5 de septiembre de 2015

Poetas de Chile



ÚLTIMO BRINDIS
Lo queramos o no
sólo tenemos tres alternativas:
el ayer, el presente y el mañana.
Y ni siquiera tres
porque como dice el filósofo
el ayer es ayer
nos pertenece sólo en el recuerdo:
a la rosa que ya se deshojó
no se le puede sacar otro pétalo.
Las cartas por jugar
son solamente dos:
el presente y el día de mañana.
Y ni siquiera dos
porque es un hecho bien establecido
que el presente no existe
sino en la medida en que se hace pasado
y ya pasó…
como la juventud.
En resumidas cuentas
sólo nos va quedando el mañana:
yo levanto mi copa
por ese día que no llega nunca
pero que es lo único
de lo que realmente disponemos.
Nicanor Parra
(Chillán, 1914) Poeta chileno que, junto con Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Vicente Huidobro, está considerado uno de los grandes de la poesía de su país, y una de las mayores voces de la lírica latinoamericana.

4 de septiembre de 2015

Poesía de Chile

Gabriela Mistral
Los sonetos de la muerte


I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...
Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!
Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

III

Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...
Y yo dije al Señor: -"Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!
¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor"
Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!



I am not alone

The night, it is deserted
from the mountains to the sea.
But I, the one who rocks you,
I am not alone!

The sky, it is deserted
for the moon falls to the sea.
But I, the one who holds you,
I am not alone !

The world, it is deserted.
All flesh is sad you see.
But I, the one who hugs you,
I am not alone! 
Gabriela Mistral fue una de las poetas más notables de la literatura chilena e hispanoamericana. Se le considera una de las principales referentes de la poesía femenina universal y por su obra obtuvo en 1945 el primer Premio Nobel de Literatura para un autor latinoamericano.
Nació el 7 de Abril de 1889 en Vicuña, ciudad nortina situada en el cálido Valle del Elqui, "entre treinta cerros" como ella misma gustaba de recordar. Fue bautizada como Lucila de María Godoy Alcayaga, según consta en los registros parroquiales de su ciudad natal. Su familia era de origen modesto. Sus padres fueron un profesor, Juan Jerónimo Godoy Villanueva, y una modista, Petronila Alcayaga Rojas.

Gabriela Mistral was the pseudonym of Lucila Godoy Alcayaga, a Chilean poet, educator, diplomat, and feminist who was the first Latin American to win the Nobel Prize in Literature, in 1945. Born in Vicuña, Chile, April 7, 1889.  Some central themes in her poems are nature, betrayal, love, a mother's love, sorrow and recovery, travel, and Latin American identity as formed from a mixture of Native American and European influences. Her portrait also appears on the 5,000 Chilean peso bank note. Mistral herself was of Basque and Aymara descent. 

3 de septiembre de 2015

Poema al Mar




Espejo azul, o verde?
De miles caras
que te asemejas a viento
a noche y a tormenta.

Tejes tu luz de sal
en cada roca que ilusionas
con esos golpes de marea
que a cada rato marcan su tormento.

Mar, lisonjero y de espesura
Mar de amores e ilusiones
Mar que recuerdo
cuando niño
que eras un gigante
que no sabia reír.

Hoy te contemplo de lejos
añorando tu salado ruido
y tu espuma de amor
como de espermas celestiales
esperando el encuentro
con la orilla coqueta.

Tu profundidad no es tu principio
ni tu color tu monumento
el horizonte tu cómplice amigo
que hace creer que estas muy lejos,
disfrazando los barcos en lejanía
y haciendo de un adiós de puerto
un regreso sin fecha.



Francisco Henriquez Rosa.

2 de septiembre de 2015

Encontrarte a Ti






Encontrarte
fue una experiencia
casi incierta

un sueño
que se quedó dormido

una luz
que agigantó mis ojos
como un ruido
que bailó en mi oídos.

Encontrarte no fue ilusión
fue alegría
o quizás dos gotas de sonrisa
que se grabaron en mi sien

un ventarrón
que sacudió mis nervios
llenándolos de glorias
lustrándolos de sol.

Encontrarte fue verte
frente a frente a mi alma
como una golondrina
que se le escapó al cielo.




