28 de mayo de 2016

A La Madre



Delante de ti me veo en el espejo que no acepta cambios,
ni corbata nueva ni peinarse en esta forma.

Lo que veo es eso que tú ves que soy, el pedazo desprendido de tu sueño,la esperanza boca abajo y cubierta de vómitos.
Oh madre, tu hijo es éste, baja tus ojos para que calle el espejo
y podamos reconciliar nuestras bocas.
A cada lado del aire hablamos de cosas distintas con iguales palabras.
Eres una columna de ceniza (yo te quemé),
una toalla en la percha para las manos que pasan y se frotan,
un enorme búho de ojos grises
que espera todavía mi nombramiento decorativo,
mi declaración conforme a la justicia,
a la bondad del buen vecino, a la moral radiotelefónica.
No puedo allegarme, mamá, no puedo ser lo que todavía ves en esta cara.
Y no puedo ser otra cosa en libertad,
porque en tu espejo de sonrisa blanda está la imagen que me aplasta,
el hijo, verdadero y a medida de la madre,
el buen pingüino rosa yendo y viniendo
y tan valiente hasta el final,
la forma que me diste en tu deseo:
honrado, cariñoso, jubilable, diplomado.

Julio Cortázar


A mi madre

Aquí, a la sombra tranquila y pura
con que nos brinda grato el hogar,
oye el acento de la ternura
que en tus oídos blanda murmura
la dulce nota de mi cantar.

La voz escucha del pecho amante
que hoy te consagra su inspiración,
a ti que aun eres tierna, incesante,
de amor sublime, de fe constante,
raudal que aliento da al corazón.

Mi voz escucha: la lira un día
un canto alzarte quiso feliz,
y en el idioma de la armonía
débil el numen ¡oh, madre mía!
no hallo un acento digno de ti.

¿Cómo tu afecto cantar al mundo,
grande, infinito, cual en sí es?
Me basta si te miro,
si la dicha y el bien sueño a tu lado,
porque tu vista calma
los agudos tormentos de mi alma.

¡Ay! Que sin ti, bien mío,
mi espíritu cansado languidece
cual planta sin rocío,
y con sombras mi frente se oscurece,
y entre congoja tanta
mi corazón herido se quebranta.

Oye mi ardiente ruego,
oye las quejas de mi angustia suma,
y generoso luego
olvida que la pena que me abruma
te reveló mi acento
en horas ¡ay! de sin igual tormento.

Escúchame y perdona:
que ya mi labio enmudeciendo calla,
y el alma se abandona
con nuevo ardor a su febril batalla,
y débil mi suspiro
se pierde de las auras en el giro.

¿Cómo pintarte mi amor profundo?
Empeño inútil, sueño infecundo
que en desaliento murió después.

De entonces, madre, buscando en prenda,
con las miradas al porvenir,
voy en mi vida, voy en mi senda,
de mis amores íntima ofrenda
Que a tu cariño pueda rendir.

Yo mis cantares lancé a los vientos,
yo di a las brisas mi inspiración;
tu amor grandeza dio a mis acentos:
fine fueron tuyos mis pensamientos
en esos himnos del corazón.

Notas dispersas que en libres vuelos
y a merced fueron del huracán,
pero llevando con mis anhelos
los mil suspiros, los mil desvelos
con que a la Patria paga mi afán.

Hoy que reunirlas plugo al destino,
quiero que abrigo y amor les des:
esa es la prenda que en mi camino
al soplo arranco del torbellino,
y a colocarla vengo a tus pies.

Salomé Ureña de Henriquez








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