XAVIER VILLAURRUTIA
(Mexico 1903-1950)
NOCTURNO MAR
Ni tu silencio, duro cristal de roca,
ni el frío de la mano queme tiendes,
ni tus palabras secas, sin tiempo ni color,
ni mi nombre, ni siquiera mi nombre
que dictas como cifra desnuda de sentido;
ni la herida profunda, ni la sangre
que mana de sus labios, palpitante,
ni la distancia cada vez más fría
sábana nieve de hospital invierno
tendida entre los dos como la duda;
nada, nada podrá ser más amargo
que el mar que llevo dentro, solo y ciego,
el mar antiguo Edipo que me recorre a tientas
desde todos los siglos,
cuando mi sangre aún no era mi sangre,
cuando mi piel crecía en la piel de otro cuerpo,
cuando alguien respiraba por mí que aún no nacía.
El mar que sube mudo hasta mis labios,
el mar que me satura
con el mortal veneno que no mata
pues prolonga la vida y duele más que el dolor.
El mar que hace un trabajo lento y lento
forjando en la caverna de mi pecho
el puño airado de mi corazón.
Mar sin viento ni cielo,
sin olas, desorientado,
nocturno mar sin espuma en los labios,
nocturno mar sin cólera, conforme
con lamer las paredes que lo mantienen preso
y esclavo que no rompe sus riberas
y ciego que no busca la luz que le robaron
y amante que no quiere sino su desamor.
Mar que arrastra despojos silenciosos,
olvidos olvidados y deseos,
sílabas de recuerdos y rencores,
ahogados sueños de recién nacidos,
perfiles y perfumes mutilados,
fibras de luz y náufragos cabellos.
Nocturno mar amargo
que circula en estrechos corredores
de corales arterias y raíces
y venas medusas capilares.
Mar que teje en la sombra su tejido flotante,
con azules agujas ensartadas
con hilos y nervios y tensos cordones.
Nocturno mar amargo
que humedece mi lengua con su lenta saliva,
que hace crecer mis uñas con la fuerza
de su marca oscura.
Mi oreja sigue su rumor secreto,
oigo crecer sus rocas y sus plantas
que alargan más y más sus labios dedos.
NOCTURNO ROSA
Yo también hablo de la rosa.
Pero mi rosa no es la rosa fría
ni la de piel de niño,
ni la rosa que gira
tan lentamente que su movimiento
es una misteriosa forma de la quietud.
No es la rosa sedienta,
ni la sangrante llaga,
ni la rosa coronada de espinas,
ni la rosa de la resurrección.
No es la rosa de pétalos desnudos,
ni la rosa encerada,
ni la llama de seda,
ni tampoco la rosa llamarada.
No es la rosa veleta,
ni la ulcera secreta,
ni la rosa puntual que da la hora,
ni la brujula rosa marinera.
No, no es la rosa rosa
sino la rosa increada,
la sumergida rosa,
la nocturna,
la rosa inmaterial,
la rosa hueca.
Es la rosa del tacto en las tinieblas,
es la rosa que avanza enardecida,
la rosa de rosadas uñas,
la rosa yema de los dedos ávidos,
la rosa digital
la rosa ciega.
Es la rosa moldura del oído,
la rosa oreja,
la espiral del ruido,
la rosa concha siempre abandonada
en la más alta espuma de la almohada.
Es la rosa encarnada de la boca,
la rosa que habla despierta
como si estuviera dormida.
Es la rosa entreabierta
de la que mana sombra,
la rosa entraña
que se pliega y expande
evocada, invocada, abocada,
es la rosa labial,
la rosa herida.
Es la rosa que abre los parpados,
la rosa vigilante, desvelada,
la rosa del insomnio desojada.
Es la rosa del humo,
la rosa de ceniza,
la negra rosa de carbón diamante
que silenciosa horada las tinieblas
y no ocupa lugar en el espacio.
10 de mayo de 2005
8 de mayo de 2005
M A D R E Silvio Rodriguez
Madre
Madre, en tu día
no dejamos de mandarte nuestro amor.
Madre, en tu día
con las vidas construimos tu canción.
Madre, que tu nostalgia se vuelva el odio más feroz.
Madre, necesitamos de tu arroz.
Madre, ya no estés triste, la primavera volverá,
madre, con la palabra libertad.
Madre, los que no estemos para cantarte esta canción,
madre, recuerda que fue por tu amor.
Madre, en tu día
—Madre Patria y Madre Revolución—,
madre, en tu día,
tus muchachos barren minas de Haiphong.
(c) Silvio Rodriguez
Madre, en tu día
no dejamos de mandarte nuestro amor.
Madre, en tu día
con las vidas construimos tu canción.
Madre, que tu nostalgia se vuelva el odio más feroz.
Madre, necesitamos de tu arroz.
Madre, ya no estés triste, la primavera volverá,
madre, con la palabra libertad.
