1 de mayo de 2005

CUATRO POETAS DE SANTIAGO

ROSALÍA DE CASTRO
Poeta gallega
(1837-1885)
Santiago de Compostela

"HORA TRAS HORA, DÍA TRAS DÍA"

Hora tras hora, día tras día,
Entre el cielo y la tierra que quedan
Eternos vigías,
Como torrente que se despeña
Pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume
Después de marchita;
De las ondas que besan la playa
Y que una tras otra besándola expiran
Recoged los rumores, las quejas,
Y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,
Negros tormentos, dulces mentiras,
¡Ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
En dónde, alma mía?


JOSÉ MARÍA DE HEREDIA
(1803-1839)
Santiago de Cuba

"LA DESCONFIANZA"

Mira, mi bien, cuán mustia y desecada
del sol al resplandor está la rosa
que en tu seno tan fresca y olorosa
pusiera ayer mi mano enamorada.
Dentro de pocas horas será nada...
No se hallará en la tierra alguna cosa
que a mudanza feliz o dolorosa
no se encuentre sujeta y obligada.
Sigue a las tempestades la bonanza:
siguen al gozo el tedio y la tristeza...
Perdóname si tengo la desconfianza
de que dure tu amor y tu terneza:
cuando hay en todo el mundo tal mudanza,
¿solo en tu corazón habrá firmeza?



ENRIQUE LIHN
Santiago de Chile, 1929

"Del mar espero barcos, peces, olas"

Del mar espero barcos, peces, olas
del cielo nada más que sol y viento,
la lluvia, el arco iris y el aliento;
de la tierra no verme en ella a solas.
Espero de la tierra no hacer colas
ni así hormiguear buscando mi sustento;
quiero en todo ganar el mil por ciento
y pasármelo todo por las bolas.
No quiero nada más que lo imposible
yo que, modestia aparte, lleno el mundo:
el pez más grande y menos comestible:
hacer en paz la guerra a medio mundo
y a la otra mitad. Indestructible,
plaga del pobre, horror del vagabundo.




TOMÁS HERNÁNDEZ FRANCO
Santiago de los Caballeros, 1904

YELIDÁ
(fragmento)

UN DESPUES

Y así vino al mundo Yelidá con un vagido de gato tierno
mientras se soltaba la leche blanca de los senos negros de Suqui
alegre de todos sus dientes y de su forma rota
por el regalo del marido rubio
y Yelidá estaba inerme entre los trapos
con su torpeza jugosa de raíz y de sueño
pero empezó a crecer con lentitud de espiga
negra un día sí y un día no
blanca los otros
nombre de vudú y apellido de kaes
lenguas de zetas
corazón de ice-berg
vientre de llama
hoja de alga flotando en el instinto nórdico
viento preso en el subsuelo de la noche
con fogatas y lejana llamada sorda para el rito
Los otros sólo tuvieron la sospecha de un peligro cercano
mientras Suquí descendía su alma por los caminos de la noche
en su entraña y engordaba en su alegría de matriz de misterio
ternura de polen en su hija de llama
para cuyo destino no tuvieron respuesta el gallo y la lechuza
ni sabían nada el más sabio ni el más viejo
Los peces lo sabían y la noche y la selva y la luna
y el tiempo de calor y el tiempo de frío
y el alma de guerra del pantano
y el dios que enmaraña las raíces y las empuja fuera de la tierra
y el macho y hembra que en los cementerios
enciende fuegos verdes sobre el vientre helado de los muertos
y el que está en la garganta de los perros lejanos
y el del miedo con sus mil pies y su cabeza cortada
Y esta quiere ser la historia de Yelidá al fin y al cabo
Tacto de clave
flanco sonoro al simple peso de la mirada
paladar de fiera
cuerpo de eterna juventud de serpiente nuevo para cada luna nueva
completa para siempre como el mito
hermafrodita en el principio del mundo
cuando descuartizaron a los dioses
enigma subterráneo de la resina y del ámbar
pacto roto de la costilla de oro
traición hembra del tiempo libertada

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