil oficios y ninguno, aparte de la escritura, que es para él como un irrenunciable reto amoroso. Las únicas señas de identidad que conoce son las del honor, imperiosas y puras, mientras que considera la dignidad poco menos que fachada y artificio burgués. 
Melena densa y larga, bigotes muy cuidados, me recibe elegantemente vestido en un amplio salón de muebles y objetos de gusto refinado, fumando puros y bebiendo un café tras otro. Sobre la mesa, una máquina de escribir Smith Corona de época con una hoja amarillenta.[4]

De su parte, Peix a Danilo Manera le ha confesado a Manera “Aquí los escritores hacen otras cosas, les falta agallas para saltar al vacío, arriesgarse a romper las naves y profundizar completamente en la literatura a través de la vida” [5]. Esta opinión sobre sus colegas coetáneos deja al desnudo lo que es el fundamento de su propio arte escritural.
El Peix que habla en confianza con Danilo Manera, declara que “no hay tierra firme para sus sueños”. En él aflora el crítico social y, en pocas palabras, condena todo el stablisment de desequilibrios apabullantes y subordinaciones de conciencias:
Se quiere homogenizar el pensamiento, negar toda transgresión al vacuo fluir de la sensatez y de la resignación. Se critica al nihilista, en vez de criticar al usurero. No se permite decir que la voluntad popular está todavía en manos de grupo de poder económico consolidado, que no somos soberanos porque nuestra democracia está sujeta a constantes controles y al visto bueno de los demás, desde el Fondo Monetario Internacional a la Casa Blanca. Y a mí no me apetece nada que mi país se convierta como mucho en un paraíso fiscal[6]. *
En la contraportada de su primer libro de cuentos, Las Locas de la Plaza de Los Almendros, se nos informa que Pedro Peix nació en Santo Domingo, en 1952, realizó sus estudios primarios en México y Panamá, y completó su educación secundaria en Guatemala y Costa Rica. Estudió Derecho en la Universidad Pedro Henríquez Ureña.
Tenía solo 22 años al momento de publicar su primera obra, la novela El Placer está en el Último Piso. Había publicado algunos cuentos y poemas y escribía en el Listín Diario. Ha pasado la mayor parte de su vida viajando. “Siempre sin pausa, atropelladamente de un lugar a otro”[7].
El Peix viajero…  tal vez sea la clave de muchas de sus obsesiones y apuestas. Nos lleva a percibir esa dimensión de escritor que se bate a duelo con tantos, que precisa batirse a duelo, porque en ese movimiento tenaz su sangre circula, se oxigena. La insularidad cultural simplemente le resulta aterradora, inaceptable a sus bríos y experiencias sensoriales.
Ya en su primera novela se encuentran las pistas de muchos de sus temas. También pueden rastrearse en ella el lugar que ocupa la Zona Colonial en la memoria del autor, así como las huellas de sus escritores más queridos.
Las dos citas con las que se inicia el libro revelan puntos relevantes del universo creativo del escritor. En la primera, Bertrand Russell, advierte que “El escritor que trata un tema sexual corre siempre el peligro de que quienes opinan que esos temas no deben mencionarse lo acusen de desmedida obsesión por el asunto”.  La dimensión erótica (y casi puramente sexual en ocasiones)  se manifestaba ya como una de las vetas de la literatura de Peix. La cita podría tomarse como una aclaración, una defensa o una explícita declaración abierta mediante la cual el joven escritor daba cuenta al público sobre su talante. La segunda cita, de Dostoievski, nos hace saber la importancia de “la gente vulgar en la creación literaria, pues es en todos momentos la llave y el punto esencial en la cadena de asuntos humanos”.
En la contraportada de la novela se informa que en la misma “se describen los hábitos sexuales de seis hermanas, aunadas todas por un lazo mágico, genético, compulsivo, voluptuoso: el goce ilimitado de los sentidos”. Se comenta, asimismo, que desde sus primeros escritos, Pedro Peix ha mostrado un gran interés “por la descripción precisa de los olores, los sonidos, las reacciones del tacto y la perspicaz exactitud de la vista”.  “La poesía del sexo es cruda y nada exultante”, afirma el propio autor.
Las frases más elocuentes de la mencionada presentación nos hacen pensar en El Placer está en el Último Piso, como obra con acusados rasgos autobiográficos. Se trata de un joven con un fuerte talento creativo al que le arde la carne tanto como el alma, deseoso, casi exasperado, por hacer saltar las conductas anquilosadas y las convenciones que presiente esclavizantes.
En su estudio sobre Colette, Julia Kristeva, hace una cita de la escritora francesa, de quien dijo que tomo la escritura como un pretexto para el asombro: “Entre lo real y lo imaginario, está siempre el lugar de la palabra, la palabra magnífica y más grande que el objeto”[8].
NOSTALGIA
Pensaba hablar de los cuentos más celebrados de Pedro Peix, pero al leer Las Locas de La Plaza de los Almendros, repare en la importancia de estos textos primeros para conocer al autor. Ya en ellos se muestra la fuerza narrativa, alimentada por una imaginación fecunda, una visión poética y el diestro empleo de voces múltiples que plasman historia casi visuales, táctiles; los diálogos tejiendo un murmullo atemporal y cautivante. Me llamaron la atención de manera particular el vuelo de la nostalgia, los personajes femeninos tan de nuestra cultura y al mismo tiempo tan universales, el peso de la fatalidad, y no menos, la poesía que lava incansablemente esa realidad.
El verdadero personaje, el central, el que unifica como una corriente subterránea todas las historias, es la nostalgia. Una flor entre el cruce de dos sombras. Nostalgia de belleza y frescura. De amores fluyentes. Lo que derrumba no es el tiempo sino la falsedad. Ambientes, por momentos, al estilo Comala, porque estos dos hombres parecen conversar en la ultratumba. La maravilla y la transgresión. La violencia contra la inaceptable e inconcebible libertad sexual de las mujeres. El escarmiento que se convierte en autocastigo. Personajes encantados en sus destinos. La muchacha, que pudiera resultar una malvada, es, no solo linda y apetecida entre todas, sino la más exenta de perversidad. Casi una niña. Muy pobre. Muy libre. Los hombres la admiraban, la deseaban, la gozaban. La destruyeron. Un cadáver que olía a nardos.
A pesar de que el realismo mágico, en auge por ese tiempo, deja sentir su influencia en la manera de nombrar los personajes o mostrar los espacios (podemos sentir a Rulfo y a García Márquez), el sello estilístico de Peix se define con un cierto poder que ira acentuándose con el tiempo, en una perenne búsqueda y renovación en las que gana corporeidad, precisión y vida propia.
Los llamados temas sociales se hacen presentes en parte de estos cuentos. Recordemos que estamos en los setenta, en una sociedad polarizada políticamente y reprimida en sus libertades esenciales. En estos temas Peix será el mismo, imprimiendo a sus narraciones un hilo totalmente alejado de panfletarismo. No hay compromiso más que con el narrar, pero en ese narrar late una conciencia conmovida por las tradiciones abusivas que ha hecho de prácticas malvadas las fuentes de enriquecimiento por un lado y de vejaciones y miseria infinitas por otro.
En el cuento “Las comadres de Loma Blanca” las voces, principalmente femeninas, van relatando como la gente del pueblo va perdiendo todo, primero lo material cotidiano, luego la tierra, el sosiego, el libre albedrío, la vida, en un proceso demoniaco, brutal. Es un cuento que se inscribe temáticamente, y por su contundencia, en el ámbito del desarraigo y expoliación a los campesinos y campesinas, acompañados de la manipulación e intimidación de los codiciosos e inescrupulosos políticos, quienes van apropiándose de las tierras, los espacios, la voluntad, las identidades. En los diálogos, la gente del pueblo, nos transmite su angustia, tensión y vulnerabilidad.
Primero desapareció el colador, la higuerita de limpiar arroz, la cama, las paredes:
Ya Loma Blanca no es la de antes” las paredes y los muros están llenos de papeles con la cara de un Hombre que no conocemos, y en muchas casas también está su retrato colgado de la pared, al lado del Sagrado Corazón de Jesús y la Virgen de la Altagracia” el mismo alcalde ha mandado a colocar un letrero bien grande en el techo de su casa donde aparece el nombre de Dios al lado del nombre del Hombre: incluso muchas mujeres que andan para arriba y para abajo con sus pañuelos blancos en la cabeza, han hecho en hogares un altar con la imagen del Hombre[9]. 
En “El Batallón Azul”, se muestran los mundos distintos de las mujeres y los hombres en cuanto a la guerra y el patriotismo. 
Abuela dice que el cielo de la tarde está en las banderas. En todas partes, mi hijo, resbalando por los balcones, derramándose por las repisas de las ventanas, temblando en las puertas están las banderas. Hoy es día de fiestea, día de flores apretadas en las manos, de pañuelos a la altura del llanto.
“Sucedió en Barrancas” es un cuento cinematográfico, como muchos otros de Peix
Miedo, patriarcalismo, perversidad, tiranuelos, la violencia contra las mujeres, la codicia… Los importantes son derrotados por el tonto, el retrasado, el único con verdadero valor y valores. La venganza de los abusados, de los más pobres.
SOBERANÍA Y NOSTALGIA

