TATY HERNANDEZ DURAN
Mujeres-pájaros
Nos conjuga el eterno devenir
de los segundos, confinadas,
rememorando otras huellas.
Buscando las sendasde las que corren y vuelan,
de las que vendrán.
Mujeres-pájaros,
no hay motores en nuestras alas,
sólo voz en nuestras plumas.
Voces de los inicios, voces de arena,
voces de ríos que perecen en el mar.
Nuestras manos esculpen
quehaceres de puertas
nunca cerradas.
Nuestros vientres enjaulan semillas
fabricantes de caminos.
No abundan los relojes,
ni las campanas, ni los rieles
tan sólo el vacío del tornado
en el desierto.
No hay rejuegos
de las balas al acecho,
ni facultos caminantes
en los senderos.
Tan sólo
tu yo y mi yo,
nuestro yo,
vigilantes.
Caminata de otoño
Hojas doradas,
de entretiempo neoyorquino;
nubes de flama,
la brisa trenzando sueños.
Del corral,
una cesta de alelíes,
azucenas, lirios, calas
y albahaca,
esencia de otro equinoccio sin final.
Pasos mudos,
trayecto sin invierno,
carcajadas de duendes
que trotan hacia el sol.
Plegaria
Recógeme, dios de mis laberintos.
Duerme en la aurora de mis quebradas.
En mágica vigilia
el vino rodará hasta el pozo de mi vientre
y serás el verbo de mis deseos.
Como magnolia flotaré en tus pupilas.
Un estribillo rozará tu sueño.
En la locura de mis cuevas
encenderé cocuyos
para iluminar tu partida
y despertarás en mi voz.
Así sea.
© Taty Hernández Duran
25 de junio de 2005
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