® Francisco Henriquez Rosa



1 de septiembre de 2015

PEDRO PÁRAMO

Por Harold Alvarado Tenorio
Escritor tardío y autodidacta, Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, alias Juan Rulfo (Apulco, 1918-1986), fue una especie de anacronismo en el mundo literario: conocía poco, cuando escribió sus cuentos y su novela, a los clásicos de la literatura de su país, y despreciaba los escritores españoles de la Generación del Noventa y ocho. Prefería autores como los escandinavos Knut Hamsun, HalldórLaxness y Selma Lagerlöf o los rusos Vladímir Korolenko y Leonid Andréyev. Alrededor de los años cuarenta comenzó a escribir una extensa novela, que destruyó, porque su lenguaje no expresaba lo que quería decir. Decidió entonces crear personajes que se acercaran a la gente real de Jalisco, en un español del siglo XVI, con léxico escaso, “o no hablaban del todo”.
El llano en llamas (1953), son quince cuentos acerca de campesinos e indígenas en un mundo violento e insensible; vidas que acosadas por la pobreza, la ignorancia, el clima y el paisaje no han podido elegir sus destinos: una muchacha prostituida por las circunstancias, adúlteros que ahogan al marido cornudo en una peregrinación, campesinos revolucionarios que huyen de sus tierras hacia las montañas, felices de abandonar lugares de miseria, todos empujados por fuerzas que no pueden controlar. Desoladas historias contadas de una manera muy lejana al realismo de protesta social de las novelas surgidas durante la Revolución. Impersonales y crueles en el tono, carecen de juicios políticos o morales: perseguidor y perseguido, ganadores y perdedores todos son víctimas de un llano que los quema. La compasión de Rulfo por ellos surge de la poesía de esta prosa lapidaria, en las desnudas, intensas y repicantes frases parecidas a la tierra seca que le sirve de apoyo. El llano en llamas  es la elegía a un mundo que desaparece. Todo se ha hecho piedra tras las quemas. Piedra el tiempo, piedra las esperanzas, piedra la inacabable resignación. Bandidos y víctimas están oprimidos por los muertos, que pesan más que los vivos.
Con Pedro Páramo (1955), la única novela que publicó, el folklorismo y las militancias de la novela de la Revolución fueron superadas. En vez de retratar con los ojos de la civilización occidental los efectos y causas de la contienda, decide ponerla frente a nosotros en carne viva. Su estilo, parco y severo, se depura hasta crear un tono inolvidable e inigualable en las historias de las literaturas de todos los tiempos, un mundo sostenido por la magia y los sueños que sólo la poesía puede crear. Una poesía de los pueblos abandonados, el polvo interminable, las pestes, las insolaciones, las míseras alegrías que dejan las pobres cosechas, el cansancio y la muerte. Una obra que en su apariencia trata de las desgracias amorosas de un viejo y rico hacendado con una muchacha que enloquece. Una historia de amor estorbado, inverosímil y protervo.
Juan Preciado, uno de los tantos hijos de Pedro Páramo regresa a Comala en su busca luego de la muerte de su madre:
 Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo cuando ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo.
 Así se abre este poema de la desolación y la vida fantasmal de una América Latina poblada por las voces de los muertos vivos que se han amado, odiado y lastimado a sí mismos y a los otros, atrapados en la búsqueda de quiméricas ilusiones donde Pedro Páramo, el sensual y despótico terrateniente, es la viva llama de un mundo acostumbrado a la muerte.
Comala es un pueblo hecho de voces y ecos del ayer, del hoy y del mañana. Preciado se entera por boca de Abundio, otro de los hijos naturales del terrateniente, que su padre ha muerto. Pero también están muertos todos los que habitaron el pueblo. Es Agosto con su calor sofocante. Va de un lado a otro dando con espejismos y fantasmas. La muerte en pecado hace que deambulen, sin reposo, por la tierra.
Pedro Páramo había heredado la Media Luna de su padre Lucas, luego de ser asesinado por un peón. El hijo recibe la tierra y el odio por las gentes del mundo. Joven, enamoradizo y pendenciero, el deseo de venganza le lleva a sobornar o expulsar a sus vecinos, falsifica escrituras, corre los cercos, asesina sin piedad, no paga deudas. Para saldar una de éstas casa con Dolores Preciado. La Media Luna avanza hacia una luna llena de prosperidades. Un día llega la Revolución. La sombra de Pancho Villa ronda el mundo. Luego los Cristeros. Páramo se pone del lado de la Revolución para sacar partido de ella. Acoge rebeldes, promete dinero, hace militar sus secuaces en las filas rebeldes, les vigila. Los intereses del patrón de la Media Luna son favorecidos.