La libertad, individual y colectiva, es algo extremadamente necesario y extremadamente frágil. Difícil resulta de desprenderla del dúo libertad-control. Nietzsche decía, más o menos, que control o dominio era la palabra clave en la historia. La lucha por el control de un ser humano sobre otro, de un grupo sobre otro grupo, de una raza sobre otra, de un sexo sobre el otro, etc.  Define la trama de la historia humana. Pero lo mismo podría afirmarse de la libertad. Todas las luchas humanas, en última instancia, han significado una tensión, un esfuerzo, un sacrificio hacia y por la libertad.
De alguna manera intuitiva, sabemos que al perder libertad perdemos el alma.
Experimentar a Dios, iluminación inexplicable, qué es sino sentir cómo la libertad encarna y pone en trance la materialidad que somos; carne, forma viva. Experimentar la libertad es sentir la ilimitación. Lo imposible.
Pero solo sabemos que estamos perdiendo el alma, cuando nos sentimos bordear el estado de sofocación. Intuimos la vaga y constante amenaza. Nos enfermamos de los huesos y el ánimo, aunque continuemos funcionando en todas las rutinas.
La libertad reside y emana de la inocencia. De ese estado de gracia en el que aún no nos han cercado las nociones tempo-espaciales, ni el concepto de límite, ni el destino de separación. El auténtico poeta, el demiurgo, transforma esta intuición de inmanencia y pérdida en conocimiento e imaginaciones coherentes.
Perdonen la digresión. Viene al caso porque la he escrito a propósito de leer con atención el libro Las Locas de la Plaza de Los Almendros, la segunda obra publicada por Pedro Peix, la que va a mostrarnos un abanico de temas profundamente humanos y nuestros, sacando provecho de los nuevos rumbos de la narrativa latinoamericana.

Fuente acento.com.do  Cultura

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