La ciudad de Santo Domingo está poblada de calles que lo recuerdan. Algunas son decisión espontánea de admiradores que se emocionaron con sus canciones de amor o sus versos políticos, sociales, ignorando la solidaridad del revolucionario poeta con el sufrimiento del pueblo dominicano golpeado por la tiranía, invadido por el intruso yanqui, víctima de la arbitrariedad de un Golpe de Estado contra un Gobierno Constitucional.
Con el nombre de Pablo Neruda hay calles en Los Tres Brazos, en Sol de Luz, en Los Coquitos, en Piantini... Muchos que conocen y recitan sus poemas desconocen el elevado merecimiento de esos tributos, tanto, que uno de sus seguidores más devotos, el intelectual Mateo Morrison, apasionado nerudiano que ha recogido su obra, estudiado toda su producción diversa, coordinado para el bardo el Congreso de mayor resonancia en la historia cultural reciente, y solicitado para esta tierra su presencia física frustrada, considera que más que una vía, Neruda es acreedor de una plaza que lo recuerde.
“Llego más lejos: también es digno de una plaza donde la gente vaya a enamorarse con los “Veinte poemas de amor”, a recordar momentos políticos, a reflexionar”.
El reconocido escritor y catedrático universitario, conoce los lazos memorables de Neruda con los dominicanos y de tal forma estuvo identificado con sus composiciones que tituló su primer poemario “Veinte poemas a tu belleza y una canción a tu tristeza”, que nunca dio a la luz. “Yo leía a Neruda y lo releía y me parecía inexplicable que un poeta pudiera abarcar tanto, tratar todo, hacer un poema de la alcachofa, la cebolla, las piedras chilenas, de cualquier objeto, los que comenzamos en ese tiempo lo veíamos como temas antipoéticos. Era tan inmenso. A un joven escritor como yo le impresionó extraordinariamente esa capacidad y si a eso se suma la identificación política, el hecho de yo ser desde joven un militante de la izquierda revolucionaria, entonces lo veía como un Dios, como un símbolo, eso me llevó a tratar de imitar lo que él escribía, aunque no lo publiqué, pero sin duda, en mi primer libro, “Aniversario del dolor”, ya se advierte la influencia de Neruda, como se notó en otros poetas dominicanos”.
Neruda y Santo Domingo
La producción que más lo vincula al pueblo dominicano es “Versainograma a Santo Domingo”. “Perdonen si les digo unas locuras / en esta dulce tarde de febrero / y si se va mi corazón cantando / hacia Santo Domingo, compañeros”. Recorre la historia nacional desde que el almirante “puso los pies y descubrió la Isla/ ¡Ay, mejor no la hubiera descubierto! / Porque han sufrido tanto desde entonces / que parece que el Diablo y no Jesús / se entendió con Colón en ese aspecto”. Condena la dictadura trujillista, el derrocamiento de Bosch, y se extiende hasta la revolución de abril y la ocupación norteamericana de 1965.
Pero Morrison investigó más atrás de esta composición que se convirtió en himno recitado y cantado en el Aula Magna de la UASD, en los clubes y grupos de poesía coreada. “Ya antes él había manifestado en otro poema, “El canto general”, su solidaridad con la República Dominicana cuando mencionaba a los dictadores Somoza, Trujillo, Strossner. Pero también la otra escritora chilena y Premio Nóbel, Gabriela Mistral, se identificó con los dominicanos en la primera intervención norteamericana. Lo que Neruda hace es dar continuidad a una tradición de solidaridad”.
“Cuarenta y cinco mil hijos de perra / bajaron con sus armas y sus cuentos, / con ametralladoras y napalm / con objetivos claros y concretos: “poner en libertad a los ladrones! / y a los demás hay que meterlos presos”./ Y allí están cada día /contra dominicanos indefensos/ Como en Vietnam, el asesino es fuerte/ pero a la larga vencerán los pueblos”, escribió Neruda en 1965.
Calles
“Todas esas calles que tiene Pablo Neruda en Santo Domingo son pruebas de la gratitud del pueblo dominicano en atención a varios méritos: es un poeta universal que se fijó en nuestro pequeño país, lo valoró extraordinariamente. No todos los países del mundo tienen dos poemas dedicados por él, ni dos artículos en prosa para defender la soberanía”, significa Morrison. La calle “Pablo Neruda”, de Piantini, se inicia en la Porfirio Herrera y termina en la Max Henríquez Ureña.
Escritores dominicanos y Neruda
Durante la dictadura trujillista se prohibió la circulación en el país de las obras de Neruda, refiere Morrison, por sus manifestaciones revolucionarias y marxistas. Los primeros libros del laureado escritor “se vendieron en la librería de Delia Weber y por esa razón fue detenido su hijo, Rodolfo Coiscou Weber. Sin embargo, Franklin Mieses Burgos y otros autores dicen que la poesía de Neruda era conocida por ellos a través de revistas internacionales, aunque no necesariamente la política. El grupo de La Poesía Sorprendida tuvo intercambio con poetas españoles por los que les llegaba la poesía de Neruda”.