Pero el poder no ha logrado dar a Pedro Páramo lo que más desea: a Susana  San Juan, la compañera de juegos de infancia, con quien se bañaba desnudo en los arroyos y elevaba papalotes. Susana, una belleza que no era de este mundo, había quedado huérfana de madre muy joven siendo víctima de las pasiones de su padre. Susana casa con Florencio, pero Páramo ordena darle muerte. Tras treinta años de ausencia, su anciano padre acepta los favores de Páramo y vienen a vivir con él. Susana, de sesenta y dos años, se hace su esposa. La locura la posee. En la cama gime por Florencio. Cuando muere, Páramo hace que las campanas repiquen por tres días.
 Allá hallarás mi querencia, -había dicho a Juan Preciado su madre-. El lugar que yo quise. Donde los sueños me enflaquecieron. Mi pueblo, levantado sobre la llanura. Lleno de árboles y de hojas, como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos. Sentirás que allí uno quisiera vivir para la eternidad. El amanecer; la mañana; el mediodía y la noche, siempre los mismos; pero con la diferencia del aire. Allí, donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un puro murmurar; como si fuera un puro murmullo de la vida..
 La modernidad de Pedro Páramo reside en el uso de técnicas narrativas que imitando la sintaxis del cinematógrafo revolucionaron la literatura finisecular: reducción del papel del narrador, uso del monólogo interior, ruptura de tiempo y espacio, lentitud descriptiva, ausencia de desenlace y uso múltiple de diálogos. Pero todo ello sería nulo si no existiese la voz de Rulfo, la milenaria voz de la poesía:
 Ya mirará usted ese viento que sopla sobre Luvina. Es pardo. Dicen que porque arrastra arena de volcán; pero lo cierto es que es un aire negro. Ya lo verá usted. Se planta en Luvina prendiéndose de las cosas como si las mordiera. Y sobran días en que se lleva el techo de las casas como si se llevara un sombrero de petate, dejando los paredones lisos, descobijados. Luego rasca como si tuviera uñas: uno lo oye mañana y tarde, hora tras hora, sin descanso, raspando las paredes, arrancando tecatas de tierra, escarbando con su pala picuda debajo de las puertas, hasta sentirlo bullir dentro de uno como si se pusiera a remover los goznes de nuestros mismos huesos. Ya lo verá usted.
 Rulfo nació en Saluya, una región de Jalisco, donde tuvieron origen los mariachis y las rancheras, pobre, aislada y devastada por los vientos y el calor, tierra de moribundos, arrayanes y naranjos. Los críticos han creído que sirvió de modelo para Comala.  Su abuelo paterno fue abogado y el materno hacendado. Su padre fue asesinado, cuando el hijo tuvo siete años, durante la revuelta de los Cristeros. De esta época son sus primeras lecturas, en casa de una de sus abuelas, donde un cura había dejado una pequeña biblioteca parroquial. Al morir su madre vivió un tiempo con su abuela en San Gabriel y luego fue enviado a un orfanato en Guadalajara. Logró hacerse contador y se fue a vivir a México en 1933 donde estudió leyes, trabajó en las oficinas de inmigración y entre 1947-1954 en el departamento de publicidad de una fábrica de llantas. En ciudad de México, alrededor de 1940 redactó El hijo del desaliento: «una novela un poco convencional, un tanto hipersensible, pero que más bien trataba de expresar cierta soledad… Quería desahogarme por ese medio de la soledad en que había vivido, no en la ciudad de México, pero desde hace muchos años, desde que estuve en el orfelinato».Entre 1953 y 1954, gracias a una beca de la Fundación Rockefeller, escribió Pedro Páramo. A finales de los cincuentas hizo guiones para televisión. En 1962 ingresó al Instituto Indigenista, ayudando a las comunidades nativas a integrarse en la sociedad mexicana. Traducido a numerosos idiomas poco a poco fue recibiendo reconocimientos como el Premio Xavier Villaurrutia, 1956; Premio Nacional de las Letras Mexicanas, 1970 y Príncipe de Asturias 1983. Como Borges y Onetti, ni el Nobel ni el Cervantes merecieron a Rulfo.
A Juan Rulfo debió habérsele otorgado el Premio Cervantes y darle las gracias por aceptarlo, recordó Juan Carlos Onetti.  Pero es verdad que sólo publicó dos libros. Y también es verdad que durante 30 años se resignó al silencio. Sabía que su obligación literaria había concluido. Era un hombre honrado y respetó su decadencia. Hermoso ejemplo para aquellos que, en el vasto mundo, siguen fatigando máquinas impresoras fingiendo no enterarse.
Fuente: El Magazín, El Espectador de Colombia

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