2 de junio de 2006

un hombre sincero





La semana pasada se cumplió el 111º aniversario de la trágica muerte de José Martí, poseedor de una de las más prolíficas mentes alguna vez desarrolladas en Latinoamérica.
Martí nace la tarde de un día viernes, el 28 de Enero del 1853 en la calle Paula No. 41, hoy avenida Leonor Pérez No. 314, en La Habana, Cuba


El lugar donde nació, es en la actualidad donde está instalado el Museo José Martí.
Fue hijo primogénito de Mariano Martí y Navarro, sargento 1º del Real Cuerpo de Artillería, natural de Valencia, España, y de Leonor Pérez y Cabrera, natural de Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias.
En 1857, visita por primera vez la Madre Patria, durante una licencia absoluta obtenida por su padre, debido a su salud quebrantada, y no habría de regresar a Cuba hasta 1859.
En 1869 cuando apenas contaba con 16 años de edad, Martí publicó su primer boletín el cual tituló “La Patria Libre”. Días después, se encontraba tras las rejas, acusado de subordinación y esparcimiento de ideas contrarias a la Madre Patria.
Por 6 años, estuvo Martí encarcelado a causa de sus convicciones político-sociales y sufrió grandemente, ya que se le trató como su fuera un criminal.

Escribió acerca de sus experiencias en los Estados Unidos, para muchos periódicos de Latinoamérica incluyendo “Opinión Nacional” (Caracas) y “La Nación” (Buenos Aires). Publicó un sin número de libros, desde poemas y cuentos sencillos para los niños hasta complicados ensayos para obras de teatro.
Fue en ese tiempo que escribió “Edad de Oro” y “Versos Sencillos”.


Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

Alas nacer ví en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
Dos veces ví el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez - en la reja,
A la entrada de la viña,-
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: - cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, - es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.-
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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