Agrega que tanto “Los versos del Capitán” como “Poema Veinte” tuvieron una gran difusión en la República y que éste último, conocido a través de una canción, sobre todo de la versión de Lisette Álvarez, lo dio a conocer a nivel masivo. “Ya su poesía social, política, vino a ser más conocida con la caída de la tiranía y el regreso del exilio de Pedro Mir, Abelardo Vicioso, entre otros”.
Cita también el impacto de la obra de Neruda en los poetas de la Generación del 60, “entre los que estaban Antonio Lockward, Miguel Alfonseca, René del Risco, Jeannette Miller, Juan José Ayuso, el poeta haitiano Jacques Viaud y Grey Coiscou, que van a decidir, sin duda, la influencia de un poeta de la dimensión de Pablo Neruda que, además, estaba identificado políticamente con las ideas de ese grupo. También nosotros, que correspondemos a la generación de post guerra, en el grupo “La Antorcha”: Soledad Álvarez, Alexis Gómez, Enrique Eusebio, Rafael Abreu Mejía, lo estudiamos, discutimos su obra, al igual que integrantes de “La Isla”, como Antonio Lockward, Andrés L. Mateo, Norberto James, José Ulises Rutinell, Wilfredo Lozano, que también recibieron esa influencia”, narra Morrison.
Añade a los miembros de “El Puño”, Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Francisco, Máximo Avilés Blonda (que aunque era del 48 se adhirió), Del Risco, Alfonseca y la misma Jeannette Miller, indica. “Neruda ejerció una influencia determinante en la poesía dominicana de las diversas generaciones: Luis Alfredo Torres, Víctor Villegas, Abelardo Vicioso y, sobre todo, Rafael Valera Benitez”, manifiesta.
Como reconocimiento a su lealtad con los dominicanos, en 1967 la dirección de Cultura de la UASD, dirigida por Milagros Ortiz Bosch, “y por una fuerte decisión del rector Rafael Kasse Acta”, invitó al poeta a visitar el país y él respondió positivamente, narra Morrison. Pero no vino. El activo promotor cultural expone las razones: “Algunos dicen que en ese tiempo había un movimiento comunista internacional y que Neruda era del grupo que se entendía como pro soviético, y una agrupación política llamada “Pacoredo” comenzó toda una campaña contra Neruda diciendo que era un traidor al movimiento comunista. Exhibió muchísimas pancartas en la Universidad, oponiéndose a su llegada. Algunos afirman que no vino por eso, que la embajada de Chile le recomendó no venir”.
Otros aseguran, añade, que no viajó, en realidad, porque se le presentaron dificultades y porque la invitación no se hizo con los debidos procedimientos. “No sé lo que corresponda a la verdad, lo cierto es que, por las razones que fueran, perdimos la oportunidad de tener a Neruda físicamente en nuestro país”, lamenta Morrison. El espíritu del combatiente Premio Nóbel de Literatura estuvo presente en el “Encuentro Internacional de Escritores Pablo Neruda”, propuesto por Morrison y aprobado y apoyado por el entonces rector de la Autónoma José Joaquín Bidó Medina. El evento, que reunió intelectuales dominicanos, de América y Europa, fue “una forma de resarcir el daño a nuestro país y a nuestra universidad, por la intolerancia que impidió su presencia física entre nosotros”, sostuvo Mateo Morrison.
Las biografías de Pablo Neruda son abundantes, de dominio colectivo. Su nombre verdadero era Neftalí Ricardo Reyes Basualto. El pseudónimo de Pablo Neruda fue en honor al poeta checo Jan Neruda, nombre que mantuvo a partir de 1921 cuando publicó “La canción de la fiesta”, y que legalizó en 1946. Nació en el pueblo de Parral, Séptima Región de Chile, el 12 de julio de 1904. Siendo pequeño su familia se trasladó a Temura donde realizó sus primeros estudios. Desde su adolescencia recibió premios por sus obras escritas. Ejerció el magisterio y fue cónsul de su país en Birmania, Ceilán, Batavia, Singapur, Barcelona, Madrid, México, entre otros países.
Amigo entrañable del poeta español Federico García Lorca, debió refugiarse en el extranjero por su militancia en el Partido Comunista, cuando éste fue declarado ilegal en Chile, en 1949. Neruda fue el tercer latinoamericano en obtener el Premio Nóbel de Literatura, el 21 de octubre de 1971.
© HOY DIGITAL edicion mayo 13,2007
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