Madre, los que no estemos para cantarte esta canción,
madre, recuerda que fue por tu amor.
Madre, en tu día
—Madre Patria y Madre Revolución—,
madre, en tu día,
tus muchachos barren minas de Haiphong.
(c) Silvio Rodriguez
PARA LAS MADRES
SALOMÉ UREÑA DE HENRÍQUEZ
A MI MADRE
Aquí, a la sombra tranquila y pura
con que nos brinda grato el hogar,
oye el acento de la ternura
que en tus oídos blanda murmura
la dulce nota de mi cantar.
La voz escucha del pecho amante
que hoy te consagra su inspiración,
a ti que aun eres tierna, incesante,
de amor sublime, de fe constante,
raudal que aliento da al corazón.
Mi voz escucha: la lira un día
un canto alzarte quiso feliz,
y en el idioma de la armonía
débil el numen ¡oh, madre mía!
no hallo un acento digno de ti.
¿Cómo tu afecto cantar al mundo,
grande, infinito, cual en sí es?
Me basta si te miro,
si la dicha y el bien sueño a tu lado,
porque tu vista calma
los agudos tormentos de mi alma.
¡Ay! Que sin ti, bien mío,
mi espíritu cansado languidece
cual planta sin rocío,
y con sombras mi frente se oscurece,
y entre congoja tanta
mi corazón herido se quebranta.
Oye mi ardiente ruego,
oye las quejas de mi angustia suma,
y generoso luego
olvida que la pena que me abruma
te reveló mi acento
en horas ¡ay! de sin igual tormento.
Escúchame y perdona:
que ya mi labio enmudeciendo calla,
y el alma se abandona
con nuevo ardor a su febril batalla,
y débil mi suspiro
se pierde de las auras en el giro.
¿Cómo pintarte mi amor profundo?
Empeño inútil, sueño infecundo
que en desaliento murió después.
De entonces, madre, buscando en prenda,
con las miradas al porvenir,
voy en mi vida, voy en mi senda,
de mis amores íntima ofrenda
Que a tu cariño pueda rendir.
Yo mis cantares lancé a los vientos,
yo di a las brisas mi inspiración;
tu amor grandeza dio a mis acentos:
fine fueron tuyos mis pensamientos
en esos himnos del corazón.
Notas dispersas que en libres vuelos
y a merced fueron del huracán,
pero llevando con mis anhelos
los mil suspiros, los mil desvelos
con que a la Patria paga mi afán.
Hoy que reunirlas plugo al destino,
quiero que abrigo y amor les des:
esa es la prenda que en mi camino
al soplo arranco del torbellino,
y a colocarla vengo a tus pies.
A MI MADRE
Aquí, a la sombra tranquila y pura
con que nos brinda grato el hogar,
oye el acento de la ternura
que en tus oídos blanda murmura
la dulce nota de mi cantar.
La voz escucha del pecho amante
que hoy te consagra su inspiración,
a ti que aun eres tierna, incesante,
de amor sublime, de fe constante,
raudal que aliento da al corazón.
Mi voz escucha: la lira un día
un canto alzarte quiso feliz,
y en el idioma de la armonía
débil el numen ¡oh, madre mía!
no hallo un acento digno de ti.
¿Cómo tu afecto cantar al mundo,
grande, infinito, cual en sí es?
Me basta si te miro,
si la dicha y el bien sueño a tu lado,
porque tu vista calma
los agudos tormentos de mi alma.
¡Ay! Que sin ti, bien mío,
mi espíritu cansado languidece
cual planta sin rocío,
y con sombras mi frente se oscurece,
y entre congoja tanta
mi corazón herido se quebranta.
Oye mi ardiente ruego,
oye las quejas de mi angustia suma,
y generoso luego
olvida que la pena que me abruma
te reveló mi acento
en horas ¡ay! de sin igual tormento.
Escúchame y perdona:
que ya mi labio enmudeciendo calla,
y el alma se abandona
con nuevo ardor a su febril batalla,
y débil mi suspiro
se pierde de las auras en el giro.
¿Cómo pintarte mi amor profundo?
Empeño inútil, sueño infecundo
que en desaliento murió después.
De entonces, madre, buscando en prenda,
con las miradas al porvenir,
voy en mi vida, voy en mi senda,
de mis amores íntima ofrenda
Que a tu cariño pueda rendir.
Yo mis cantares lancé a los vientos,
yo di a las brisas mi inspiración;
tu amor grandeza dio a mis acentos:
fine fueron tuyos mis pensamientos
en esos himnos del corazón.
Notas dispersas que en libres vuelos
y a merced fueron del huracán,
pero llevando con mis anhelos
los mil suspiros, los mil desvelos
con que a la Patria paga mi afán.
Hoy que reunirlas plugo al destino,
quiero que abrigo y amor les des:
esa es la prenda que en mi camino
al soplo arranco del torbellino,
y a colocarla vengo a tus pies.
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