20 de mayo de 2010
Poesía de José Martí
José Martí
(La Habana, 28 de enero de 1853 - Dos Ríos, 19 de mayo de 1895)
Bosque de rosas
Allí despacio te diré mis cuitas;
Allí en tu boca escribiré mis versos!—
Ven, que la soledad será tu escudo!
Pero, si acaso lloras, en tus manos
Esconderé mi rostro, y con mis lágrimas
Borraré los extraños versos míos.
Sufrir ¡tú a quien yo amo, y ser yo el casco
Brutal, y tú, mi amada, el lirio roto?
Oh, la sangre del alma, tú la has visto?
Tiene manos y voz, y al que la vierte
Eternamente entre la sombra acusa.
¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres
De almas, y hay villanos matadores!
Al bosque ven: del roble más erguido
Un pilón labremos, y en el pilón
Cuantos engañen a mujer pongamos!
Esta es la lidia humana: la tremenda
Batalla de los cascos y los lirios!
Pues los hombres soberbios ¿no son fieras?
Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo
Mi bestia muerta, y mi furor domado.—
Ven, a callar; a murmurar; al ruido
De las hojas de Abril y los nidales.
Deja, oh mi amada, las paredes mudas
De esta casa ahoyada y ven conmigo
No al mar que bate y ruge sino al bosque
De rosas que hay al fondo de la selva.
Allí es buena la vida, porque es libre—
Y la virtud, por libre, será cierta,
Por libre, mi respeto meritorio.
Ni el amor, si no es libre, da ventura.
¡Oh, gentes ruines, las que en calma gozan
De robados amores! Si es ajeno
El cariño, el placer de respetarlo
Mayor mil veces es que el de su goce;
Del buen obrar ¡qué orgullo al pecho queda
Y cómo en dulces lágrimas rebosa,
Y en extrañas palabras, que parecen
Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa
La de fingir amor! Pues hay tormento
Como aquél, sin amar, de hablar de amores!
Ven, que allí triste iré, pues yo me veo!
Ven, que la soledad será tu escudo!
Flores del cielo
Leí estos versos de Ronsard:
«Je vous envoie un bouquet que ma main
Vient de trier de ces fleurs épanouies»,
y escribí esto:
Flores? No quiero flores! Las del cielo
Quisiera yo segar!
Cruja, cual falda
De monte roto, esta cansada veste
Que me encinta y engrilla con sus miembros
Como con sierpes,— y en mi alma sacian
Su hambre, y asoman a la cueva lóbrega
Donde mora mi espíritu, su negra
Cabeza, y boca roja y sonriente!—
Caiga, como un encanto, este tejido
Enmarañado, de raíces! —Surjan
Donde mis brazos alas,— y parezca
Que, al ascender por la solemne atmósfera,
De mis ojos, del mundo a que van llenos,
Ríos de luz sobre los hombres rueden!
Y huelguen por los húmedos jardines
Bardos tibios segando florecillas:—
Yo, pálido de amor, de pie en las sombras,
Envuelto en gigantesca vestidura
De lumbre astral, en mi jardín, el cielo,
Un ramo haré magnífico de estrellas:
¡No temblará de asir la luz mi mano!;
Y buscaré, donde las nubes duermen,
Amada, y en su seno la más viva
Le prenderé, y esparciré las otras
Por su áurea y vaporosa cabellera.
Copa ciclópea
El sol alumbra: ya en los aires miro
La copa amarga: ya mis labios tiemblan,
—No de temor, que prostituye,— de ira!...
El Universo, en las mañanas alza
Medio dormido aún de un dulce sueño
En las manos la tierra perezosa,
Copa inmortal, donde
Hierven al sol las fuerzas de la vida!—
Al niño triscador, al venturoso
De alma tibia y mediocre, a la fragante
Mujer que con los ojos desmayados
Abrirse ve en el aire extrañas rosas,
Iris la tierra es, roto en colores,—
Raudal que juvenece, y rueda limpio
Por perfumado llano, y al retozo
Y al desmayo después plácido brinda!—
Y para mí, porque a los hombres amo
Y mi gusto y mi bien terco descuido,
La tierra melancólica aparece
Sobre mi frente que la vida bate,
De lúgubre color inmenso yugo!
La frente encorvo, el cuello manso inclino,
Y, con los labios apretados, muero.
Pomona
Oh, ritmo de la carne, oh melodía,
Oh licor vigorante, oh filtro dulce
De la hechicera forma! —no hay milagro
En el cuento de Lázaro, si Cristo
Llevó a su tumba una mujer hermosa!
