23 de febrero de 2014

Armadura del Silencio

Francisco Henriquez y Alonso Mejia en La Tertulia del Bronx, 1991
Algunos poemas 
de Alonso Mejia (Medellin).


Aún persiste el uso de hablar con uno mismo

Aún persiste el uso de hablar con uno mismo
y esto nada tiene que ver con la tristeza.
Nada hay como hablar con un tono quebradizo
manipulado por el ardor de los deseos frustrados,
pero si escogimos un tono más severo
y ennoblecidos por los golpes,
pero envilecidos por las amenazas,
optamos por considerar el universo
una consecuencia del despilfarro del tiempo
o de la acosada conciencia de la muerte,
fue por hacer a un lado la violencia


y al otro cuanto había de premonitorio.

Héroes secretos

La ciudad fue sitiada en la mañana
y al atardecer se había entregado.
El enemigo jamás posaría una mano
sobre sus habitantes indefensos,
les bastaban su resuello
y su presencia inquietantes.

El ciudadano contempla el cielo gris
con la misma desesperanza de antes,
se avecina la noche y ya vendrá otro día,
sorprende sus carnes en tensión creciente
y rechazando el miedo guarda el puñal,
vuelve a casa
y se tiende a llorar desconsolado.
Queda un abismo de silencio.

La congoja de esta herida es secreta
y el recuerdo de un grito final
teñido de aguas pútridas y sangre

no lo alienta.

Acto de fe

Creo en las cosas irreales
hechas con la sangre:
el fuego que nació en el corazón
de la roca fría,
despertar un día
hecho instinto puro
como trasfigurado por un dolor
de muelas,
la máscara de cristal,
la luz ácida y febril
que bañó el rostro que no
quise convertir en un recuerdo,
el ritmo paralizante, un perfil
que retrata la conciencia
o la mariposa que mira
el crecimiento de sus alas. 

Mi mundo

Ciudades, lagos, tristezas y dichas
buscaron su tiempo, su espacio en mis sienes;
fueron cayendo arrancados como despojos,
dejando mis carnes untadas de luces, de nostalgias,
de aguas dulces, de fermentos
y de música desesperada, de humo y de vientos
huracanados que han ido borrándome el mundo,
ofreciéndome apenas un bálsamo oscuro.
Un mundo entero resbaló de mi frente
hiriendo mi pecho, buscando mi cuerpo.

Voy olvidando mi mundo que sigo llevando
en la sangre que corre sin detenerse
para formar este mundo que va subiendo
a la frente que lo contempla asombrada,
ensimismada, creyéndolo imaginado.
Lluvia hirviente que se desata para ascender
en vapor, mi clamor, el mundo que no olvidé. 

Si ...

Si encontráramos al menos las palabras
necesarias para estallar el ámbito
o esa gritería ordenadora del universo,
si fuéramos los asesinos atrapados
en las urgencias del peligro y el amor
o los gestores de las revoluciones infinitas,
si cediéramos al aire todo lo que somos,
siempre transparentes y lumínicos,
con la sangre a borbotones en los ojos,
si osáramos atravesar de noche los umbrales
y detenernos suspendidos en los puentes,
si emprendiéramos con el mismo aliento
la ida y el retorno, el arduo camino de la entrega
o del abandono, dominantes y dominados,
emanando voluntad y rocío y no los ácidos
que erosionan lentamente estos paisajes.

® Alonso Mejia
Libro "Armadura del Silencio"
1991

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