29 de julio de 2015

Aparición de Los Ultimos Dias.



La semana pasada pasó por mi casa un Cocodrilo que estaba extraviado y ataviado de colores verdes y amarillo santo.
Hacia tiempo que no veía una especie de esa naturaleza, que, mas que Cocodrilo era “Cocodrila” que navegaba entre el control y la pausa de elegir el destino del hambre la hembra o el hombre.
No quiso comerme por mi escaso laberinto carnal que convierte mi desnutrición en arsenal de defensa ante tan angelical bestia de arrugado caminar.
Quise abrazarla o abrazarlo al cocodrilo vespertino que no dejaba de mirarme con la pena de no convertirme en su desayuno regular por mi defecto descarnado y florecido de huesos reumáticos.
La mañana soleada hizo del lagarto el mejor amigo del hombre y a mi el peor enemigo de su hambre que hasta ese momento se disipaba con el ruido de los pájaros en el patio ilusionado.
Le dije, “si me vas a comer, hazlo ahora o calla para siempre”, la boca grande alargada que adorna tu desdén con una carrera de dientes disparejos que parecen trenes fugitivos. No quieras morderme la vida ni estrujar mi felicidad con tu piel bañada de misterios e indecisiones y aléjate por donde llegaste con tu maleta cuadrada como tu vida. Vuelve a los tuyos, al grupo de reptiles que te comprende a sabiendas de tu insaciable hambre.

Y así mientras te alejas yo despierto de este sueño que todavía huele a tu epidermis.

Francisco Henriquez

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