26 de mayo de 2005

Amen de Mariposas

Amen de mariposas
Don Pedro Mir

PRIMER TIEMPO

Cuando supe que habían caído las tres hermanas Mirabal me dije:
la sociedad establecida ha muerto.

(Lapislázuli a cuento de todo emblema ruidoso
mentís en A referido a un imperio en agonía
y cuan ha sido comprendido desde entonces
me dije es que la sociedad ha muerto)

Comprendí
que muchas unidades navales alrededor del mundo
inician su naufragio
en medio de la espuma
pensadora
y que grandes ejércitos reconocidos en el planeta
comienzan a derramarse
en el regazo de la duda
pesarosa

Es que
hay columnas de mármol impetuoso no rendidas al tiempo
y pirámides absolutas erigidas sobre las civilizaciones
que no pueden resistir la muerte de ciertas mariposas.

Cuando supe que tres de los espejos de la sociedad
tres respetos del abrazo y orgullo de los hombres
tres y entonces madres
y comienzo del día

habían caído
asesinadas
oh asesinadas

a pesar de sus telares en sonrisa
a pesar de sus abriles en riachuelo
a pesar de sus neblinas en reposo

(y todo el día lleno de grandes ojos abiertos)

roto el cráneo
despedazado el vientre
partida la plegaria
oh asesinadas

comprendí que el asesinato como bestia incendiada por la
cola

no se detendría ya

ante ninguna puerta de concordia
ante ninguna persiana de ternura
ante ningún dintel ni balaustrada
ni ante paredes
ni ante rendijas
ni ante paroxismo
de los progenitores iniciales
porque a partir de entonces el plomo perdió su rumbo
y el sentido su rango
y solo quedaba en pie
la Humanidad
emplazada a durar sobre este punto
escandaloso
de la inmensidad
del Universo
Supe entonces que el asesinato ocupaba el lugar del
pensamiento
que en la luz de la casa
comenzaba a aclimatarse
el puerco cimarrón
y la araña peluda
que la lechuza se instalaba en la escuela
que en los parques infantiles
se aposentaba el hurón
y el tiburón en las fuentes
y engranaje y puñal
y muñón y muletas
en los copos y de la cunas
o que empezaba entonces la época rotunda
del bien y del mal
desnudos
frente a frente
conminados a una sola
implacable definitiva
decidida victoria
muerte a muerte
Oh asesinadas
No era una vez
porque no puedo contar la historia de los hombres
que cayeron en Maimón
y Estero Hondo
a unos pocos disparos de Constanza
en el mismo corazón del año 1959
puesto que todo el mundo sabe que somos el silencio
aun en horas de infortunio

No era una vez porque no puedo contar la historia
de este viejo país del que brotó la América Latina
puesto que todo el mundo sabe que brotó de sus vértebras
en una noche metálica denominada
silencio

de una vértebra llamada Esclavitud
de otra vértebra llamada Encomienda
de otra vértebra llamada Ingenio

y que de una gran vértebra dorsal le descendió completa
La Doctrina de Monroe

No contaré esta historia porque era una vez no la primera
que los hombres caían como caen los hombres con un
gesto de fecundidad
para dotar de purísima sangre los músculos de la tierra

La espada tiene una espiga
la espiga tiene una espera
la espera tiene una sangre
que invade la verdadera

que invade el cañaveral
litoral y cordillera
y a todos se nos parece
de perfil en la bandera

la espiga tiene una espada
la espada una calavera


Pero un día se supo que tres veces el crepúsculo
tres veces el equilibrio de la maternidad
tres la continuación de nuestros territorio
sobre la superficie de los niños adyacentes
reconocidas las tres en la movida fiebre
de los regazos y los biberones
protegidas las tres por la andadura
de su maternidad navegadora
navegable
por el espejo de su matrimonio
por la certeza de su vecindario
por la armonía de su crecimiento
y su triple escuela de amparo
habían caído en un mismo silencio asesinadas
y eran las tres hermanas Mirabal
oh asesinadas
entonces se supo que ya no quedaba más
que dentro de los cañones había pavor
que la pólvora tenía miedo
que el estampido sudaba espanto
y el plomo lividez
y que entrábamos de lleno en la agonía de una edad
que esto era el desenlace de la Era Cristiana



Oh dormidas
oh delicadas
qué injuria de meditar

El mes de noviembre descendía sobre los hombros
como los árboles aun debajo de la noche y aún
dando
sobra
Oh eternas

El péndulo palpitaba las horas del municipio
y el pequeño reloj destilaba en silencio gota a gota
veinticinco visiones de una día llamado noviembre

Pero aun no era el fin
oh dormidas
aún no era el fin
no era el fin

1 comentario:

Rosa Silverio dijo...

Francisco:

Gracias por compartir los versos de Mir con tus lectores.

Este poema siempre me ha gustado mucho.

Abrazos,

Ro

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