Qué soy— quién es, sino Memnón en donde
Toda la luz del Universo canta,—
Y cauce humilde en que van revueltas,
Las eternas corrientes de la vida? —
Iba,— como arroyuelo que cansado
De regar plantas ásperas fenece,
Y, de amor por el Sol noble transido,
A su fuego con gozo se evapora:
Iba, —cual jarra que el licor ligero
Hinche, sacude, en el fermento rompe,
Y en silenciosos hilos abandona:
Iba,— cual gladiador que sin combate
Del incólume escudo ampara el rostro
Y el cuerpo rinde en la ignorada arena
...Y súbito,— las fuerzas juveniles
De un nuevo mar, el pecho rebosante
Hinchen y embargan,— el cansado brío
Arde otra vez,— y puebla el aire sano
Música suave y blando olor de mieles!
Porque a mis ojos los fragantes brazos
En armónico gesto alzó Pomona.
Media noche
Oh, qué vergüenza!: —El sol ha iluminado
La tierra: el amplio mar en sus entrañas
Nuevas columnas a sus naves rojas
Ha levantado: el monte, granos nuevos
Juntó en el curso del solemne día
A sus jaspes y breñas: en el vientre
De las aves y bestias nuevos hijos
Vida, que es forma, cobran: en las ramas
Las frutas de los árboles maduran:—
Y yo, mozo de gleba, he puesto sólo,
Mientras que el mundo gigantesco crece,
Mi jornal en las ollas de la casa!
Por Dios, que soy un vil!:— No en vano el sueño
A mis pálidos ojos es negado!
No en vano por las calles titubeo
Ebrio de un vino amargo, cual quien busca
Fosa ignorada donde hundirse, y nadie
Su crimen grande y su ignominia sepa!
No en vano el corazón me tiembla ansioso
Como el pecho sin calma de un malvado!
El cielo, el cielo, con sus ojos de oro
Me mira, y ve mi cobardía, y lanza
Mi cuerpo fugitivo por la sombra
Como quien loco y desolado huye
De un vigilante que en sí mismo lleva!
La tierra es soledad! la luz se enfría!
Adonde iré que este volcán se apague?
Adonde iré que el vigilante duerma?
Oh, sed de amor! —oh, corazón, prendado
De cuanto vivo el Universo habita;
Del gusanillo verde en que se trueca
La hoja del árbol: —del rizado jaspe
En que las ondas de la mar se cuajan:—
De los árboles presos, que a los ojos
Me sacan siempre lágrimas: —del lindo
Bribón gentil que con los pies desnudos
En fango o nieve, diario o flor pregona.
Oh, corazón, —que en el carnal vestido
No hierros de hacer oro, ni belfudos
Labios glotones y sensuosos mira,—
Sino corazas de batalla, y hornos
Donde la vida universal fermenta!—
Y yo, pobre de mí!, preso en mi jaula,
La gran batalla de los hombres miro!—
Isla famosa
Aquí estoy, solo estoy, despedazado.
Ruge el cielo: las nubes se aglomeran,
Y aprietan, y ennegrecen, y desgajan:
Los vapores del mar la roca ciñen:
Sacra angustia y horror mis ojos comen:
A qué, Naturaleza embravecida,
A qué la estéril soledad en torno
De quien de ansia de amor rebosa y muere?
Dónde, Cristo sin cruz, los ojos pones?
Dónde, oh sombra enemiga, dónde el ara
Digna por fin de recibir mi frente?
En pro de quién derramaré mi vida?
—Rasgose el velo: por un tajo ameno
De claro azul, como en sus lienzos abre
Entre mazos de sombra Díaz famoso,
El hombre triste de la roca mira
En lindo campo tropical, galanes
Blancos, y Venus negras, de unas flores
Fétidas y fangosas coronados:
Danzando van: a cada giro nuevo
Bajo los muelles pies la tierra cede!
Y cuando en ancho beso los gastados
Labios sin lustre ya, trémulos juntan,
Sáltanle de los labios agoreras
Aves tintas en hiel, aves de muerte.
José Martí. Héroe Nacional de la República de Cuba. Nació el 28 de enero de 1853 y murió, en combate, el 19 de mayo de 1895. Se destacó como político, escritor, poeta, ensayista, periodista y crítico. Es el inspirador de la gesta independentista de 1895, y en su ideario se funda la continuidad histórica de la nación cubana.
Fuente: La Jiribilla.com (Cuba)
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