30 de septiembre de 2009

Alejandra Pizarnik



Caminos del espejo



I

Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.


II

Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.


III

Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.


IV

Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.


V

Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona el viento en el umbral.


VI

Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.


VII

La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.


VIII

Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.


IX

Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.


X

Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento.

Todo cerrado y el viento adentro.


XI

Al negro sol del silencio las palabras se doraban.


XII

Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.


XIII

Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo?

Deseaba un silencio perfecto.

Por eso hablo.


XIV

La noche tiene la forma de un grito de lobo.


XV

Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.


XVI

Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba no vi otra cosa que a mí misma.


XVII

Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.


XVIII

Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.


XIX

Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.

Fue Una Tertulia Saludable


El pasado sábado 26 disfrutamos, entre amigos, de una muy saludable Tertulia Literaria y Cultural, junto a viejos y nuevos amigos. Amigas, como mi amiga de Mexico “Shany a quien le encanta dibujar”, llegó junta a Niza Ortiz, fundadora de las tiendas de libros en español en la ciudad de Orlando.

Por la Tertulia también pasó, mi entrañable amiga, la periodista (y también cantante) Isabel Cordero, que nos deleitó con algo de su repertorio a capela.

Los Gemelos (de Panamá) Román, Alberto y Lucho también hicieron acto de presencia en el cónclave cultural, el primero con su poesía y el segundo con sus anécdotas.

Representando a la tierra Maya estaba el escritor y poeta guatemalteco Clemente Gámez

Y nos habló de sus libros mas recientes.

El invitado especial fue El escritor y pastor Ángel Ríos quien hizo una breve presentación de su interesante libro “Arbustos”.

En la Tertulia también había un locutor y ese era “Mundy”, Mundy Sánchez, trasladado desde Santiago, Republica Dominicana para darle un poco de sazón a la armonía radial de la Florida Central.

Como cómplice principal en la conjura literaria estaba Francisco Henríquez, coordinador y fundador de La Tertulia de Orlando que se iniciara en la Librería Hispaic Books de la “Bibliomanía” Niza Ortiz. Frank nos animó con algunas lecturas y anécdotas que se mezclaron con el café y el vino. José López “brilló” por su ausencia pero fue por compromisos también culturales y ya estará con nosotros en la próxima “chercha”.


LAS "TERTULIAS" (un poco de historia)

La tertulia, que algunos quieren hacer derivar del fogoso y polemizador teólogo cristianorromano Tertuliano, tendría sus orígenes en las llamadas academias literarias del Siglo de Oro, como la valenciana Academia de los Nocturnos o la de Sevilla, dirigida por el Duque de Tarifa, que se reunía en la Casa de Pilatos. En Madrid fueron famosas la Academia Selvaje, nacida en 1612, y la Academia Mantuana, ante la que Lope de Vega, frecuente secretario de estas instituciones, leyó su Arte nuevo de hacer comedias. Otros afirman que estas reuniones tuvieron comienzo en las que realizaban los críticos al acabar una pieza teatral en la zona de los corrales de comedias denominada tertulia. En Francia puede llamarse tertulia a la costumbre de los salones del siglo XVIII en los cuales una dama recibía los galanteos de una serie de intelectuales; en Inglaterra, los clubs son una institución parecida, pero de carácter más formal. En España, una velada, sarao o soirée podía perfectamente terminar o completarse con una tertulia entre gente que departía amigablemente sobre todo lo divino y lo humano, y en concreto sobre la actualidad política y cultural. Pero el carácter informal y sin «acta» escrita de la tertulia impide considerar a las academias, de origen italiano, como asociables al fenómeno estrictamente oral de la tertulia española (véase Academias literarias).

Fueron célebres en el siglo XVIII la granadina Academia del Trípode, la Tertulia de la Fonda de San Sebastián o la que mantenía el helenista Pedro Estala en su celda de escolapio. El establecimiento de Sociedades Económicas de Amigos del País a fines del siglo XVIII facilitó la creación de este tipo de asociacionismo, así como la difusión de la prensa, que se solía leer habitualmente en los cafés y casinos. La creación de sociedades patrióticas que vinieron a reemplazar a estas por parte de los liberales a comienzos del XIX tuvo también bastante que ver en ello. Menos formales, también se constituyeron sociedades dieciochescas de libertinos para organizar bailes nocturnos, como la de la Bella Unión.

El primer tercio del siglo XX fue muy abundante en tertulias. El centro más importante era el Nuevo Café de Levante; desde los últimos años del siglo XIX hasta la guerra europea, este fue el centro de reunión de tertulias más importante de Madrid, al que no dejaban de acudir tanto consagrados como jóvenes promesas y escritores caídos en el olvido. Todos acudían allí para dar a conocer sus obras y pensamientos. En palabras de Valle-Inclán, «el Café de Levante ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y academias».

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